Revista Comunicación
Del drama bien encorsetado al dramón puede haber una línea muy fina. Downton Abbey la ha cruzado varias veces en esta segunda temporada. Del dramón a secas, al dramón con mayúsculas, sólo un pequeño paso más. A Downton Abbey también se le ha ido la mano en este aspecto en alguna que otra ocasión. Pero tampoco exageremos, que no todo ha sido un valle de lágrimas y desaciertos.
Para que os hagáis una idea. Si la primera temporada se parecía más, en cuanto tono, estilo, y ritmo al Gosford Park de Robert Altman (no en vano comparten guionista), lo que más se desprende de esta segunda temporada seria una mezcla entre dos películas tan similares y tan diferentes entre sí, de James Ivory, como las melancólicas y clásicas Lo que queda del día y Regreso a Howards End. Por otra parte tres estupendas películas de época. Pero que si me tengo que quedar con una no me lo pienso ni un segundo, me quedo con la de Altman, que supo mezclar a la perfección modernidad y clasicismo, regalándonos de paso una buena ración de thriller, culebrón de época, lucha de clases, y hasta si supimos estar bien atentos, unas pequeñas gotas de humor casi a lo Monty Pyton.
Pero no nos desviemos de Downton...
Después de un primer episodio completamente irreconocible, por lo clasicorro, falto de ritmo, inconexo, y sobre todo acelerado que fue, Downton Abbey volvió a coger el pulso en su segundo capítulo para devolvernos parte de la magia de esa primera temporada que tanto nos gustó. La Iª Guerra Mundial ha sido el eje central de este segundo relato, y aunque ha partido de una muy buena base argumental, no siempre ha sabido mantener el listón tan alto como lo hizo en su anterior temporada.
Para empezar ha perdido un poco el efecto sorpresa que tanto nos gustó y nos descolocó en su anterior tanda de episodios. El sentido del humor ha sido un poco más escaso, me atrevería a decir que hasta rancio, y desde luego menos espontaneo que en anteriores ocasiones (¿Dónde se han dejado esas divertidas frases lapidarias de Lady Violet?). Los diálogos no han sido tan afilados y mordientes como en sus mejores momentos. Y hasta la puesta en escena se me antoja un pelín más acartonada que de costumbre (¿o es que ya me estoy pasando?). En realidad nada grave por separado (tampoco es para tanto), pero sí lo suficientemente importante en conjunto como para tener una percepción general algo menos satisfactoria de lo esperado. Para rematar la faena, la temporada se despidió con otro episodio de esos que a uno le dan ganas de cortarse las venas por lo lentos y previsibles que fueron todos y cada uno de los acontecimientos que acaecieron en él.
En resumen, una temporada muy irregular pero ¡ojo! igualmente bastante entretenida, aunque eso sí, ya muy lejos de producirte en la cara esa sonrisa perpetua y juguetona con la que nos conquistó a todos en su primera tanda de episodios. ¡Qué le vamos a hacer! Ni la propia familia Crawley puede ser siempre tan perfecta, aunque lo parezca.