Título: La hija del optimista
Autor: Eudora Welty
Año: 1972
Edición: Impedimenta, Madrid 2009
Premio Pulitzer de novela en 1973
El juez Clint McKelva ha tenido un pequeño accidente en un ojo y el médico dice que hay que operar. Parece poca cosa, pero algo sale mal y se muere, lentamente. Su hija, Laurel, que se ha trasladado desde Chicago a Nueva Orleans para acompañar a su padre, regresa a Mount Salus con Fay, la horripenda segunda esposa del juez (la primera, Becky, falleció) y el ataud, para el velatorio, funeral y entierro. Estallará entonces una tensión que en vida del juez McKelva había estado sólo latente: ¿qué pinta Fay en Mount Salus?, tensión que llega al máximo en el último encuentro entre Fay y Laurel.
Es habitual ver a Eudora Welty en el mismo grupo de autores sureños que William Faulkner, Carson McCullers, Tennessee Williams, Flannery O'Connor, etc. Sólo he leído algo de F. O'Connor, con la que la Welty comparte los personajes grotescos (la familia de Fay es de traca), el ambiente opresivo y tristón, y un tono general que, a falta de una única palabra, describiría como un tono que te provoca la sensación de que en el párrafo siguiente puede ocurrir algo perturbador, o macabro, o fantástico, o enfermizo, o irracional, o raro, o... Lamento no poder ser más concreto. El que haya leído algo de esta gente sabrá a qué me refiero. La hija del optimista no ha sido un libro de esos que estás deseando tener un hueco para ponerte a leerlo pero que siempre que estás con él estás muy a gusto (mira que estoy críptico hoy, ¿verdad?). Debo reconocer que en algún momento me ha invadido la sensación de haber perdido el hilo de la narración, no se si por el estilo de la autora o por la traducción. Salvo este pero, una buena lectura, eso sí, buena y exigente, no apta para "lectores ocasionales".