Hace unos días, mientras desayunaba con mi bebé gigante, tenía, como siempre, a mi pequeña foquita encima mío. Acabada de beber su primera toma del día pero señaló con entusiasmo el jamón dulce. Pensé, bueno momento para que empiece a acostumbrarse a desayunar sólido. Así que le pregunté: ¿Quieres un poco de jamón dulce? Su efusiva respuesta fue: A mí, a mí, mamá, a mí, a mí, poco, poco.
Desde entonces, cada vez que quiere algo que le gusta, véase el nombrado jamón dulce, la pasta, la carne (la verdura se la come pero sin entusiasmo), repite una y otra vez poco, mama, poco. Pero de poco nada. Poco a poco, se zampa un buen plato de spaguetti o un filete de lomo como si nada. Pero ella insiste, poco mama, poco. Vamos, que la ironía la ha heredado de mí. Bueno, sólo un poco.