A estas alturas del año 2020 ya sabemos todos que nos encontramos ante una batalla cultural sin precedentes que trata de suprimir nuestra historia, nuestros valores y Declaración de Derechos por parte de la izquierda radical, apoyada y amparada por el Partido Demócrata y los grandes medios de comunicación y redes sociales.
Es, sin duda, la mayor amenaza para los Estados Unidos y nosotros, como estadounidenses, debemos reconocerla como tal y combatir activamente. En esta guerra cultural, encontramos otra guerra mediática de los medios contra el presidente Trump, empeñados en que no salga reelegido porque ni lo pueden comprar, manipular ni manejar a su antojo.
Así, la cobertura de noticias más deshonesta, desleal y sesgada que hemos tenido ocasión de ver en décadas, va a empeorar aún más de aquí a noviembre. El objetivo es claro: derrotar a Trump como sea, sin importar las mentiras que se fabriquen para perjudicarlo. El punto de inflexión que ha marcado el empeoramiento de la cobertura informativa de los medios y la prensa mayoritaria, fue el discurso del presidente en Mount Rushmore para festejar el 4 de julio.
Gran parte del discurso de Trump fue una celebración de la historia, los principios y los líderes estadounidenses. Habló extensamente de los cuatro presidentes cuyos rostros fueron esculpidos en Mount Rushmore (Lincoln, Jefferson, Washington y Roosevelt) y rindió tributo a los demás. Sin embargo, los medios se volcaron en hablar de división y racismo. Algo completamente alejado de las palabras de Trump.
Cuando escuchamos las palabras de Trump al decir: "Somos la tierra de Wild Bill Hickock y Buffalo Bill Cody. Somos la nación que dio origen a los hermanos Wright, los aviadores de Tuskegee, Harriet Tubman, Clara Barton, Jesse Owens, el general George Patton, el gran Louie Armstrong, Alan Shepard, Elvis Presley y Muhammad Ali" y oímos a los demócratas con su mensaje de división y odio, los ciudadanos comprendemos que la cobertura de la prensa, se ha vuelto mezquina, dañina y odiosa.
El discurso del Mount Rushmore fue una defensa impresionante de los logros y los valores estadounidenses, y esta es la razón por la cual los activistas de la izquierda antiamericana y los propagandistas que fingen ser medios de comunicación atacaron el discurso con saña. Todavía les está escociendo el culo y la cara de las hostias verbales que les metió Trump.
Frente al veneno de los medios contra el presidente, Trump ni se inmuta y apoya el proyecto de ley que será presentado esta semana para eliminar los fondos federales para cualquier gobierno local que no respete el estado de derecho y proteja las estatuas históricas que están siendo atacadas por las turbas violentas de Antifa y BLM. Esto es defender la nación como debe hacerse, cortando el grifo del dinero a los estados y ciudades con gobernadores y alcaldes que apoyan el terrorismo y la anarquía.
O lanzando, vía orden ejecutiva, la Hispanic Prosperity Initiative (Iniciativa de Prosperidad Hispana), que alienta políticas a favor del crecimiento, la familia y la comunidad hispana, como la elección de escuelas, la educación cívica, etc. Algo que ayudará a garantizar que la comunidad hispana, que cuenta con más de 60 millones de personas en nuestro país, prospere y mejore el acceso a la educación y a las oportunidades económicas.
Mientras el apoyo ciudadano a la agenda del presidente se mantiene estable y crece, los temas que los medios y la prensa utilizan para atacar a Trump, tan sólo cuentan con el respaldo del 15-25% del país, alejados de las preocupaciones de los ciudadanos y que sólo representan a una minoría fanática de la sociedad.
La inmensa mayoría silenciosa de Estados Unidos apoya al presidente Trump y asiste estupefacta a esa pésima cobertura informativa que falsea las noticias con descaro y desvergüenza hasta convertirla en mera propaganda de izquierda. Sólo unos pocos medios y profesionales periodistas se salvan de este sesgo anti Trump, precisamente los que cuentan con mayor prestigio social. Y es que, al fin y al cabo, los estadounidenses que critican a los medios tienen más sentido común que los demócratas de izquierda y sus altavoces en la prensa.
"Las turbas enojadas están tratando de derribar las estatuas de nuestros Fundadores, desfigurar nuestros monumentos más sagrados y desatar una ola de crímenes violentos en nuestras ciudades", dijo Trump con precisión en su discurso de Mount Rushmore. Es la pura realidad. En pocas semanas, los índices de criminalidad han aumentado en todas las ciudades, bajo alcaldes demócratas, que permiten los disturbios. El mensaje del presidente, claro y directo, no es el que la mayoría de los medios quieren que los votantes reciban en los meses previos a noviembre. Porque ellos aseguran a los televidentes que las protestas son "en su mayoría pacíficas", incluso mientras los incendios arden ante la cámara y los asaltos a tiendas y ciudadanos se producen.
Se ha asegurado a los lectores de periódicos que quienes se apoderan de las calles y expulsan a la policía están promoviendo, en palabras del alcalde de Seattle, un "verano de amor", incluso cuando su campamento se convierte en escenario de múltiples homicidios y los acontecimientos demuestran que Trump tiene toda la razón de su parte. Los periodistas que sesgan la información evitan mencionar el hecho de que los homicidios y asesinatos en Nueva York, Chicago y muchas otras ciudades han aumentado repentinamente muy por encima de los números de 2019 y años anteriores. La mayoría de los muertos son negros, pero aparentemente, esas vidas negras realmente no les importan. Por supuesto, porque el objetivo es derribar a Trump como sea, nada más. Algo que la ciudadanía sabe perfectamente.
La sensibilidad de los medios de comunicación y la prensa manipuladora de izquierdas también se ha visto expuesta cuando Trump habló de un "fascismo de extrema izquierda", una de cuyas armas políticas es "cancelar la cultura: expulsar a las personas de sus trabajos, avergonzar a los disidentes y exigir la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo".
Les retrata como los auténticos totalitarios que son, imponiendo sus códigos, ideología y pensamiento a toda la sociedad. Esos medios en guerra con Trump odian su discurso en Mount Rushmore, por supuesto, dado que el presidente lo convirtió en uno de sus mejores momentos, y tiene muchos, lo transformó en un renacimiento ideológico y se hizo dueño de la narrativa informativa y de la campaña electoral.
Los recientes acontecimientos nos presentan un recrudecimiento de la guerra cultural y la guerra mediática contra Trump porque estamos en pleno contrarreloj hacia noviembre y una reelección que están empeñados en descarrilar, pero que no podrán evitar.
Se producirán nuevos ataques contra el presidente Trump, no cabe duda, en estos próximos meses. Los descontamos y nos resbalan. Los votantes del sentido común, los que defendemos la historia y la cultura estadounidense, los que estamos con Trump, le daremos otra victoria histórica que hará llorar de nuevo a los progres de izquierda y desatará berrinches entre los demócratas que todavía no voten a Trump (que ya son también cada día más).
Tal vez aprendan a respetar a los demás y a los votantes de Trump cuando el presidente gane la reelección. Mientras tanto, no está de más que la sociedad plante cara a estos nuevos fanáticos, que se llaman demócratas, pero que sólo quieren imponer su deriva autoritaria y suprimir libertades. No podemos ceder. La victoria de Trump y del país en esta guerra cultural y mediática es nuestro objetivo y nuestra misión.