
"Llamadme Autólico. Bueno, no, mejor no. Aunque, al igual que ese triste payaso, sea un recolector de bagatelas. Que es una manera elegante de decir que robo. Siempre lo he hecho, hasta donde alcanza mi memoria. Puedo asegurar con justicia que fui un niño prodigio en el bello arte del hurto. Es mi vergonzoso secreto, uno más de mis vergonzosos secretos, de los que no me siento, sin embargo, tan avergonzado como debería."
No puedo expresar el motivo por el cual me gustó tanto el título de este libro, pero lo cierto es que me fijé en él desde el primer momento. Eso unido al nombre que lo firmaba, provocaron que no tardara en caer en mis manos. Hoy traigo a mi estantería digital, La guitarra azul.
Conocemos a Oliver Otway Orme, OOO, un hombre casado de mediana edad que se ha trasladado a la ciudad de su infancia, en la que reflexiona sobre su vida, su incapacidad para seguir pintando, y su último "robo", Polly, la mujer de un amigo.
Decir a estas alturas que Banville se desdobla en Black es algo casi redundante, todo el mundo lo sabe. De hecho, y pese a que la crítica especializada nos pueda dar un detallado listado de sus paralelismos en estilo, hay una línea divisoria y reconocible en ambas firmas. Por eso nos sonreímos apenas comenzamos La guitarra azul, porque ahí está el Banville de El mar, ahí nos muestra a su narrador, ese que nos acompañará a lo largo de la historia modelando nuestra percepción del mundo hasta adaptarla a sus ojos. A lo largo de esta novela, de sus tres partes, Banville nos descubrirá el alma de su narrador.
Orme es un hombre de mediana edad, que se sitúa en este momento en algún punto de Irlanda, en un año impreciso, posiblemente en un mundo no demasiado lejano, y hace frío. Es en este lugar, en el que Banville desnuda a su protagonista de una forma pausada pero constante. Un hombre que roba y pinta y que, en este momento ha dejado de pintar y ha sido pillado en el peor de los robos, no la infidelidad, sino la mujer elegida. Y busca refugio y reflexiona con unas frases que dan ganas de lelvarse apuntadas página tras página. Orme habla y se explica y también duda, duda de sí mismo y de lo que está contando, de su propio críterio, divaga (a veces demasiado pero forma parte del encanto de la narración ver como se deja llevar por el hilo de sus pensamientos). Habla de crear y del arte, dibuja cuadros ya existentes a los que a veces da nombre, y habla también de palabras. El Orme hombre es mediocre en muchos de sus puntos, y posiblemente lo suficientemente vago como para no tomarse el trabajo necesario como para mejorar, pero el Orme protagonista crece página tras página. Jamás viste de melodrama esta historia de decadencia en la que las heridas son visibles, si acaso, cuando parece que su protagonista puede caer en esa tentación, nos encontramos con un tono de suave ironía indulgente. De hecho, y sobre todo en las primeras páginas, es fácil percibir como usa las palabras como escudo, como se coloca parapetado detrás de sus propias frases para presentarse y contar cómo un día descubrió con nuevos ojos a la mujer de su amigo. Sin embargo, ese tono que no da pie a medias tintas en nuestra relación con Orme, evoluciona a medida que avanzamos en la historia hacia otro más placentero que permite reconciliarse con él a quienes empezaran con mal pie. Orme defragmentado, doliente, Orme sin hija, con la vida vacía y sin capacidad de crear, Orme se desviste mostrando el daño hecho y también el padecido, Orme, Orme, Orme... y por extensión el hombre. Porque aquí el género fuerte es la mujer, y lo intuimos desde las primeras páginas. Pero salimos de la lectura con una única en la cabeza: Orme.
Supongo que no queda bien decir esto, pero siempre he pensado que cuando Banville quiere, sabe como dejarnos claro que es un gran escritor. Y esta vez lo hace. La guitarra azul es uno de esos libros que provoca placer en el lector y unas ganas irremediables de hacer propias la mitad de sus frases. Y que se terminan pensando en el placer que provocará su relectura pasado un tiempo.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias