Yo sé que lo mío por Italia es obsesión (ojalá yo en la corte de Lorenzo el Magnífico o de Pier Francesco Orsini), pero es que los italianos saben como hacer las cosas bien. La estética de sus películas es algo que me tiene enganchado, nada de la languidez del cine francés con sus dramas vitales ni la vulgaridad del cine español con sus travestis, bodas gitanas y barrios marginales. El cine italiano es como Italia; una luz preciosa, la tragicomedia de la vida donde la fiesta ruidosa y la despreocupación de vivir se mezcla de forma elegante con las miserias humanas. Y esa es la clave, una dimensión donde conviven lo perfecto del mármol de Pietrasanta y la ruina del corazón humano, una especie de realismo mágico italiano que engancha, magnetiza y sobre todo, conmueve.
La semana pasada un buen amigo que ahora vive en Italia me recomendó una película, la Gran Belleza, y el fin de semana saqué algo de tiempo para verla. Un escritor italiano con una sola novela publicada que vive en un magnífico ático con vistas al Coliseo. Redactor de prensa, es famoso por ser el perfecto gentleman romano. Fiestas desenfrenadas, amores tormentosos y la soledad de una vida en la que nada queda cuando sale el sol y la cama se queda vacía. Antiguos príncipes romanos que viven en los sótanos de los palacios que tuvieron que vender, la aparición de una Teresa de Calcula un poco momificada o el guiño a Edna Moda de los Increíbles como redactora jefe de la revista en la que trabaja Gep, nuestro gentleman.
Película más que recomendada para soñar con las noches romanas, emocionarse y porqué no, llorar un poco.
Abrazo,AntonioBlog de moda masculina, menswear