Irene de quince años vive en un centro de menores. Embarazada de tres meses y con su novio en prisión, acepta la oferta de Javier, educador del centro, y de su mujer Adela.
Thriller intenso el que se marca Manuel Martín Cuenca. Ritmo lento en el que las cosas van pasando como si no quisieran suceder delante de la cámara. Tensión de principio a fin sin grandes aspavientos.
La hija, además, ahonda en las miserias humanas, en las relaciones de pareja, en nuestros deseos y lo que estamos dispuestos a hacer por conseguirlos. En llegar al límite por proteger y protegernos. Y todo ello en un paraje solitario que nos invita a ser como los animales, a actuar fuera de los lazos de la ley.
Perfectos los actores protagonistas sobre los que cae todo el peso de la historia, Javier, Patricia e Irene.
Cine del que provoca miedo, frío, mucho frío interno.