Es significativo que un fiestón de alto standing dé el pistoletazo de salida a esta película, porque lo que viene después se vive a modo de resaca. Y ya no de esa fiesta, sino de toda una vida. Es una resaca dulce y melancólica. Toni Servillo da vida a Jep Gambardella, uno de los mejores personajes que ha dado el cine del 2013. Escritor en horas bajas, filósofo y amigo sin pelos en la lengua, Jep se pasea por Roma como quien se pasea por su casa, y de su mano nos adentramos en una ciudad distinta a la que conocemos. En ella todo huele a recuerdo, a espejismo y a decadencia. Y aún así todo sigue siendo bello. Bello y viejo. Porque la juventud no tiene sitio en esta peli. Aquí sólo hay sitio para ruinas, obras de arte y recuerdos de un pasado que nunca volverá.
Lo mejor: Jep Gambardella, el amo absoluto de la función.
Lo peor: pierde un poco de fuelle en la parte final.