Revista Medio Ambiente

¿La "guerra" del pigargo?

Por Davidalvarez

El periódico La Nueva España nos deleita hoy con un publirreportaje sobre los pigargos que para no defraudar ilustra con un titular acorde a su línea mierder habitual: "Proyecto Pigargo: la guerra desatada".

Pero vayamos por partes. Aquí no hay ninguna guerra, aquí hay un proyecto de introducción de una especie que nunca debería haber comenzado, porque en primer lugar se apoya en unas pruebas de su presencia como reproductora que ya han sido rebatidas en multitud de ocasiones porque no eran concluyentes. La mayoría de estas supuestas pruebas son testimonios orales o transcripciones escritas que casi con total seguridad hacen referencia a otras especies de rapaces, como el águila pescadora, cuya presencia como reproductora, incluso en la actualidad, está confirmada desde hace tiempo. El resto de "pruebas irrefutables" son algunos restos fósiles que lo único que confirman es que algunos individuos de la especie pasaron por aquí, algo que ya se sabe porque las observaciones como divagante si están acreditadas, incluso con varias observaciones recientes. Pero eso no indica que se trate de una especie reproductora, ni muchísimo menos, ya que todos los años millones de individuos de cientos de especies visitan la Península ibérica como invernantes, como divagantes, o haciendo escala durante sus viajes migratorios, sin que eso implique que sean especies reproductoras. Pero incluso en el caso de que hubiera indicios de su reproducción hace miles de años, que no es el caso, eso tampoco sería suficiente para justificar su reintroducción, ya que el ecosistema podría haber sufrido importantes cambios desde su desaparición y una reintroducción podría acarrear muchos más problemas que beneficios. Por ejemplo, de la Hiena manchada (Crocuta crocuta) si hay pruebas irrefutables de su presencia como reproductora hasta hace poco más de 10.000 años, a finales del Pleistoceno tardío, y a nadie se le ha ocurrido comenzar un proyecto de reintroducción con la especie.

Por otra parte, sobre si el Pigargo es un depredador o un carroñero, se trata de una discusión tan ridícula que resulta absurdo seguir comentándolo. Por supuesto que es una especie carroñera, pero por supuesto que también es un depredador y para confirmarlo solo hace falta leer cualquier trabajo sobre su dieta en su área natural de distribución. Los pigargos depredan sobre peces, sobre mamíferos y sobre aves marinas, como ocurre en Noruega, donde gran parte de su dieta está formada por estas aves. Partiendo de esa información, no es descabellado afirmar que en el Cantábrico, en el mismo lugar donde se han soltado los pigargos, hay especies en peligro como los salmones o los cormoranes moñudos, que podrían llegar a formar parte de la dieta de los pigargos. 

Leer las declaraciones de Lorena Juste, que es la cabeza visible del proyecto coordinado por GREFA, tachando de bulos infundados esas informaciones, aparte de una falta de respeto no es sorprendente ya que lleva usando esa estrategia difamatoria desde que algunos empezamos a criticar el proyecto. Pero aparte de una falta de respeto, todo lo que afirmamos está apoyado en trabajos científicos publicados y no en opiniones arbitrarias, o como ella afirma, motivadas por algún interés personal que debería explicarnos, ya que si no es capaz de hacerlo, debería rectificar y pedir disculpas.  Por lo tanto, lo único que podrían explicar su habitual retahíla de descalificaciones, como ese supuesto "odio" o "animadversión" hacia los pigargos, que seguramente use para tocar la fibra de ciertos sectores animalistas y ganarse su apoyo, solo parecen responder a la frustración al ver en peligro su puesto de trabajo. Obviamente los pigargos, que son unas aves preciosas y magníficas, que en su área de distribución son una pieza irremplazable en el ecosistema, no tienen ninguna culpa en todo este asunto. Y por cierto, no se nos debe olvidar que el pigargo es una especie que no solo no está amenazada sino que está experimentando un importante crecimiento poblacional y una expansión en su área de distribución.

Pero ni el titular belicista de La Nueva España ni las descalificaciones de Lorena Juste deben servir para maquillar la realidad, que no es otra que la siguiente: El Proyecto Pigargo se ha terminado. Y se ha terminado porque una vez finalizada su fase experimental de dos años, para pasar a la fase definitiva se necesita el apoyo de las CCAA implicadas, y en la última reunión del Comité Nacional de Flora y Fauna, tanto los representantes de Asturias, como los de Galicia y Cantabria, se lo han retirado y ya se han paralizado las sueltas. O sea que lo único que hay que hay que aclarar es lo que se va a hacer con las aves que ya se han liberado, algo que debería haberse contemplado en la memoria del proyecto y que confirma, por enésima vez, la enorme chapuza de todo esto, desde sus inicios hasta ahora. 

Y por supuesto, tanto el Ministerio de Transición Ecológica como el Principado de Asturias deberían dejar de escurrir el bulto y hacer una declaración formal que clarifique todos estos puntos, por ejemplo, la eliminación de los puntos de alimentación suplementaria que están fijando a los pigargos al área de suelta.

Hasta que todo esto ocurra todo lo demás son fuegos de artificio.


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