Hoy empieza la campaña de vacunación contra la gripe de este año. La vacuna debe contener las cepas
- A/Michigan/45/2015 (H1N1)pdm09-like virus
- A/Singapore/INFIMH-16-0019/2016 A(H3N2)-like virus (updated)
- B/Colorado/06/2017-like (Victoria lineage) virus (updated)
Hace cien años, a estas alturas del 1918, la gran epidemia de gripe que asoló una buena parte del mundo desde la primavera de 1917, empezaba a remitir.
Los tratados clásicos de Pediatría social, eso que en los países anglosajones se conoce como “Community Medicine“, solían empezar con unos capítulos de epidemiología. Casi todos incluían un gráfico sobre mortalidad infantil, mostrando el considerable descenso de la mortalidad infantil a lo largo del siglo XX y, seguidamente, la relación sobre todo con el progreso social y cultural de las poblaciones. Lo que veis aquí al lado es un ejemplo que muestra el descenso durante la primera mitad del siglo pasado pero, rodeados en rojo, dos hitos, dos puntas significativas: una alrededor de los años 17-18 y el otro a los 36- 41. La segunda corresponde a la terrible Guerra civil española. La primera sin embargo, corresponde a la gripe del año 18.
Cada invierno la aparición del fenómeno epidémico de las infecciones por el virus de la gripe en sus diferentes cepas ( “Influenza virus” tipo A, el más común) genera dificultades que se generalizan en todos los ámbitos sociales: enfermedad, pérdida de horas de trabajo, pérdida de horas de escuela, carencias de recursos humanos, colas en los centros sanitarios, sobrecarga de los hospitales y, incluso, muertes, directas o indirectas. Ya hemos explicado que las epidemias son una forma social de enfermar.
Perdiéndose en la memoria de la gente por el paso del tiempo, queda el recuerdo de la gripe del año 18. Entre la primavera de 1917 y el verano de 1918, en el mundo se produjo una tremenda epidemia que causó más de 60 millones de víctimas mortales. Parece muy fácil de decir en una frase: 60 millones de muertos. Muchísimos más que los que causó la terrible Guerra Mundial, en aquellos momentos estaba llegando a sus episodios finales. Los historiadores bélicos dicen que la gripe y la afectación de los soldados combatientes fue un factor decisivo para alcanzar el armisticio. Han pasado 100 años y ningún otro fenómeno ha causado tanta mortandad en tan breve periodo, si bien si se suman todos los episodios bélicos que históricamente se cuentan como parte de la no menos terrible II Guerra Mundial serían más, pero en este caso más alargados en el tiempo y el espacio.
Apenas deben quedar algunos supervivientes, centenarios o no tan mayores, que recuerden de algún familiar muerto en aquella terrible epidemia. Hace unos años, en 2009 hubo una gran alarma mundial por el miedo a que una nueva epidemia mundial tuviese las mismas consecuencias. El virus que causa la gripe varía de año en año. Los virus de la gripe se clasifican según que lleven unas enzimas concretos: la hemaglutinina y la neurominidasa, reducidos en la nomenclatura a las iniciales H y N, y de un tipo específico que recibe un número: 1, 2, 3, etc . La gripe del 18 la produjo el virus de la gripe H1N1. La que se detectó en 2009 también era el H1N1, razones biológicas como para temer que podía tratarse del mismo. La epidemia se originó en México y se extendió pronto en Estados Unidos. Esto y la reacción un poco histérica de la directora general de la OMS, Margaret Chan, generaron una alarma mundial considerable. La carencia al comienzo de una vacuna eficaz en cantidades suficientes y la disponibilidad de unos agentes antivirales como el oseltaminvir (Tamiflu) y zanamivir (Relenza) motivaron que se levantaran sospechas de que la alarma se había creado artificialmente para beneficiar la industria químico-farmacéutica.
Estos incidentes en parte, la gripe nos visita cada año y hace 100 años que los científicos luchan por encontrar soluciones enfocadas a una fenómeno que tiene considerables costes en vidas humanas y también sociales, económicos e incluso políticos. Una buena parte de la historia de la investigación de la gripe y su causa fue relatada en el “best seller” escrito por la periodista especializada en temas de salud del New York Times Gina Colatta, titulado “Flu“. “Flu” es el nombre coloquial de la gripe en inglés. Deriva de que los síntomas de fiebre, mucosidad, tos, malestar general, etc. de la gripe se consideraban relacionados con el mal tiempo invernal y decían que “estaba bajo la influencia” del tiempo. Este nombre se asignó a un microbio, el Hemophilus influenzae, al que se hizo responsable la gripe hace cien años y que entonces ya era identificable. Después se vio que sólo era un agente complicante. El virus de la gripe de 1918 no se pudo identificar en aquel entonces. El libro de Gina Colatta cuenta la fascinante historia de la investigación que llevó a la identificación y aislamiento del virus tres cuartos de siglo después, cuando se encontró en los cadáveres de víctimas de la gripe enterrados en el hielo en el Ártico que habían permanecido congelados.
Quien quiera adentrarse en las complejidades de los avances de la ciencia, tiene en la gripe un amplísimo campo de estudio, alargado 100 años y que mantiene toda, aunque estacional, actualidad.
El resto, más preocupados por el día a día, tenemos que activar las medidas preventivas elementales, evitar el contagio que es principalmente por contacto con las manos, con lavados frecuentes, usar pañuelos desechables, rehuir de las aglomeraciones en espacios cerrados, cubrirse la cara cuando tosemos con el codo en vez de la mano o el puño, y, si enfermamos, utilizar medidas generales como la hidratación, los analgésicos-antitérmicos y el reposo. Los grupos que así lo tienen recomendado: personas mayores, chiquillos, grupos de riesgo como sanitarios y servidores públicos, deben vacunarse con la vacuna recomendada por cada año, aunque, la eficacia es variable y, este año, no lo es tanto. Con un poco de suerte no volveremos a vivir una pandemia como la de hace cien años, el terrible año 1918.
Vacunaos. Consultad vuestra autoridad sanitaria local.
X. Allué (Editor)