El nazismo fue justamente condenado en un juicio universal, celebrado el Núremberg (Alemania), después de la victoria aliada contra Hítler, pero el comunismo, la otra gran doctrina opresora y criminal que convirtió el siglo XX en un infierno, todavía no ha sido juzgada y condenada, como merece por sus abusos, opresiones y crímenes. Esa falta de condena al comunismo permite que los nuevos comunistas caminen hoy por el mundo con la cabeza alta, intentando imponer sus tesis, ignorando que son portadores de un mal que ha causado muchos mas asesinatos y exterminios que el nazismo. ---
De los tres grandes asesinos de la Historia, dos de ellos, el chino Mao y el soviético Stalin, fueron dirigentes comunistas. El tercero fue Adolfo Hítler. Entre los dos comunistas asesinaron a unos cien millones de personas, mucho mas que todos los asesinatos atribuibles al nazismo y al fascismo, además de limpiezas étnicas, exterminios y una dolorosa y cruel ingeniería social que pretendía cambiar el mundo moldeando al hombre con palas y martillos, como si fuera de barro.
Por culpa de que los crímenes del comunismo nunca fueron juzgados y condenados, los neocomunistas están asaltando el poder en nuestros días, cuestionan la democracia y luchan por imponer sus tesis, sin sentir vergüenza del horror y del dolor casi infinito que han causado en el pasado al género humano.
El neocumunismo renace impulsado por el fracaso de los falsos demócratas y por los abusos de los poderosos, que con sus injusticias indignan a las masas y las empujan hacia posiciones de odio y venganza, un caldo de cultivo enfermo que siempre beneficia a los extremismos y que ciega a los hombreshasta el punto de elegir en las urnas a sátrapas y a potenciales criminales que, aunque parezca increíble, siguen venerando la hoz y el martillo.
Si los demócratas no hubieran fracasado pudriendo el mundo con sus corrupciones, injusticias y abusos, el comunismo no tendría sitio en un mundo de hombres y mejores que quieren ser prósperos y libres. De haberse producido un juicio universal de los crímenes del comunismo, los seguidores de esa doctrina no se atreverían a plantearla de nuevo como opción porque la Humanidad habría debatido, analizado y abierto los ojos ante el enorme peligro que encierra esa concepción de la vida, basada en el predominio de la colectividad sobre el individuo y en la fuerza suprema de un Estado que carece de controles y límites y que tiene siempre las manos libres para intervenir, castigar, oprimir, abusar y hasta asesinar a sus "subditos".
Es cierto que el mundo necesita una revolución democrática que elimine las lacras y miserias del mundo actual, que suprima desigualdades lacerantes y que erradique la opresión. No puede permitirse que las cien fortunas mayores de un país tengan mas dinero que la mitad de la población de ese país. Pero esa revolución no puede llagar nunca de la mano de los que adoran el Estado porque es, precisamente, el Estado el que ha impuesto esas diferencias y el artífice del mundo asqueroso que vivimos. Cualquier revolución ética y democrática tendrá que realizarse partiendo de una reducción drástica del Estado y del poder de los partidos y de los políticos.
Deberían sentirse abochornados y hundidos por los crímenes del pasado y tendrían que dedicarse a pedir perdón por los rios de sangre derramados por sus correligionarios, pero en lugar de eso se sienten con derecho a decidir quien suma y quien resta en el camino hacia el progreso. Se autoproclaman "progresistas" y te llaman "facha" cuando piensas distinto, a pesar de que sus "pecados" contra el ser humano y la Historia son diez veces peores que los del peor fascismo". La osadía y la desvergüenza intelectual y moral del comunismo actual es absurda, injusta, siniestra e insultante.
Hoy, un cuarto de siglo después de que comunismo se hundiera, abandonado y derrotado por sus propios ciudadanos, algunos nostálgicos con alma totalitaria quieren resucitarlo, aprovechándo que los demócratas han sido miserables y han abusado tanto del poder que han llevado a las masas hasta el desencanto y la desesperación. Los neocomunistas mandan ya en Grecia una tierra donde los falsos demócratas han causado tanta desesperación a sus ciudadanos que se han atrevido a votar a los viejos y crueles totalitarios de la hoz y el martillo, ahora disfrazados de demócratas de nuevo cuño, mientras que en otros países, entre ellos España, renacen los comunistas, apoyados por los desesperados y los indignados.
El mundo fue una vez dual y estaba dividido en dos bandos que competían por la hegemonia mundial. Había una Europa del Este, donde anidaba el comunismo, un mundo gris lleno de restricciones, que a duras penas lograba sobrevivir, enfrentado a unas democracias occidentales que en apariencia apostaban por la libertad y los derechos humanos, pero que en el fondo de su alma eran también un mundo podrido, ajeno al ciudadano y dominado por castas políticas y oligarquías empresariales y financieras.
Afirman que el triste mundo comunista desapareció en una noche con la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, pero no es cierto que el telón de acero se derrumbara de golpe, como un castillo de naipes, porque murió poco a poco, víctima del abuso de poder, de la corrupción, de la opresión de un Estado omnipotente y de los privilegios inmerecidos de una élite que se apoderó del Estado y apalancó en el poder.
La verdad es que el Muro de Berlín no se cayó sino que fue derribado por aquellos mismos ciudadanos que tenían que sentirse orgullosos del poder proletario, pero que en realidad se sentían esclavos y padecían la ignominia del comunismo opresor.
Hoy, en algunos paises del mundo, por culpa de falsos demócratas traidores y obtusos que han prostituido la democracia y suplantado, a espaldas del pueblo, por una socia dictadura de partidos, el comunismo recupera fuelle y resurge con posibilidades de ganar el poder. En Venezuela, Bolivia, Ecuador, Grecia y otros países ya ha tomado el poder y prepara el asalto también en España.
Por culpa de la cobardía occidental, el comunismo nunca fue juzgado y condenado, lo que ha hecho posible que sus abusos y crímenes se olviden y que una doctrina tan opresora y eficaz fabricando esclavos tenga partidarios en sociedades teóricamente libres, formadas y pensantes, donde el ser humano, en teoría, debería estar vacunado y blindado frente al totalitarismo.
Los falsos demócratas están pagando su error y sienten ya la amenaza del neocomunismo, que puede arrasarlos en las urnas si siguen aplastando a los ciudadanos y llenando la vida política de corrupción, injusticia y abuso de poder.
La clase política occidental lleva varias décadas fabricando esclavos a golpe de consignas, mentiras y una televisión narcotizante, que es consumidora de falsos debates y que apuesta por opciones falsas y trucadas. Ellos los políticos, son los grandes culpables de que el neocomunismo y la opresión institucionalizada se haya convertido en una opción real de poder en un mundo que, de haber sido formado en la libertad y en los valores, en lugar de haber sido forjado en la mentira y el envilecimiento desde el poder, estaría inmunizado frente todos los totalitarismos y las doctrinas que esclavizan al ser humano.