Muchos creen que Artur Mas es el gran perdedor de las elecciones catalanas del 25 de noviembre, pero en realidad la gran perdedora ha sido España porque Cataluña ha demostrado claramente en las urnas que los que quieren romper con la nación son mayoría.
Si se suman los votos de CIU y de ERC, se obtiene una clara mayoría de 71 escaños, tres más de los necesarios. Si a eso se añade que en el PSC hay socialistas nacionalistas y que otras pequeñas formaciones radicales, también nacionalistas, recibieron bastantes votos, entonces es fácil concluir que los que defienden la unión entre Cataluña y España, únicamente defendida con claridad meridiana por el PP y Ciutadans, son una clara y exigua minoría.
Si España fuera un país serio y decente, tras las elecciones procedería a corregir errores y a neutralizar el cáncer del nacionalismo radical catalán, ya claramente rupturista e independentista. Y la única forma de hacerlo no es, como acostumbra el PP, demonizando y descalificando a los que quieren independizarse, sino contraponiendo a la realidad catalana, lamentable por su corrupción, ineficacia y abusos de poder, una España decente, democrática y atractiva, que cautive a los catalanes y les quite las ganas de marcharse, un sentimiento que crece en todos los territorios españoles cuando se contempla la injusticia, el abuso, la corrupción y otras maldades y carencias del sistema políticos español.
Así que, ni ayer se produjo una victoria del españolismo, ni una derrota del independentismo, sino una clara constatación de que Cataluña es hoy un grave problema para España porque los catalanes, mayoritariamente, quieren abandonar la nación común.
Hacer nuevas concesiones a los catalanes, como hizo Zapatero para detener el avance del monstruo, sería un error porque rompería el inalterable principio de la igualdad entre los pueblos de España. La solución no es otra que adecentar el país, perseguir a los corruptos, adelgazar el Estado, desinfectar la vida política, independizar y sanear la Justicia, limpiar a la policía de violentos y de torturadores y desplegar un intenso programa de saneamiento y limpieza que regenere el país y convierta a España en un país deseable y envidiable, no en la pocilga actual, lider mundial en casi todo lo deleznable: prostitución, drogas, baja calidad de la enseñanza, trata de blancas, blanqueo de dinero, corrupción, abuso de poder, coches oficiales, privilegios de las castas poderosas, marginación de los ciudadanos, desempleo masivo, avance de la pobreza, frustración de jóvenes, y un largo y escalofriante etcétera de dramas e injusticias que emanan de un poder inepto, incapaz y escasamente democrático.