HAEVN - Other side of sea
Está entre nosotros, zarandeando y agitándolo todo. Apenas se habla de ella porque es invisible y traicionera. Se comporta como esas olas gigantes submarinas formadas por grandes masas de agua que centrifugan y barren el fondo oceánico. Esas olas internas enormes que pueden alcanzar alturas de hasta 170 metros y viajar a largas distancias a una velocidad parsimoniosa. Esas olas que no son perceptibles en la superficie porque provocan subidas de agua de pocos centímetros, pero que siempre están en movimiento, generando inmensas corrientes de agua e influyendo en el clima de la tierra y en los ecosistemas oceánicos. La gran ola submarina del coronavirus, aunque sale poco en los telediarios, lo barre todo. Dicen que será la cuarta o la quinta ola, pero lleva activa desde hace casi un año. Me refiero al tsunami emocional que estamos padeciendo, el terremoto psicológico y/o psiquiátrico que está afectando a cientos de millones de personas hartas de esta inquietante pandemia que revoluciona nuestra vida y nuestra forma de verla. Esa fuerte marejada que salpica miedo, caras largas y silencio, mucho silencio, en las calles. Nos afecta a todos. A los que la sufren, a los que cuidan y a los que están pasmados en el sofá.
La gran ola submarina del coronavirus tardará años en irse porque es muy profunda, está tocando de lleno nuestros pilares existenciales y remueve el fondo marino sobre el que se apoyan nuestros cimientos. Sólo la sortearemos en el duro día a día que nos ha tocado vivir si cuidamos y mimamos las grandes pequeñas cosas. Esos actos simples que pintan chispitas de felicidad en nuestros ojos.
Las pequeñas cosas