Revista Cultura y Ocio
No podía con Auster, lo lamento. Los pocos acercamientos que había hecho a su obra acababan a las pocas páginas víctima de un soberbio aburrimiento. Por supuesto estos efectos colaterales son a causa de mi poca capacidad intelectual, y no de la prosa del autor, pues si bien a mí me aburría, ya quisiera yo haber escrito cuatro páginas con la calidad con que lo hace este señor. O incluso mejor, ya quisiera yo escribir como escribo y vender una décima parte de lo que vende este autor…
Sabía sin embargo que no podía dejarme vencer por la pereza ante un autor de estas dimensiones y decidí atacar con una novela corta, La habitación cerrada, apenas ciento cincuenta páginas que estaba seguro de poder acometer aún bajo el yugo del aburrimiento.
No diré que cada noche, tras la lectura obligada, tirara cohetes en ráfaga de alegría, pero sí he de reconocer que la novela me ha gustado. Me ha gustado la historia, me han gustado los personajes, pocos, muy pocos, lo que permite que se centre en ellos, y me ha gustado la forma de construir una espiral alrededor de hechos sin importancia que van subiendo de peso como bolas de nieve ladera abajo.
Tras consultar con algunos austerólogos, me han dicho que esta es una de sus primeras novelas, y que no es representativa de su obra. Quizá sea eso…
Resumen del libro (editorial)
El narrador y Fanshawe se conocían desde muy niños. Antes de cumplir los siete años ya se habían pinchado en los dedos con un alfiler y se habían hecho hermanos de sangre. Estaban siempre juntos, compartían los pensamientos, y era el rostro de Fanshawe lo que el narrador veía cada vez que apartaba la vista de sí mismo. Pero eso fue hace mucho tiempo, en el remoto territorio de la infancia. Después crecieron, fueron a distintos sitios, se distanciaron y ahora Fanshawe no es más que un fantasma que el narrador, un joven crítico y periodista que ha abandonado ya la idea de escribir un gran libro, lleva dentro de sí. Hasta que un día recibe una carta de la mujer de Fanshawe. Va a verla, descubre que su amigo ha desaparecido misteriosamente hace meses y ha dejado dos maletas llenas de manuscritos que nunca quiso publicar. Y un mensaje para su antiguo amigo, o quizás una misión: que sea él quien decida si su obra debe sobrevivir o ser destruida. "La habitación cerrada" es el último volumen de La trilogía de Nueva York y cierra espléndidamente esa magistral «banda de Möbius» literaria, ese conjunto de thrillers fascinantes, de pesadillas implacablemente lógicas en las que pareciera, según Pascal Bruckner, que la única libertad del hombre fuera la de imaginar su prisión, descubrir los límites antes de ser apresado dentro de ellos.