Revista Viajes
Me perdí entre la Peña del Ofertorio y la Cueva del Ave María, en la Pedriza. Para continuar adelante, no siempre podemos ir en línea recta; son numerosas las veces que hemos de retorcer nuestra voluntad, que hemos de girar nuestras interpretaciones, que hemos de apartar nuestro inminente deseo… porque somos comunidad, somos voluntad común, somos diálogo, somos diversidad y puntos de vista que se encuentran en la conversación, en la mirada, somos entendimiento de diferencias entre iguales.
Me perdí en la Pedriza. Mis compañeros estaban ya en un plano más alto cuando yo aún divagaba sobre la vida y el sol en terrenos llanos y más bajos. Seis minutos más tarde, después de regresar al camino y aceptar sus revueltas, di con ellos antes aún de llegar al Caracol.
La Cara del Indio saluda la primera luz de la aurora cuando los montañeros asoman entre los roquedos.
Habíamos salido desde el Tranco, en Manzanares el Real, para hacer una vuelta circular. Es divertido este paseo que deja el pueblo a nuestra derecha bajo el roquedal y los prados. Los montañeros avanzamos en grupo sorteando peñascos y caminos muy conocidos hasta superar La Cara del Indio y el sorprendente alcornoque que desde hace muchos años continúa impertérrito y estable en medio de la roca; la marcha, pese a estar pisada tantas veces en anteriores ocasiones, sigue sorprendiendo en diferentes puntos donde necesitamos vencer pequeños laberintos y encajar olvidadas pisadas.
Bajamos hasta el arroyo para ascender de inmediato al Collado de la Cueva. A partir de este punto, el sol domina y acaricia con su inmensidad todo nuestro entorno. La belleza de verdor, humedad, aromas, brisa… nos invita a un tiempo de contemplación y abrazo a la naturaleza.
He aquí una piedra que bien pudo haber sido un Cantante de Ópera allá en los albores de la formación de la tierra.
Continuamos. Un poco más arriba están las Peñas del Ofertorio y su curva cerrada a la izquierda. Aquí me perdí durante seis minutos. Después la explanada de la Cueva del Ave María y la piedra dorada de sol y misterio Pedriza arriba hasta el Caracol. En la Pedriza existen piedras grandes o breves piedras de apariencia insólita y nombres populares. La Ardilla, el Perro…
El roquedo de Cinco Cestos está iluminado por la lumbrera del sol.
Senda Maeso adelante, llegamos a la Gran Cañada. Queríamos llegar hasta Cinco Cestos y El Elefantito. Desde la Gran Cañada sale por el estrecho barranco de las Cerradillas un sendero abrupto que recorrimos en nuestro camino de ida por el roquedal alto, siguiendo senderos y rutas de otros montañeros anteriores a nosotros. ¡Cuántos infortunios, aventuras, aciertos, conquistas, lágrimas, hurras están recogidas como abrazos del pasado en las inmensas rocas de la Pedriza!
El Elefantito.
El Elefantito está en una especie de calvero en lo más alto del Collado. El Elefantito está perfectamente formado con su trompa, sus orejas inmensas, su lánguida mirada hacia la imposible hierba que se extiende entre la piedra y el viento. El Elefantito está inmóvil desde hace millones de años, en el instante anterior a recostarse en su eterno dormir.
Los montañeros regresamos a la Gran Cañada por otro sendero más apacible y más cercano al fondo del valle por donde suena un arroyo estos días de invierno y nevada. Terminamos el círculo, antes de concluir nuestro paseo en el Tranco por la Senda de Las Carboneras tantas veces recorrida y siempre entre la pérdida y la búsqueda del sendero. La Pedriza es un sueño construido para despertarse en libertad, en encuentro, en búsqueda, en construcción…
Javier Agra.