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La hija del optimista - Eudora Welty

Publicado el 03 marzo 2014 por Rusta @RustaDevoradora

La hija del optimista - Eudora WeltyEdición: Impedimenta, 2009 (trad. José C. Vales; intr. Félix Romeo)Páginas: 232ISBN: 9788493711054Precio: 19 €Hacer grande lo pequeño parece ser el lema de Eudora Welty (Jackson, Mississippi, 1909-2001), una de las escritoras de la brillante generación sureña de la que formaron parte autores tan importantes como Carson McCullers, William Faulkner, Truman Capote y Flannery O’Connor. Con La hija del optimista (1972), su última novela, ganó el Premio Pulitzer, pero Welty también destacó por su prolífica producción de relatos (reunidos en castellano en Cuentos completos, Debolsillo, 2011). El hecho de que La hija del optimista sea una obra de madurez no se puede pasar por alto, porque su contenido se relaciona de forma directa con la memoria y el paso del tiempo, recreados desde la sabiduría sobre la vida que solo se consigue con los años.Todo comienza cuando Laurel, una mujer de mediana edad, viuda e independiente, regresa a su tierra para cuidar de su padre, que debe someterse a una intervención quirúrgica. No está sola: la acompaña Fay, la segunda esposa de su padre, más joven que ella y con otras ideas acerca de cómo atenderlo en el hospital. Sin embargo, la convivencia no durará mucho, puesto que el anciano no se recupera y las dos viajan a su localidad para preparar el entierro. Allí, entre los chismes de las vecinas y las habitaciones vacías de la casa, Laurel se reencontrará con su pasado… o con lo que queda de él. La hija del optimista es la demostración de que no hacen falta estridencias ni tramas rocambolescas para narrar una historia cargada de significados.La hija del optimista - Eudora WeltyLa primera reflexión que me planteo tras la lectura se refiere a la muerte como suceso que marca las etapas vitales: nadie vuelve a ser el mismo después de perder a un ser querido. En esta novela se trata del padre, pero Laurel también piensa en otras personas, como su madre, cuya pérdida le hizo percatarse de que nadie la querría tanto como ella, una revelación tan cruel como real. La hija del optimista narra estos procesos de transición con una mirada humana, tranquila, que no juzga ni ensalza las emociones; solo las muestra como un espejo en el que el lector se reconoce. En segundo lugar, el libro habla del recuerdo, de cómo lo que duele (o alivia) en el presente no es el pasado como tal sino el modo en el que cada lo ha reconstruido, poniendo énfasis en unos hechos y huyendo de otros, personificándolo en objetos o ignorando lo puramente material.Welty plasma estos temas con una habilidad asombrosa para la narración de lo imperceptible, de los detalles cotidianos que adquieren un sentido revelador cuando la escritora decide darles voz, y que, en este caso, se relacionan con todo lo que gira alrededor de la muerte: el hospital, entre el padre enfermo, los comentarios del personal sanitario y las charlas improvisadas con otros familiares en la sala de espera; las diferentes formas de actuar de Laurel y Fay (¿es la segunda tan irritante o solo se siente incomprendida?); la compañía de las amigas del pueblo durante el velatorio, que intentan distraerla con la frivolidad del cotilleo y la hostilidad hacia la desconocida; el niño fuera de lugar en medio de los adultos, sorprendido al ver el cadáver (un relato autobiográfico de Munro, en Mi vida querida, recuerda bastante a esta escena). Si digo que se nota que Welty la escribió cuando ya tenía mucho recorrido es porque su conocimiento de estas situaciones se palpa; describe ambientes tan desagradables como la habitación de un hospital desde la serenidad de una observadora que ya no se sorprende por nada, con naturalidad y sin sentimentalismos.Además, el espacio y los seres vivos que aparecen en la novela tienen un papel fundamental. El hogar de Laurel (o lo que un día fue su hogar) aparece como la materialización de ese recuerdo, el lugar en el que Laurel espera reencontrarse con su pasado. No obstante, descubre que el abandono y la distancia no pasan en vano cuando encuentra un viejo objeto estropeado, como un reflejo de la fuerza irrefrenable del paso del tiempo, que se empeña en recordarnos que todo cambia, a mejor o a peor, eso es relativo, aunque nosotros queramos que la vida se detenga en un estado intemporal; el traslado a otra ciudad no deja de ser una tirita que cubre la herida para seguir adelante sin pensar tanto en ella. Los pájaros que sobrevuelan la localidad y las flores que cultiva Laurel, afición común de la época que comparte con la propia autora, son un añadido a este retrato simbólico y lúcido de la memoria.

La hija del optimista - Eudora Welty

Eudora Welty

En suma, La hija del optimista es una obra profunda y sosegada que remueve con valentía, pero también con cariño, las fisuras del ser humano en las circunstancias que lo hacen más vulnerable. No me extraña que escritoras de la talla de Alice Munro, Edna O’Brien y Anne Tyler consideren a Eudora Welty una referencia esencial, puesto que ellas han aprendido a la perfección el arte de la sureña para expresar con palabras algo tan dinámico como la vida diaria, con toda su complejidad y su sencillez. Creo que apreciarán esta novela las personas que, como la protagonista, se han enfrentado alguna vez a esa toma de conciencia de que el pasado y quienes formaron parte de él, a nuestro pesar, se desmoronan.

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