Tras pasar un buen rato dándole vueltas a eso de que la normalidad física es lo más habitual en el mundo de las relaciones sentimentales, llegué a la conclusión de que nos han vendido una mentira bastante gorda al hacernos creer que para ser amado por alguien hay que ser poco menos que un dios escultural y vestido a la última moda. Nos han estado bombardeando por todas partes con la idea de que el amor es un derecho exclusivo de la gente guapa a rabiar, y resulta que en realidad es algo universal que no entiende de nada excepto de eso, de amor. Resulta que el amor de verdad, el de esas personas que llevan treinta años casadas y que todavía van de la mano por el parque, es un sentimiento que no entiende de físicos ni de razas ni de nacionalidades ni de dinero. Ese amor incondicional y puro, ese que puede mover montañas y que puede acabar con la guerra más cruenta, es un sentimiento tan profundo y tan intenso que aquel que lo lleva dentro le importa un carajo el físico o la ropa de la persona de la que se enamora. La persona que tiene la suerte de sentir ese amor, ese que no puede ser destruido por nada, tiene muy claro que la persona que tiene al lado es la razón de su existencia, y que ni la enfermedad más grave ni la pobreza más extrema pueden hacer que abandone a su compañero en este viaje vertiginoso y extraño que es la existencia. No importa cuantos anuncios o películas echen por televisión intentando que nuestros cerebros crean que el amor es un patrimonio exclusivo de la gente que está delgada y que mide lo mismo que los modelos de pasarela, porque el amor no se deja engañar ni sobornar. Al amor le da lo mismo que la gente sea fea, mediocre, mezquina, inútil o lo que sea, porque el amor es el único sentimiento que nunca podrá se comprado por nadie, le pese a quien le pese. El amor es lo que hace que el mundo siga girando mientras los billetes y las pistolas dictan sus leyes en el mundo, es la salvación para todo el mundo sin distinción, lo único que puede convencernos de que vale la pena seguir apretando los dientes y sudar en este mundo lleno de zarzas y de fieras hambrientas y dispuestas a despedazar a sus propias crías. El amor de esas personas que cuidan a sus parejas en el hospital, ese que lleva a tantas personas a cruzar el mundo para estar con alguien de quien no lo saben todo y que hace que las salas de visita de las cárceles estén llenas de personas que lloran por esa pareja que está encerrada tras barrotes de metal pidiendo perdón, es inmune a las normas dictadas por el mercado, el dinero o la apariencia física. Ese amor que quema todo las barreras que encuentra a su paso y que duele con una intensidad tan grande que cuando desaparece las cicatrices que deja tras su huida son para toda la vida, no entiende de derechos exclusivos ni de gilipolleces por el estilo. Que no os engañen más. Amar es amar, como morir es morir, y respirar es respirar. Es algo grandioso e inexplicable, y está por encima de todo. Es amor no es un derecho exclusivo para unos cuantos, es la ley que crea y que mueve el universo. Así pues, enamoraos sin miedo. No tengáis complejos ni temores. Vivid el sentimiento con toda su fuerza, y desnudaos delante de esa persona del todo, con vuestras cicatrices y con vuestros michelines y con vuestros demonios personales, porque el amor solo es eso: amor. Amad y sed libres.
De la manica mejor....