Revista Viajes
Tras nuestro paso por el norte de Alemania nuestra siguiente parada la hicimos en la parte sur de los Países Bajos. Después de pasar hace unos años unos días en Amsterdam nos quedamos con las ganas de haber hecho una escapada fuera de la capital, y ésta era una buena oportunidad para resarcirnos. A pesar del reducido territorio de Holanda este pequeño país ofrece muchos alicientes y un sin fin de pequeñas poblaciones llenas de encanto, por no hablar de los coloridos campos y sus largas playas de arena fina. Y aunque en verdad sólo nos cogía de camino en nuestra ruta la norte de Francia si quisimos dedicarle un par de días para conocer al menos Delf, Rotterdam y La Haya. Y a esta última me dedico en esta primera entrada de Holanda.
La primera sensación que nos llevamos al acceder por una de las autovías de acceso a la "capital en la sombra" de Holanda es su sorprendente y bonita entrada con altos y modernos edificios de oficinas, muy alejada de la fea imagen de naves y concesionarios de coches de la mayoría de las ciudades europeas. Lo de "capital en la sombra" va al hilo de que en esta ciudad están ubicadas las embajadas de países extranjeros, reside la familia real holandesa y está establecido el gobierno de la nación, a pesar de ser Amsterdam la capital oficial.
Nos llamó mucho la atención el gran número de plazas públicas que despliega la ciudad en su compacto centro urbano. Muchas de ellas delimitadas por elegantes edificios de espectacular arquitectura y sobre todo con muchas terrazas para poder disfrutar de los siempre escasos rayos de sol de los que disponen en Holanda. Por eso no hay que desaprovecharlos. Las numerosas calles peatonales, sólo perturbadas por las numerosas bicicletas, los pequeños edificios y las cuidadas calles le dan a La Haya un ambiente perfecto para descubrirla caminando muy lentamente.
El Palacio de Noordeinde, situado en plena centro de La Haya, está en una calle llena de galerías de arte, de comercios diferentes y autóctonos, es decir, no pertenecientes a las grandes cadenas internacionales y en los que se puede adquirir artículos singulares y originales que difícilmente puedes encontrar en otros lugares. También hay bares con actuaciones de grupos de música en vivo cuyo estruendoso ruido es perceptible desde las calles. En el Palacio de Noordeinde acude habitualmente a realizar su trabajo el Rey de Holanda.
A media tarde decidimos coger el coche para ir a la zona de costa de La Haya. Gran parte de la costa de la ciudad está cubierta por largas playas, y el punto máximo de afluencia es el Scheveningen, el mayor balneario y más famoso de toda Holanda. Este gran edificio no sólo es balneario ya que también se puede comer en sus numerosos restaurantes, ir al cine, tomar clase de surf o acudir a fiestas playeras. Un popurrí de actividades para hacer. Por desgracia y tras intentar largamente aparcar fue del todo imposible y tuvimos que regresar al centro de La Haya. Hubiera sido mejor acudir en transporte público porque en agosto esta zona está atestada de gente.
Una de las cosa que llama la atención en el perfil de la ciudad de La Haya son las numerosas torres que destacan sobre sus edificios. La Grote Kerk, o Iglesia Grande es una de ellas, y quizás la que más llame la atención junto a la del interesante Palacio de la Paz.
Cuando se abandonan las plazas y las avenidas más anchas aparecen las estrechas calles con la calzada empedrada, exiguas aceras, preciosos edificios de ladrillo y numerosos comercios, cafés y restaurantes llenos de encanto. Y hasta es posible encontrar pequeñas joyas del art decó escondidas. En todo caso resulta obligado parar en alguna terraza para saborear un buen vino, o curiosear la variedad de mercancía expuesta en los escaparates de los comercios, o simplemente dejarse perder entre esas calles. A la postre suele ser la mejor de las recomendaciones a la hora de visitar una ciudad, y La Haya no es una excepción.
Llegada la hora de cenar La haya ofrece una gran variedad de restaurantes, todos y cada uno con una estética y decoración cuidada al máximo, y la mayoría con ambiente romántico pastelón, iluminando las noches a la luz de sus velas. También es habitual que ofrezcan menús completos de entrada, principal y postre a buen precio.
Un paseo nocturno por uno de los bulevares y por la plaza Lange Voorhout nos descubrió una exposición de grandes esculturas expuestas a lo largo del paseo. Unas esculturas creadas en bronce, otras realizadas en cerámica de la cercana localidad de Delft y otras en madera adornaba el paseo nocturno en busca de nuestro coche.
Para alojarnos en la ciudad de La Haya elegimos el hotel Den Haag-Nootdorp por su fácil acceso a la autopista que comunicaba La Haya y el otras poblaciones que queríamos conocer y visitar, aparte de tener el aparcamiento gratuito. Resultó comodísimo, con una habitación enorme, un gran baño con hidromasaje y un completo desayuno. Lo que se dice un acierto.
Posted in: Holanda , Viaje en coche verano 2011 Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook