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“LA HIJA DE LA ESPAÑOLA” de Karina Sainz Borgo

Publicado el 26 marzo 2023 por Marianleemaslibros
“LA HIJA DE LA ESPAÑOLA” de Karina Sainz Borgo
   Pasaje destacado"Con el hambre se desató la larga lista de odios y miedos. Nos descubrimos deseando el mal al inocente y al verdugo. Éramos incapaces de distinguirlos. Comenzó a hincharse en nuestro interior una energía desorganizada y peligrosa. Y con ella las ganas de linchar al que sometía, de escupir al militar estraperlista que revendía los alimentos regulados en el mercado negro o al listo que pretendía quitarnos un litro de leche en las largas filas que se formaban los lunes a las puertas de todos los supermercados.
Los días se parecían más a la intendencia de una guerra que a la vida: algodón, gasas, medicamentos, camas sucias, bisturís sin filo, papel higiénico. Comer o curarse, nada más. Los que vivían luchaban a dentelladas por las sobras. En aquella ciudad sin desenlaces, peleábamos por un sitio para morir. Nos deforestaban. Nos mataban como a perros. El nivel de la cloaca había subido muy por encima de nuestras cabezas. Nos había sepultado. A él, a mí y al resto. Ya no éramos un país, éramos una fosa séptica."

“LA HIJA DE LA ESPAÑOLA” de Karina Sainz BorgoKarina Sainz Borgo (Caracas, 1982) es una escritora y periodista venezolana que vive en España desde 2006. Sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas y forma parte de lo que la crítica ha denominado la "literatura de la diáspora venezolana" o del "éxodo venezolano". En España, ha trabajado  para medios de comunicación como Vozpópuli, Zenda u Onda Cero. Actualmente trabaja como reportera y columnista en el periódico español ABC y es muy conocida por su dilatada trayectoria como periodista cultural.  "La hija de la española" es su primera novela, publicada en 2019 que fue traducida a más de veinte idiomas, y resultó galardonada en Francia con el Grand Prix de l'Héroïne Madame Figaro, el International Literary Prize, quedó finalista del Kulturhuset Stadsteatern Stockholm y nominada al LiBeraturpreis.En 2021 publicó “El tercer país”, ganadora del Grand Prix Madame Figaro y finalista del Literaturpreis
Os cuento que esta lectura fue una acertadísima recomendación de Mariana, una gran amiga, que además es venezolana. Ella vivió en vivo y en directo muchas de las cosas que se cuentan en la novela. Aprovecho para recomendaros visitar su blog, si es que no la conocéis aún, un blog fantástico. Fue descubrirlo y ya no me he perdido ni una sola de sus reseñas, porque una vez que entras allí, sientes que debes volver, que su manera de escribir te arropa, porque la lees y sientes que esas reseñas están escritas desde el corazón, desde la sensibilidad y emotividad, porque ella es así, ahora lo sé, sensible y emotiva. También tiene reseñada "La hija de la española", por si os apetece leerla aquí.

La trama a grandes rasgos sin spoilerAdelaida Falcón, una maestra que vive en Caracas acaba de fallecer, y su hija Adelaida, ve como su mundo se desploma de la noche a la mañana. Tan solo seis personas acuden al velatorio de su madre, entre ellas su mejor amiga Ana, que está muy preocupada por su hermano Santiago, del que no tiene noticias tras ser haber sido apresado en las últimas revueltas estudiantiles del país y conducido semanas atrás a la temible prisión del Gobierno conocida como “La Tumba”

Los Hijos de la Revolución arrestaron a Santiago, su hermano. Ese día apresaron a decenas de estudiantes. Terminaron con la espalda en carne viva por los perdigones, apaleados en una esquina o violados con el cañón de un fusil. A Santiago le tocó La Tumba, una combinación de las tres cosas dosificada en el tiempo. Pasó más de un mes dentro de aquella cárcel excavada cinco pisos por debajo de la superficie. No había sonidos ni ventanas, tampoco luz natural o ventilación.

Con treinta y ocho años, Adelaida se ha quedado totalmente sola, su madre es lo único que tenía, ya que a su padre ni lo conoció, las abandonó mucho antes de que ella naciera. Pero ahora debe seguir adelante sin mirar atrás.
La familia éramos mi madre y yo. Nuestro árbol genealógico comenzaba y acababa en nosotras. Juntas formábamos un junco, una especie de planta de sábila de esas que son capaces de crecer en cualquier lugar. Éramos pequeñas y venosas, casi nervadas, acaso para que no nos doliera si nos arrancaban un trozo o incluso la raigambre entera. Estábamos hechas para resistir. Nuestro mundo se sostenía en el equilibrio que ambas fuésemos capaces de mantener. El resto era algo excepcional, añadido, y por eso prescindible: no esperábamos a nadie, nos bastábamos la una a la otra.

Además de hacerle frente a la muerte de su madre, Adelaida hija, que trabaja como editora literaria para una editorial mexicana radicada en España, contempla pasmada y horrorizada el total desmoronamiento de su país. Un país que en el pasado lo tuvo todo, riquezas, petróleo en abundancia, que acogía y cobijaba en su seno a multitud de inmigrantes que acudían buscando una vida mejor. Un país en el que ahora, enterrada la socialdemocracia a causa de dos intentos de golpe de Estado y el éxito de uno de ellos, el que inauguró la carrera política del Comandante Revolucionario Hugo Chávez, todo escasea. Escasea la comida, no hay medicinas, y los secuaces del chavismo, los llamados Hijos de la Revolución, provocan  escarceos violentos, invasiones y continuos saqueos organizados de tiendas y de hogares. 
La gente enfermaba y moría tan rápido como perdía el juicio.

Salir a la calle se ha convertido en algo muy peligroso, una auténtica odisea y ostentación de valentía, porque no queda otra que ir sorteando a los Motorizados de la Patria que van armados y disparando, deteniendo o matando a todo el que se cruza en su camino, sorteando a gente que mata sin saber a quién y porqué ha matado.
“Los Hijos de la Revolución consiguieron llegar lo suficientemente lejos. Nos separaron a ambos lados de una línea. El que tiene y el que no. El que se va y el que se queda. El de fiar y el sospechoso. Levantaron el reproche como una más de las divisiones que habían creado en una sociedad que ya las poseía. Yo no vivía bien, pero si de algo estaba segura era de que siempre podría estar peor. No habitar el renglón del moribundo me condenaba a callar por decoro.”

Quedarse en casa tampoco aleja del todo los peligros, también tenía sus riesgos, pero Adelaida se atrinchera con la poca comida que le queda intentando salir lo menos posible, hasta que llega un momento en el que no le queda otra que salir a buscarse la vida. 
Nadie estaba del todo seguro en su hogar. Fuera, en la jungla, los métodos para neutralizar al oponente alcanzaron un grado de perfección inmejorable. En aquel país, lo único que funcionaba era la máquina de matar y robar, la ingeniería del pillaje. Casi todas las milicias estaban compuestas por civiles. Actuaban bajo la protección de la policía.

Y en una de esas salidas, a su regreso se encuentra con que su casa ha sido invadida, ocupada por un grupo de mujeres chavistas muy violentas, a las órdenes de la que se hacía llamar la Mariscala, pudiendo salvar la vida de milagro. Hacía unos días que no escuchaba ruidos en la casa de su vecina Aurora Peralta, conocida por todos como “la hija de la española” y cuando llama a su puerta buscando refugio, lo que allí se encuentra será definitivo para determinar su destino, para poder idear una forma de salvarse, una forma de poder salir de allí con vida. ¿Lo logrará? ¿De qué manera?
Sabía muy poco de ella. Que era tímida, que tenía poca gracia y que todos la llamaban «la hija de la española». Su madre, Julia, era una gallega que regentaba una pequeña casa de comidas en La Candelaria, aquella zona de Caracas donde se concentraban los bares de inmigrantes españoles. Acudían entonces por allí muchos gallegos y canarios, también algún que otro italiano.

Y hasta ahí os puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
He leído varias entrevistas a Karina Sainz Borgo, interesantes todas para comprender mejor su obra, para comprenderla a ella y porqué escribe lo que escribe. Una de las cosas que cuenta, es que ha habido un antes y un después de haber escrito “La hija de la española”. Reconoce que durante el tiempo del “antes de”, le resultaba imposible hablar de lo ocurrido y de muchas de las cosas que aún siguen ocurriendo en Venezuela. Era tal el dolor que sentía por todo lo vivido en su país, que lo evitaba, lo rechazaba. Incluso si se encontraba por casualidad con venezolanos aquí en España, (llegó en 2006, todavía con Chávez en el poder) los rehuía por temor a que alguien le sacara el tema. 
Tiempo queriendo olvidar para luego tener que recordar de nuevo para escribir el libro. Anímicamente no me hizo mucho bien, la verdad, sentía que cuando me encerraba a escribir estaba todo el tiempo como una lavadora de huesos y gente picada, y no paraba.

Y ahora, “después de”, ya no, ya se siente capaz de hablar abiertamente de ello, sin problema. Porque le ha hecho bien remover su propia tierra, extraer de ella su dolor escarbándola con las uñas (son palabras suyas), a pesar de no ser nada optimista respecto al futuro de su país y de estar convencida de que no se ha aprendido nada. A mi me parece una constatación mas de que la literatura ayuda a curar el alma, que escribir y soltar lo que se lleva dentro, sana.

La novela usa dos tiempos para contar la historia: ● Por una parte, Adelaida narrando el pasado, su vida anterior, algunos episodios y vivencias de su infancia, recordando a su madre e incluso algunos capítulos dirigiéndose directamente a ella, como si pudiera escucharle, como si estuviera viva:
 ¿Sabes, mamá?, no me he portado bien con nuestras mujeres. No he llamado a Clara y a Amelia desde que les avisé de tu muerte. Las llamaré, mamá, no lo dudes. De momento quiero ahorrar palabras. Porque mirar atrás me hunde en la tierra de la que debo salir.

Y otros narrando el horror del momento presente, lo que va ocurriendo en medio de ese caos que es ahora su país, los intentos por sobrevivir, siempre con esa rabia contenida, ese odio hacia los que pretendían pasar por encima de tantos muertos, de tantos cadáveres.
Vivir se había convertido en salir a cazar y regresar vivo. En eso consistían nuestros actos más elementales, incluso el de sepultar a nuestros muertos. Con el paso de los días comenzaron a envolver los cuerpos sin identificar en bolsas plásticas y los arrojaron a La Peste, la fosa común a la que fueron a parar cientos de asesinados.

El vínculo tan especial que tenían Adelaida madre y Adelaida hija: el padre de Adelaida huyó cuando su madre quedó embarazada, así que solo se tenían la una a la otra, para quererse, para protegerse. Ambas formaban su universo precioso, privado e íntimo, donde no se daba cabida a nadie mas. Siempre solas, siempre juntas salvo cuando visitaban a sus tías, las mellizas Amelia y Clara, una muy gorda y la otra muy flaca, flaquísima, y pasaban unos días en la pensión de las Falcón, en Ocumare de la Costa. La ausencia de su madre supone para Adelaida un derrumbe total, lo que mas le cuesta superar, tener que dejarla ahí bajo tierra, desprotegida de maleantes y saqueadores de tumbas.
En ese instante, por primera vez en meses, lloré con el cuerpo entero, con espasmos de miedo y dolor. Lloraba por ella. Por mí. Por lo único que habíamos sido. Por aquel lugar sin ley en el que, al caer la noche, Adelaida Falcón, mi mamá, seguiría a merced de los vivos. Lloré pensando en su cuerpo, sepultado bajo una tierra que nunca nos traería paz. Cuando me senté junto al conductor no me quería morir: ya estaba muerta.

Una historia tan real, tan auténtica como la vida misma: la autora insiste y recalca que todo lo que sucede en la "La hija de la española", aunque no es exactamente algo que le sucedió a ella, es completamente real y como tal, pone los pelos de punta (y eso que según ella, incluso se quedó corta). 
Todo se desborda: la suciedad, el miedo, la pólvora, la muerte y el hambre, un paisaje que finalmente terminó por derrumbarse sobre sus habitantes.

Curiosamente, durante toda la lectura no me ha abandonado en ningún momento la sensación de creer que estaba leyendo una distopia, pero no, eso es lo verdaderamente horrible. Saber que algo así ha pasado allí, en Caracas y saber que está pasando en muchos países del mundo, en muchos lugares, en muchas tierras. Y leer esa realidad, ese infierno, tan brutal, tan espeluznante, te deja sin palabras, noqueada, paralizada. 
Al observar el césped rasurado alrededor de su tumba, entendí que mi único muerto me ataba a una tierra que expulsaba a los suyos con la misma fuerza con la que los engullía. Aquella no era una nación, era una picadora.

Porque además sabes que, en el presente, hoy por hoy, lo que se sigue viviendo en Venezuela es una dictadura, por mucho que algunos no lo entiendan o no quieran entenderlo así y sus ciudadanos, no únicamente los de clase baja, también los de clase media, deben soportar unas condiciones de vida casi tercermundista, con cortes de electricidad repentinos sin previo aviso, racionamientos de agua diarios (imaginad como sería tener que ducharos en tres minutos, en un horario determinado, no cuando os apetece o lo necesitáis, la mayoría de las veces con agua fría porque la escasez de tiempo no da para calentarla), colas de varias horas para poder llenar el depósito de gasolina a un precio razonable, altas tasas de inseguridad ciudadana, en fin, un desastre.
Mención aparte merece ser tratada la prosa de Karina, me ha sorprendido tan gratamente. . . , poética, de una belleza que corta la respiración, que emociona ya no solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta, con toda su crudeza, sin pelos en la lengua, de forma estremecedora.
Aquella tarde sentí que de los árboles del cementerio caían plumas de gallina decapitada. Que los tomates volvían a estallar. Que el morrocoy chillaba dentro de la olla de agua hirviendo. Que los algodones y los pescados me salían del pecho. Que mi madre muerta me imponía una eternidad de silencio. Y que la otra, la española, alimentaba con su cuerpo el veneno de los bachacos de la tierra en la que eligió morir. En este país nadie descansa en paz. Nadie.

No me queda mas que aplaudir a la autora, es de agradecer su valentía para contar algo así, agradezco su obra, porque como ella dice, igual “la ficción llega a donde no llega el periodismo” y nadie mejor que alguien que lo ha sufrido para contarlo. Para contarnos esta historia que no es bonita, que puede incomodar porque lleva implícita mucha ira, mucha rabia, mucha impotencia. Porque además de contar un episodio de la diáspora venezolana, en esta novela se tocan también temas como la inmigración, la pérdida de identidad y el desarraigo, el exilio obligado para poder sobrevivir, y la necesidad de poder enterrar a tus muertos para cerrar ciclos, para pasar página y seguir adelante. 
Si uno pertenece al lugar donde están enterrados sus muertos, cuál de todos sería ahora mío. Solo podemos sepultar a alguien cuando hay paz y justicia. Nosotros no teníamos ni una cosa ni la otra. Por eso no llegaba el descanso, mucho menos el perdón.

Resumiendo: "La hija de la española" es una novela "política, que no politizada", que se lee rápido. Una obra de ficción brutal, porque sus cimientos, sus raíces son reales, porque refleja la destrucción de un país a manos de unos delincuentes, guerrilleros, militares sin escrúpulos que buscan enriquecerse a costa de la pobreza del pueblo. La historia de una mujer desesperada que lucha por sobrevivir a un país en caída libre.
Vivir, un milagro que aún no llego a entender y que muerde con la dentellada de la culpa. Sobrevivir es parte del horror que viaja con quien escapa. Una alimaña que busca derrotarnos cuando nos encuentra sanos, para hacernos saber que alguien merecía más que tú seguir con vida.

¿Os recomiendo leer esta novela? por supuesto, porque me ha parecido brillante y aterradora, porque fue comenzarla y ya no poder parar de leer, porque fue acabarla y sentir escalofríos, los pelos como escarpias. Porque la pluma de la autora merece ser conocida, porque he disfrutado y sufrido a partes iguales leyéndola. Porque Venezuela y sus habitantes merecen que se conozca la verdad, la verdad y toda la verdad.Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente:
“LA HIJA DE LA ESPAÑOLA” de Karina Sainz Borgo

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