Revista Opinión
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Fraga, Herrero de Miñón, Roca Junyent y Gabriel Cisneros, ultraderecha pura y dura, padres de la Constitución y otras leyes decisivas
Así como, a veces, se habla de conspiración de silencio, todos los días, a todas horas, no deberíamos de hablar de otra cosa que de esta inmensa conspiración de propaganda o publicidad que están ejerciendo, todos a una, todos los medios de comunicación del país y que no se para en ninguna clase de barras cuando dice, por ejemplo, que Zp es el más indigno de los hombres porque se ha arrodillado ante Eta o que Rubalcaba debe der encarcelado por colaborar con banda armada en el caso Faisán.Y los autores de estas frases se quedan tan frescos, esto ¿es admisible? Claro que sí, si apenas hace 24 horas que ambas frases se han publicado en los periódicos y no sólo no pasará nada sino que NO puede pasar nada porque el delito de desacato a la autoridad ha desaparecido de nuestras leyes penales porque éstas, como la propia Constitución, son, fueron y serán por siempre y para siempre redactadas por ellos.Y ellos son los que tienen no sólo el dinero sino también el poder que sólo se puede alcanzar a través del cochino capital. Esto no sólo lo dijo Marx sino que lo afirmamos también todas las personas decentes que habitamos este asqueroso mundo.Ya que los que acceden al Congreso, en el que se votan las leyes, no son, no pueden ser imparciales puesto que no son sino los directos representantes de los medios de comunicación.Demostrábamos, días atrás, que, en España, no hay democracia porque ésta no es sino el resultado de un contrato entre el pueblo y sus representantes legislativos, que acceden al Congreso después de unas elecciones en las que al pueblo se le engaña miserablemente ya que el consentimiento que éste presta a los diputados está viciado de nulidad irreparable e irreversible porque ha sido inducido a error por la furiosa y rabiosa propaganda de unos medios de comunicación que se hallan casi en su totalidad en manos de una ultraderecha inadmisible políticamente puesto que, para editar un periódico o lanzar al aire una emisora de radio o televisión, se precisan miles de millones de la moneda oficial de cambio.El problema, el gran problema es que nos hallamos en presencia de un axioma indiscutible que, además, no es discutido.A ver quién es el guapo que se opone al más omnipotente imperio de la libertad, inmediatamente sería denostado hasta tal límite que, a lo mejor, no se atrevía a escribir nunca más, “ e pur si mouve”, y, sin embargo, se mueve, dicen que dijo Galileo ante los jerarcas del Vaticano.Saco, el inefable Saco, lo ha vuelto a hacer, lo hace cada cuando le da la gana, por eso es cómo es, el jefe de la banda sáquica. Saco se ha cargado a Cuba, una vez más, porque allí, dice él, no hay libertad de expresión y aquí, sigue diciendo el tío, sí. Y lo dice el que, por intentar defenderme de los durísimos ataques que me hizo el mengele canario, al que él, Saco, previamente, había excitado barrriobajeramente para que me atacara, prometiendole que impediría mi defensa, no sólo ya no me dejó entrar a allí a ejercer un derecho muchos más esencial que el de la libertad, sino que, además, me declaró “el innombrable” o sea un tipo al que está rigurosamente prohibido hasta mencionar, prohibición que aquel ingente montón de basura que es su chat cumple a rajatabla.Pero, volviendo al verdadero tema, dice el tío que allí, en Cuba, no hay libertad de expresión y aquí, en España, sí.De lo que ocurre realmente allí, yo no tengo directa, práctica, y personal noticia pero de lo que ocurre aquí, sí.¿Qué es lo que ocurre realmente aquí?Que Pedro J. sigue diciendo imperturbablemente, a pesar de una sentencia firme en contra, que el atentado del 11 M lo cometió Eta y no unos desenmascarados islamistas que incluso lo reconocieron mediante el correspondiente comunicado, antes de ser detenidos y juzgados públicamente, con todas las garantías procesales y el plus más grande de libertad de expresión que se haya podido contemplar nunca.¿Entonces? ¿Debe prevalecer la libertad de expresión de Pedro J. no sólo frente a una sentencia judicial firme sino también frente a la opinión de todo un pueblo que se echó a la calle ante el intento descarado de manipulación y expulsó del gobierno a todos los manipuladores a gorrazos?Lo que Pedro J. hace no es información ni siquiera intoxicación, es un autentico delito: engañar a las masas para que se rebelen contra el gobierno, un delito que la ultraderecha ha conseguido eliminar de las leyes penales, el desacato.Este delito puede no estar reconocido en nuestro texto penal pero en tal caso debería de estarlo.No hace mucho que existía en España pero fue suprimido de los textos penales por los que sabían muy bien lo que estaban haciendo: los ultraliberales de la derecha, que eran muy conscientes de que la izquierda no tendría nunca medios suficientes de expresión para defenderse en buena lid, porque, para ello, es absolutamente necesario disponer a fondo perdido de miles de millones de cualquier moneda: de modo que los Fraga, Herrero de Miñón, Roca, Cisneros “et alteri” fueron a por él de una manera descarada, porque así sabían que dispondrían por siempre y para siempre a su favor de la opinión publica que conforman los medios de comunicación de masas.La cuestión es que hay pueblos en el mundo en los que insultar sin límite a los gobernantes no es posible y no porque exista, en ellos, el delito de desacato sino porque hay una censura que permite la incautación de aquellos medios que no cumplen con el bien jurídico constituido por el respeto mínimo a los gobernantes.Lo que ocurre es que hemos dejando que los Fraga, Herrero de Miñón, Roca Junyent, Gabriel Cisneros y demás, a través de los inmensos y poderosos medios de comunicación de que disponen incondicionalmente y sin posible discusión por nadie ya que no hay medios de izquierda, han conseguido que nos traguemos la rueda de molino de que la libertad está por encima de todo, o sea, que nada ni nadie debe de coartar lo que ellos dicen porque tienen todos los medios pecuniarios del mundo para decirlo. Estoy absolutamente convencido de que es por esto, precisamente por esto, por lo que están ganando la partida, porque han llevado a cabo una trampa esencial: convencer a todo el mundo, incluso a nosotros, los de izquierda, de que la libertad es el bien supremo frente a la exigencia de que todo el mundo tenga derecho a recibir una información desinteresada y veraz a través de medios de titularidad pública.(Continuará)