En tiempos de Napoleón, un enemigo, el militar prusiano Carl von Clausewitz, escribió el gran tratado “De la guerra”, del que se recuerda una de sus reflexiones ante cualquier crisis territorial: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.
Con el inicio del juicio en el Tribunal Supremo de doce de los golpistas catalanes puede transformarse la frase en la de: “La justicia es el mejor antídoto contra la guerra, que es la continuación de la política por otros medios”.
Puede imaginarse qué ocurriría tras el hipotético triunfo del golpe de Estado separatista de septiembre y octubre de 2017 con la ligera mayoría parlamentaria, la Generalidad y el apoyo de dos organizaciones civiles y otras semiviolentas, como los CDR.
Debe recordarse además que Cataluña está formada por dos sociedades complementarias hasta el golpe y opuestas después: la independentista, con casi la mitad de la población, y la constitucionalista, con algo más de esa mitad.
Los choques entre ambas bajo un independentismo inicialmente totalitario –control de la Generalidad de todos los estamentos, incluidos los tribunales—enseguida serían violentos.
Buena parte de la población llamada despectivamente por los separatistas “españolista” no soportaría la persecución y humillación a la que la someten, incluso cuando aún se está bajo la autoridad del Estado.
¿Guerra civil catalana en la que entrarían otros españoles? Durante la Guerra Civil ya hubo una tan cruenta entre catalanes que la llegada de las tropas de Franco fue acogida en Barcelona con un entusiasmo que no lograron en otras partes de España.
Súmese el expansionismo separatista sobre los que llaman “Països Catalans”, donde la mayoría de las poblaciones les son hostiles, y se verá que los tribunales han ahorrado las terribles guerras balcánicas que previó Clausewitz.
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