El diputado del PP, el partido en el poder palideció cuando el Gran Jefe Aznar anunció la boda de su hija. “¡Dios mío, ¿qué le regalo yo?!”, exclamó, asustado.
¿Habrá lista de boda o no?. Si quieren dinero, ¿qué hago? Tendré que sisar de los fondos de la Diputación. Y aún así me arruinaré tratando de competir dignamente, porque los valencianos darán apartamentos en Benidorm, como en los concursos; los de Aragón, apartamentos y equipos de esquí de fondo. Los murcianos, una casa en La Manga con pista de paddle. Andaluces y extremeños, jamones ibéricos –qué menos, los novios son pata negra del Partido--, yeguas y fincas; Castilla, muebles, caballos y tallas de santos.
Los gallegos, gaitas de oro y ropa de moda, y los cántabros, esos son los peores: siempre donan caserones estilo inglés, como el Palacio de la Magdalena.
Una ruina, hombre, porque si pensamos en profesionales y sectores: ¿quién compite con agentes de cambio y bolsa, banqueros, empresarios y constructores, eh?.
Hasta Arzalluz e Ibarretxe harán un buen regalo, aunque sea en secreto y luego lo nieguen.
Claro que, igual, rechazan los presentes y piden que hagamos donaciones a una ONG con la que simpatice la madre de la novia. Si, como para entregarle euros a la que invertía en Gescartera.
En cualquier caso, un compromiso: van a mirar con lupa lo que se regale y desde entonces mi carrera quedará marcada para siempre.