Imagen enlazada desde el blog
Niños del Agua
Un comentario de Mónica Álvarez en uno de mis post anteriores me llevó a visitar de nuevo el blog Niños del Agua. Ya lo había leído parcialmente durante mi anterior pérdida. En el aborto anterior había momentos en que sentía que no tenía derecho al duelo pues no había perdido feto o bebé sino solo un embarazo o saco amniótico vacío. Y esta vez sentía que no tenía "derecho" a mezclarme con los padres que experimentan una muerte gestacional o perinatal, pues Mi Pequeña Flor aún vive.
Estuve echando un ojo a todas las entradas y me llamó especialmente la atención una dedicada a Los Niños y las Pérdidas, porque, precisamente, uno de los temas que más me preocupaba era cómo todo este proceso podía afectar a mis hijos. Era uno de mis miedos más importantes.
Y me gustó lo que leí. Me ayudó mucho. En especial este párrafo:
Cuando se lo comentéis a los niños, no es necesario que os retengáis, llorad si lo necesitáis, habladle de vuestra pena, de vuestros sentimientos. Ellos también se van a sentir muy tristes y necesitan que comprender que no es nada malo, ni extraño, que todos lo estáis pasándolo mal porque esperabais con mucha ilusión a vuestro bebé y este, no ha podido vivir una vida fuera del útero.Con Darío ya habíamos hablado de que el bebé estaba enfermo y no se podía curar. Cuando se lo dijimos, se lo tomó mal. Pero poco después de leer este blog, conversábamos él y yo. Me preguntaba por la reciente ecografía y si Pequeña Flor seguía estando enferma. Le respondí que sí. Él me preguntó por qué y yo le dije que no lo sabíamos, que solo sabíamos que no se podía curar. Y él se puso a llorar.
Yo le dije que llorara. Le dije que mirara mis lágrimas, que yo también estaba triste. Y lloramos juntos, abrazados, lamentando la fugacidad inevitable de la vida de nuestra deseada y amada Pequeña Flor.
Unos días antes Darío había hecho un dibujo de su hermanita. Un poco más tarde ese día, después de nuestra "catarsis", él buscó su dibujo e hizo corazones alrededor de su hermanita. Y luego también en los dibujos que había hecho de toda la familia.
Y ese fue el momento de orgullo, por mi pequeño, por su amor desbordante por su hermana, por su sabiduría que le dio a entender fácilmente la necesidad de apoyo y cariño que tenemos ahora mismo todos.
Ahora me mira la tripa de vez en cuando (mayormente cuando le digo que no me haga daño ;-) en el fondo, sigue siendo un niño inquieto de cinco años) y sonríe con expresión soñadora, me acaricia, me abraza y disfrutamos los tres juntos de ese momento.
Creo que nos queda mucho que pasar, pero me alegra saber que Darío ha empezado a elaborar su propio duelo y me alegra también saber que se siente seguro para expresar sus sentimientos abiertamente. Diana también tiene su proceso, también demuestra su tristeza, pero creo que ella está menos preparada para imaginar el ser abstracto que es Pequeña Flor. Aún así, espero que como padres seamos también capaces de validar su propio proceso de duelo y darle las herramientas necesarias para elaborarlo.