Cuando los españoles llegaron a California, se encontraron vastas praderas donde abundaban los ardillones de California ( Otospermophilus beecheyi), un tipo de ardilla terrestre que puede alcanzar 1,13 kg de peso antes de hibernar. Inicialmente no eran ningún problema, pues no afectaban a la ganadería, pero comenzaron a serlo cuando atacaron los pequeños huertos y jardines, debiendo recurrir a cebos con estricnina para contenerlos.
Después de la fiebre del oro de 1849 y la construcción de ferrocarriles transcontinentales, California se convirtió en la líder en la producción de frutas, nueces y uvas, entre otros productos. Los ardillones se aprovecharon de esa situación acudiendo a esas fuentes inagotables de alimento. Gracias a que pueden excavar hasta 400 metros desde su colonia y escalar de 2,4 a 3,7 metros de altura, pocos cultivos estaban fuera de su alcance. Además pueden almacenar la fruta en sus carrillos. Teniendo en cuenta que lo que guardan para el invierno suele exceder lo que consumen y que tal disponibilidad de recursos facilita su multiplicación, los asaltos de estos roedores eran catastróficos. Además, la creación de zonas de pastoreo creaba un ambiente idóneo para que vivieran los ardillones. Por lo tanto, mientras la población humana aumentaba, también lo hacían sus necesidades de alimento y, con esta, la disponibilidad de casa y comida para los adaptables ardillones. Irónicamente, era la especie autóctona la que era considerada una plaga.
Los venenos y las trampas servían para controlar la población creciente, ya que las camadas podían ser de 6 a 8 crías y, con la buena alimentación, podían llegar a adultas y reproducirse. En 1918, se calculó que los ardillones producían 30 millones de dólares anuales (más de 500 millones actuales) en pérdidas, por lo que se dedicó 40 000$ de los fondos de guerra de emergencia para la División de Control de Roedores de la Comisión Estatal de Horticultura, con W.C. Jacobsen como superintendente.
Entre las medidas para el control de la plaga se incluyó la participación de los niños, que recibirían premios de 50$, 30$ y 20$ (862, 517 y 345, respectivamente, ajustado a la inflación) por matar a los ardillones rociando sus madrigueras con raticida. Así, del 29 de abril al 4 de mayo, se celebraría la "Semana de la ardilla", cual día del apaleamiento, para acabar con los ardillones y proveer más alimento para las tropas que luchaban en Europa. La comparación con la Primera Guerra Mundial llegó incluso a las representaciones de los ardillones con el casco alemán pickelhaube. Se distribuyeron 34 000 pósters y medio millón de folletos informando del plan.
El 4 de mayo se informó que habían muerto al menos 100 000 ardillones, que se verificaban llevando sus colas al colegio. En muchos condados, los niños siguieron acabando con ellos incluso pasada esta fecha. Por ejemplo, en el condado de Lassen, que no pudo participar en mayo, los niños acabaron con 31 669 ardillones, 8 089 en un solo distrito escolar y 3 780 por un solo niño. Aún así, se tenían en cuenta que probablemente solo se habían informado de la mitad de las muertes.
El plan fue un éxito aunque, como todas las medidas de control, su beneficio no fue eterno, por lo que los ardillones de California siguen siendo una plaga actualmente.
- Marsh, R. E. (1998). Historical review of ground squirrel crop damage in California. International biodeterioration & biodegradation, 42(2-3), 93-99.
- Taylor, W. P. (1920). California Ground Squirrels. A Bulletin dealing with Life Histories, Habits and Control of the Ground Squirrels in California.