Revista Política
El acontecimiento por el que la Dama de Hierro se convirtió en una figura internacional fue, sin duda, la guerra de las Malvinas.Independientemente de la determinación de la PM, la guerra de las Malvinas llama la atención por tratarse de un conflicto bélico clásico entre dos Estados desarrollados. En un final de siglo donde el carácter de los conflictos estaba mutando, nos encontramos con el más clásico de los Casus Belli: la invasión de un territorio soberano por una disputa territorial. Parecía que después del desastre de Suez de 1956, ningún país europeo tenía la capacidad ni la determinación de emprender una guerra convencional en solitario. Más teniendo en cuenta las dificultades logísticas de luchar a doce mil kilómetros de la metrópoli y con unas condiciones climáticas adversas. Los argentinos, a pesar de contar con una ventaja logística (las islas están a sólo cuatrocientos kilómetros de sus costas), chocaron con la determinación de la PM británica y se prepararon de forma deficiente y torpe. Subestimaron la determinación de la PM. Esta fue, sin duda, la guerra de Thatcher.Las dudas sobre la determinación de la inquilina del Número 10 no sólo existían en la Casa Rosada, se daban también en el seno del gobierno británico y del partido conservador. En medio de la vorágine de recorte del gasto, una guerra en ultramar era un dispendio inasumible según Sir Geoffrey Howe. No sólo en el gabinete se encontraban las grandes discrepancias. Hoy sabemos que dentro de su círculo más íntimo de consejeros había una mayoría a favor de la negociación dadas las dificultades de una intervención militar. Pero la guerra de Thatcher fue también consecuencia de sus propias políticas y una serie de errores de cálculo por parte de la inteligencia británica que han salido a la luz a principios de este año cuando la fundación Thatcher ha hecho público los diarios de la PM sobre este conflicto.Los informes de la inteligencia británica apuntaban a que la junta argentina, inmersa en cada vez más problemas internos, no se atrevería a llevar a cabo una acción tan audaz. Informe que fue utilizado por Downing Street para dar de baja el único buque de guerra que protegía las islas, el HMS Endurance. En una carta escrita en 1982 al MP conservador Richard Needham, la Dama de Hierro justificaba tal medida ante la necesidad de hacer recortes.Fue una decisión fatal que, a pesar de lo que pudiera parecer, hundió al partido Tory y al ejecutivo en una profunda división. Muchos de los veteranos del Partido aún conservaban fresco el desastre de Suez y temían un desenlace aun peor dada la distancia de las Malvinas.La división en la bancada conservadora fue constatada por el Chief Whip, Michael Joplin, quien trasladó a la PM las divisiones en el seno del Partido. No solo existía una división en cuanto si intervenir o simplemente negociar, había serias dudas de la naturaleza de la intervención militar. Importantes figuras del gobierno, como el Secretario Kenneth Clarke, opinaban que la acción militar debía estar destinada a forzar unas negociaciones exitosas, "que nadie piense que vamos a entrar en combate contra los argentinos, solo haremos volar un par de barcos para forzar las negociaciones."Las opiniones en contra de la intervención no solo se encontraba en la bancada Tory y en el gobierno. El Foreign Office no apoyaba una intervención y su responsables fueron protagonistas de errores a la hora de plantear la situación. El portavoz parlamentario de Asuntos Exteriores, Sir Humphrey Atkins, cuando la crisis era inminente declaró que no existía peligro de una intervención argentina, lo que provocó su dimisión. Aunque el error pueda ser una mera anécdota muestra el poco interés que el Foreign Office tenía sobre las Malvinas. De hecho, años atrás, un ex ministro laborista de exteriores, George Brown, declaró a su homólogo argentino que " las Malvinas le importaban un carajo".Si esta era la opinión del Foreign Office, no distaba mucho de la del entorno económico de la señora Thatcher. Alan Walters, su asesor económico, le aconsejó evitar el conflicto y repatriar la escasa población de la isla, previo pago de una indemnización argentina de más de cien mil dólares por habitante. Incluso su Jefe del Estado Mayor, David Wolfson, le sugirió que los habitantes de las Malvinas, si no le gustaba su nuevos estatus pudieran acceder a la nacionalidad canadiense, australiana o neozelandesa y que dicho plan contaría con una garantía del gobierno estadounidense.No solo había consideraciones económicas y militares en el conflicto. Muchos de sus asesores más cercanos alertaron a la PM que políticamente no sobreviviría a un fracaso en la recuperación de las Malvinas.Pero la determinación de Margaret Thatcher hizo posible poner en marcha en pocas semanas una fuerza expedicionaria que contaría con el apoyo de un vacilante Estados Unidos. El Presidente Reagan tuvo que elegir entre su principal aliado en Europa (y en la OTAN) y uno de sus títeres de la Operación Cóndor. Pero la ayuda no sería gratuita. Los británicos tuvieron que pagar un alto peaje con la cesión de varias bases en lugares estratégicos del mundo (Asunción, Diego García...). Los británicos obtuvieron acceso a información de espionaje vía satélite con la que controlar los movimientos argentinos. La rápida recuperación de las Islas Georgias del sur fue un preludio de la poca resistencia que iban a mostrar los argentinos. Fue un importante golpe para los argentinos, puesto que los británicos recuperaron una importante plataforma sobre la que actuar. Hubo un episodio que aun sigue rodeado de controversia. Éste fue el hundimiento del Crucero General Belgrano. Buque de guerra de la armada argentina que se alejaba de la zona de exclusión delimitada por los británicos, fue identificado como una amenaza por la PM y hundido por el HMS Conqueror el dos de mayo de 1982. Si fue un acto deliberado para hundir con el crucero toda posibilidad de negociación aun no se sabe a ciencia cierta, pero las posibilidades de un final negociado a corto plazo se fueron a pique con el Belgrano justo un día antes de la llegada de una propuesta de paz por parte del gobierno peruano. Los argentinos respondieron de forma contundente intentando hundir el HMS Sheffield. Dos aviones super etendar de la aviación argentina dotados con misiles anti buque Exocet despegaron el 4 de mayo de 1982 y uno de ellos hizo blanco en el destructor. Aunque el segundo no dio en el blanco el destructor británico terminó de hundirse. Hay varios interrogantes que rodean al hundimiento del HMS Sheffield, El primero de ellos es el que sugiere que un miembro de la familia real viajaba a bordo del Sheffield para subir la moral de la tropa. De ser así lo más seguro es que se tratase del príncipe Eduardo, aunque hay voces que sitúan al príncipe de Gales a bordo y que pudo sufrir un verdadero peligro. El segundo interrogante es el que sugiere que el destructor iba armado con misiles o torpedos nucleares tácticos. La prensa de la época se hizo eco de este rumor que fue desde Der Spiegel hasta el Scotsman. En 2003 el Ministerio de Defensa admitió que los buques iban provistos de armamento nuclear táctico pero que nunca entraron en las Malvinas. Las bases del desembarco anfibio, que se encontraba de camino, fueron puestas por las fuerzas especiales SAS Británicas, que ante el golpe del Sheffield tuvieron que eliminar las bases de super etendar para neutralizar la amenaza de los misiles antibuques Exocet. Así mismo el presidente de la república francesa, Françoise Mitterrand dejó de vender los misiles a Argentina a pesar de que éstos se los comparaban al inflado precio de un millón de dólares. Operación que fue complementada con la compra en el mercado negro de todos los disponibles por el MI6.La operación de recuperación de las Malvinas fue todo un éxito y su capital, Port Stanley, fue tomada sin un disparar un solo tiro. Las tropas argentinas tenía la moral muy baja y se encontraban entre una población enormemente hostil. No eran los libertadores que la junta militar le había dicho que eran. La victoria sobre Argentina rubricó a nivel internacional a Margaret Thatcher como la Dama de Hierro y posibilitó la reelección en dos ocasiones de la hija del tendero. Había luchado contra el enemigo, en ultramar y en casa. Contra los derrotistas del partido y había logrado poner a Estados Unidos de su parte. Era, sin duda, una victoria personal. Tal vez la más personal de todas las batallas que libraría en el Número 10. En Argentina la derrota aceleró el final de la dictadura militar. Si la guerra había sido puesta en marcha como una cortina de humo que desviase la atención del público de los crecientes problemas internos, su derrota terminó por acelerar el improrrogable final de la junta militar.Todos los documentos desclasificados muestran cuánto le deben los habitantes de las Malvinas a Margaret Thatcher personalmente. Sin su determinación probablemente UK no se hubiera embarcado en una guerra en ultramar. Los riesgos eran muy elevados, para la armada, para la población de las Malvinas y para ella misma.