Ha sido ya dicho más de una vez que Tolstoi y Dostoievski se dividieron entre ellos el terreno central de la novela moderna. Lo que a Tolstoi le importaba eran –aun en el pesimismo final de La sonata de Kreutzer– los hombres-dentro-del-mundo y, en efecto, el panorama de sus libros nos trae la imagen de un enorme paisaje poblado de figuras que variaron tal paisaje, mientras que la mayor parte de la obra de Dostoievski podría tener lugar en diez cuartos cerrados: lo que recordamos no es la sociedad, sino una serie de individuos, cada uno de ellos iluminado por el terror de explorar el misterio de sí mismo. Esta distinción no es esquema definitivo para clasificar la novela. Aunque puede señalarse a Moby Dick como el ejemplo perfecto de novela de la categoría segunda –un libro éste en el que la acción depende del viaje de Ahab al interior de su obsesión- y a An American Tragedy como el ejemplo viril del primer tipo de novela, nos quedamos todavía cortos ante la obra de alguien como Henry James, quien abarca ambas categorías, puesto que explora la sociedad adentro como si el mundo fuera una criatura encerrada en una habitación y él pudiera descubrirle el corazón. Y a pesar de todo la distinción es probablemente la guía sencilla más útil que tenemos con respecto a la novela y hasta puede tener aplicación modernamente, adjudicando a Proust la categoría de novelista del mundo desarrollado, introspectivo, pero todavía objetivo, y a Joyce la de magno, demente, absolutamente honorable viajero a través de la psique. La novela sería parte de un punto filosófico fijado de antemano –el deseo de descubrir la realidad– y busca la realidad en la sociedad, o si no tiene que embarcarse en un viaje Amazonas arriba por el ojo interior.
Norman Mailer
Caníbales y cristianos
Traducción: Carles Reig