Revista Cine
La Habana 2013 terminó ayer con la entrega de los Corales en las distintas categorías -largometraje, cortometraje, opera prima, documental-, el FIPRESCI -del cual fui uno de los cinco jurados- y el premio SIGNIS -otorgado por la antigua Organización Católica Internacional de Comunicación (OCIC). Se trata de una treintena de estatuillas y/o diplomas y, si además, tomamos en cuenta los premios colaterales -o no oficiales-, es difícil que una industria nacional -especialmente las tres grandes de América Latina: México, Argentina y Brasil- se vaya con las manos vacías. La lista completa de premios, por cierto, se puede consultar por acá. La Habana volvió a confirmar el buen año festivalero del cine mexicano, pues en los premios colaterales tanto Heli como La Jaula de Oro se llevaron, entre las dos, siete galardones -y si sumamos Quebranto, que ganó el premio Memoria, ya son ocho. En los premios oficiales la situación fue, comprensiblemente, más pareja. Aunque los corales fueron otorgados con cierta justicia salomónica, hubo dos o tres que sí provocaron la cara de juat de parte del público asistente a la ceremonia de premiación. Pero no voy a criticar a mis colegas del jurado oficial: yo he estado en más de una ocasión en una posición similar y sé que es imposible obtener un resultado que satisfaga a todos. El cine mexicano, de todas formas, tuvo una cosecha muy rica. Heli ganó el Primer Premio Coral -el galardón más importante en La Habana- y las demás cintas mexicanas no pasaron desapercibidas. Por ejemplo, en el terreno de las Operas Primas, Los Insólitos Peces Gatos se llevó el Segundo Premio Coral, La Jaula de Oro el Premio Especial del Jurado y Las Lágrimas una mención especial, mientras que Mi Amiga Betty ganó el Tercer Premio Coral en Documental y Tercera Llamada el Coral a Mejor Edición en la competencia de largometraje. Pero nada es perfecto: fue una lástima que Club Sándwich -una de las mejores cintas mexicanas del año- se haya ido con las manos vacías. Ni hablar: la comedia es muy difícil de vender en los festivales entre los colegas críticos y/o cineastas. Lo sé de buena fuente y lo sé por experiencia. Es mucho más fácil y seguro premiar algún tediometraje con un personaje pequeño-burgués incomprendido, alienado, que se la pasa mirándose el ombligo durante dos horas, que una comedia tan sutil como la de Eimbcke. Pero, bueno, debe haber cine para todos y, qué remedio, premios para todos.