Hay algunos días que la compra en el hiper está teñida de una cierta agresividad.
Mientras estamos comprando, todos somos seres pacíficos pero cuando nos acercamos a “La Caja”, el ambiente cambia drásticamente y uno se adentra en terreno hostil.
Depende de tu tiempo que , aunque sea siempre de oro, hay días que aprieta más que otros.Si es uno de esos en que la compra ha sido acelerada y rentabilizada al máximo en cuanto a tiempo, llegar a la zona de cajas y encontrarte con la desaceleración del proceso, te puede afectar muy negativamente.
La primera gran decisión cuando llegas a campo enemigo es La Caja que vas a elegir. Observas con atención todos los movimientos de los otros carritos, recuentas visualmente tus más de 10 artículos por lo que desestimas la Caja Rápida ( que no suele ser rápida) y, en base a lo que ves que llevan los que van delante , eliges una Caja.
Puede haber un titubeo posterior, cuando ya ubicado tras tu carrito y esperando pacientemente tu turno, te das cuentas que igual es mejor la caja que tienes más a la derecha. Tienes que decidir abandonar tu puesto en las trincheras ( ya llevas un ratito esperando) y quedar como tonto, si finalmente la caja que abandonas avanza más rápido.
Una vez ya te has posicionado definitivamente, debes encomendarte al Santo de las alarmas y de los códigos de barras defectuosos. Igual tu cola parecía más liviana, igual casi llegaba tu turno hasta que… todo se para y la cajera o cajero, cogen el teléfono( ese que siempre hay en las cajas) y llaman a otra persona para que vaya a buscar un precio. O en el producto X hay una de esas alarmas que sacan golpeando en otro artilugio pero que, en este caso, se resisten a abandonar la prenda… Si los “inicidentes” se alargan, tu paciencia empieza a consumirse aceleradamente y te conviertes en su ser malhumorado. Si una agradable ancianita se dirige a tí con una bolsa de naranjas, pidiéndote que le cedas el turno, puedes llegar a rugirle. O si lo hace una mamá agobiada … Para eso estan las Cajas Preferentes que, inexpicablemente, nunca está ocupada por esas personas que requieren de una cortesía funcional ( embarazadas, abuelos y abuelas, etc…).
Las miradas fulminan a los que nos retrasan. Esa persona que tiene una duda respecto a su ticket de compra y no ceja en su empeño de la aclaración. O la que ha comprado tropecientas mil cosas que “creía que entraban en la oferta” y hace deshacer la operación…
Cuando por fin llega tu turno, el enemigo ya ha minado tus defensas. Mientras esperabas que el matrimonio que iba delante, coloque todo en su carrito ( se pelean por lo que va encima y lo que no y creo que al final, se les chafan los huevos), tu compra se va amontonando en la cinta. Cuando consigues poner orden y llenas tus bolsas ( recicladas), la cajera ya está esperando que le pagues y como ya estás derrotado, te pasa eso de que no encuentras “La Tarjeta Club” o la calderilla necesaria que te empeñas en dar “justa” o el DNI que te piden para pagar con la VISA…y los que esperan, te lanzan esa mirada asesina .
Pero, con tu ticket en la mano, esa amenaza te resbala…. Ya estás a salvo al otro lado de La Caja.