Como no se debería tolerar lo intolerable tampoco se tendría que justificar lo injustificable, ahí radica el peligro del pensamiento.
El Yo se fortalece con el pensamiento, sólo cuando ve peligrar su existencia y ésta no depende exclusivamente de aquel sino que también puede depender de otros, se diluye. Cuando las cosas vuelven a la normalidad, el otro se convierte en enemigo y empieza la competencia y la lucha por dominar o anular al adversario, es decir, cuando la vida se convierte en una guerra permanente por la supervivencia. el individuo más adapatado a la sociedad de la dominación tiene que empezar a elaborar tácticas y estrategias que garanticen una posición más o menos cómoda en el campo de batalla del mundo.