En los últimos meses ha cobrado auge en Estados Unidos una campaña que incendia los medios de comunicación y las redes sociales. Mujeres conocidas y no tan conocidas explican por qué están en contra del feminismo. Como réplica se ha disparado otra campaña brutalmente feminista y muy manipuladora que alcanza a las noticias y a prácticamente cualquier acontecimiento social o mediático. Por supuesto esta campaña se ha extendido a España y a todo el mundo mientras la principal ha sido silenciada.
La cuestión es que el concepto de feminismo se ha convertido en sinónimo de fanatismo y radicalidad, de odio contra todo lo masculino o de manipulación ideológica para llevar a las mujeres a una situación de poder y predominio sobre los hombres. En un mensaje disfrazado de igualdad pero que en el fondo no busca ésta sino la superioridad y la predominancia en cualquier ámbito. De tal modo que las leyes mismas son un tejido que ampara y sobreprotege a las mujeres, las confiere mayores derechos, en virtud de una discriminación positiva que en realidad es discriminación pura y dura de los hombres.
Hoy día en cualquier país occidental, desde las leyes, pasando por los medios de comunicación y hasta el entorno social está orientado a favorecer a las mujeres en todos los ámbitos, aunque ello esté provocando situaciones de discriminación evidentes frente a los hombres, y sociedades abiertamente feminizadas, no en igualdad de condiciones, en absoluto, sino favoreciendo una imagen de los hombres como violentos, maltratadores y machistas recalcitrantes.
Por estas razones, entre otras, posicionarse en contra del feminismo actual, que ya ha tomado una deriva totalmente censora, dictatorial, discriminadora y sexista, es una cuestión de firmeza ideológica en contra de los fascismos de cualquier tipo y las desigualdades, de tolerancia en libertad y de verdadera igualdad, que no es precisamente la igualdad que defienden las feministas, hembristas, feministos y otras especies que surgen como setas en el otoño, y que presentan a las mujeres siempre como víctimas de las artimañas de los hombres.
La realidad es que la cacareada igualdad no existe, pero porque se inclina, en ocasiones de forma escandalosa, a favor de las mujeres. Hoy, cualquier mujer medianamente inteligente y preparada puede trabajar, prosperar, estudiar, ser empresaria, madre, política, deportista o lo que desee. Nada se lo impide salvo las propias limitaciones que cada una tiene, pero que nada tienen que ver con el machismo.
Este feminismo antimasculino, unas veces abiertamente y otras más soterrado, es el que está provocando que crezca un sentimiento en contra del feminismo y una reacción contraria de resistencia al avance de la desigualdad que propone el nuevo feminismo, y que decanta las cosas a favor de las mujeres.
El nuevo feminismo, que es sectario hasta la náusea y define muy bien a quien lo defiende como alguien discriminadora en esencia, achaca los problemas de las mujeres y de los hombres a…(premio para usted, lector)… los hombres, y tratan de redefinir lo que es la masculinidad, manipulando lo que es y significa ser hombre, siempre con el objetivo de convertirlos a su semejanza y en lo que ellas quieren que sean: manejable, dúctil, sin personalidad, a expensas de los criterios femeninos y sus objetivos, discriminados cuando a ellas les convenga, explotados en algunas ocasiones, con sus roles cambiados, y difuminados en lo que representa la masculinidad auténtica.
Estas feministas de nuevo cuño, que en realidad atraen a mujeres de todo tipo porque su propaganda está siendo bien ventilada en todos los medios y apoyadas sin reservas, quieren que los hombres sean más como las mujeres y renuncien a su masculinidad. Por eso hay situaciones cada vez más frecuentes en las que no se valora el rol de los padres, que se extiendan estereotipos de género muy negativos para los hombres, se tache de machista a quien ose levantar la voz contra este feminismo y pretendida igualdad, que no lo es pero en lo que ellas insisten porque les da buenos réditos.
Lo grave es que ya muchos hombres han asumido esta condición y se han vuelto ”feministos”, un fenómeno que no es tan acusado en Estados Unidos, pero que en España avanza como una mancha de aceite.
El feminismo olvida interesadamente que hombres y mujeres en realidad no son iguales, en absoluto, que lo que los define y los diferencia como hombres no es algo que se pueda o se deba cambiar sin consecuencias sociales graves. Algunas de ellas ya se están produciendo, como el incremento de violencia de género, desgarros en el tejido social y familiar. Por no hablar del tipo de hombres panolis, sosos, sin carácter y afeminados que cada vez abunda más.
Olvidan que la masculinidad es energía positiva, una fuerza creativa que ha hecho avanzar a las sociedades hasta lo que somos hoy.
La guerra feminista, que es una guerra contra los hombres a favor de ese lema de “mujeres al poder”, está llegando demasiado lejos, con situaciones absurdas que vemos en todas partes y con un sesgo social e informativo que socava la imagen de los hombres y combate la masculinidad como algo a extinguir.
Cuando haya un feminismo verdaderamente integrador y equitativo, seré el primero en reconocerlo, pero esto que vemos actualmente no lo es, es un feminismo profundamente intolerante, radical, excluyente, con ventajas para ellas y merma de libertades para ellos, con censura y discriminación que llaman positiva porque les interesa y es más negativa que las mentes y corazones de esas feministas que no creen realmente en la igualdad sino en la superioridad alcanzada mediante amaños y manipulaciones. Como ese eslogan tan cacareado del “Tú decides”, como si sólo las mujeres pudieran decidir sobre algunas cuestiones, como tener o no tener un hijo, como si el padre no pintara nada en la cuestión. Es la punta del iceberg de esa mentalidad feminista que hay que combatir abiertamente, sin medias tintas, sin compadreos, sin concesiones, con decisión e inteligencia, sin miedo a ser tachado de machista cuando se es simplemente defensor de la libertad y la desigualdad natural.
Muchas psicólogas, por ejemplo, Helen Smith, y otras expertas no contaminadas por la idiotez del feminismo moderno, sostienen con acierto que este feminismo se ha convertido en una ideología que busca una situación de privilegio de la mujer sobre el hombre, y es ahora éste quien necesita justicia. Libros, conferencias y análisis sobre esta cuestión son muy populares y abundan en Estados Unidos (seguro que en España y en otros países no los dan espacio en los medios, ya dominados por la tontería feminista), y son un llamamiento racional y lógico a los hombres, y a las mujeres decentes y que no estén manipuladas por esa ideología de la memez feminista, para que abran los ojos y vean la realidad de lo que está pasando y sepan defender su posición social y su identidad, su masculinidad y sus derechos, que tantas veces son pisoteados u olvidados en aras de una falsa igualdad que viene a colocar a las mujeres en el centro de todo.
Los incentivos que hoy ofrece la sociedad a los hombres son más bien escasos, y es una realidad que las mujeres deben ponerse las pilas si quieren que el hombre, el verdadero hombre masculino, no una deformación provocada por ellas, asuma sus responsabilidades, de las que suele huir como respuesta a este aluvión de ataques feministas.
O algo cambia ya, por ejemplo el trato que reciben en los medios y noticias, o cada vez más hombres se van a volcar y a luchar contra ese feminismo idiota que se extiende con un manto de pretendida modernidad e igualdad.
Es hora de combatir este feminismo enfermizo que idiotiza a todas las sociedades, y hacerlo sin miedo y defendiendo la identidad masculina y todo lo positivo que representa.