En la Brevísima Relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de las Casas, se puede observar un estricto orden lineal de la narración, pero, a su vez, existen momentos en los que la redacción nos desconecta del sentido secuencial de lo que nos quiere decir de Las Casas, ya que el uso de figuras retóricas y la acumulación de tropos, existentes en el texto, satura la antítesis que presenta en el fondo discursivo que, a mi parecer, es: los indios tiernos y delicados frente a los conquistadores violentos. Estos detalles retóricos van de la mano con la intención de Bartolomé de las Casas que era: denunciar la crueldad y la violencia que ejercieron los conquistadores a los nativos.
Esta representación hiperbólica en el texto de Bartolomé de las Casas se caracteriza por el uso del tono teológico que contribuye a mostrar al nativo como alguien pacífico que encaja con el termino de “el buen salvaje”. Las Casas pretendía exponer las pruebas y fundamentos de la verdad de la religión católica.
«Todas estas universas e infinitas gentes a toto genero, crió Dios los más simples, sin maldades ni dobleces, obedientíssimas, fidelíssimas a sus señores naturales y a los christianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pacíficas y quietas, sin renzillas, ni bollicios, ni rijosos, ni querulosos, sin rancores, sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo»[1]
La Brevísima relación se expone con la acumulación de eventos que podrían restar verosimilitud a lo narrado, esta exageración ostentosa y dramática que Fray Bartolomé de las Casas anticipaba -y anticipa- a su lector, nos abre una idea sobre lo que sucedió en América y, aquel texto que relata los hechos sobre las tierras recién descubiertas, nos dice que el escenario que se vivió era más grave de lo que se relataría en dicho informe dejándonos a los lectores muchas imágenes horrendas en la imaginación.
Mediante la hipérbole, de Las Casas pretende ganarse la voluntad de los españoles, en este caso, de las autoridades españolas, ya que la Brevísima relación tiene las características típicas de los textos indigenistas, es decir, Las Casas adecua una realidad a otro mundo para que ésta sea comprendida por el lector, el lector de su tiempo eran los propios españoles.
«En el otro extremo del proceso de producción de las crónicas está el referente, ese Nuevo Mundo que se presenta como realidad incontrastable y se propone como enigma ante el conquistador. Ante él el cronista siente una doble solicitación: tiene que serle fiel, representándolo en términos de «verdad», pero, al mismo tiempo, tiene que someterlo a una interpretación que lo haga inteligible para una óptica extraña, comenzando por la del propio cronista.»[2]
Dicho esto, considero que no está de más pensar que lo que pretendía Fray Bartolomé de las Casas era adecuar la realidad de la barbarie no al campo fantástico, sino más bien, al campo literario ya que la literatura da – y daba – un estatus. Y, aparte de denunciar las mortandades, el autor hace poco caso de otras causas de destrucción como las propias enfermedades mortíferas que abundaban en esa época, quizás más mortíferas que la propia llegada de los conquistadores. En gran medida, el lenguaje utilizado por Las Casas elude realidades a través de imágenes compasivas que, según yo, este lenguaje hiperbólico y cursi funciona como una demagogia.
«Son estos mesmo de limpios y dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para recebir nuestra santa fe católica y ser dotados de virtuosas costumbres, y las que menos impedimentos tienen para esto que Dios crio en el mundo»[4]
Por otro lado, sin querer juzgar los motivos de otras épocas, me pregunto si el documento de Las Casas era un intento «idealista» de evitar la violencia de los españoles en la conquista y, quizás, de no existir dicho documento, ¿los españoles habrían cometido más actos violentos? Las Casas, además de darnos una textura hiperbólica en su texto, en cuanto al lenguaje, nos muestra una hiperbólica crueldad y violencia por parte de los españoles, hechos que tendrán un carácter perdurable en la letra que viajará no solo en el entorno español, sino que también la conocerá el entorno americano.
Esto me permite pensar en el viaje como metáfora de descubrir al Otro y, por ende, entenderlo y, al mismo tiempo buscar el quiebre con la rutina y me parece realmente importante, ya que tanto Bartolomé de las Casas como el Hidalgo Quijote de la Mancha se lanzan a una aventura que no se realiza a lo desconocido, sino que, más bien, se encuentran con lo «extraño» ya que de ante mano saben y conocen lo que pueden encontrar. Por un lado, Las Casas frente a los indios y la violencia que se ejerce sobre ellos; por otro lado, Cervantes pone a Don Quijote de la Mancha en contraste con diferentes personajes que se entrecruzan en su camino y lo ayudan a reinventar una nueva vivencia o aventura con relación al viaje.
En El Quijote de la Mancha, la idea de la hipérbole, como recurso literario, funciona como un juego estilístico que le da color al texto. La Brevísima Relación de la destrucción de las Indias se toma como un texto serio y una denuncia sobre actos violentos, en El Quijote de la Mancha la hipérbole funciona con un tono divertido, lleno de comicidad y humor. Cervantes con el uso de la hipérbole se acerca al comportamiento característico de Don Quijote.
«En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles: y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo».[5]
En cuanto al viaje frente a la hipérbole como recurso literario, considero que en ambos textos el viaje se presenta como un deseo y este deseo es construido a partir de la carencia. El mismo texto en sí es un relato como viaje. Las Casas y Cervantes construyen textos en los que su misma escritura funciona como trazos que se abren a su propio universo literario.
Con la Brevísima relación entendemos a un cronista que ha viajado por América dando pasos por casas y caminos destruidos por los conquistadores, el viaje de Las Casas nos hace recrear su movimiento por las islas llenas de indios, por una tierra firme, camas, hamacas, etc. Marca su paso por estos lugares, aún sin nosotros saber si aquello que menciona el autor es cierto, nos adentramos a un viaje que funciona con la lectoescritura a través de una crónica.
En el caso de Las Casas pienso en el tema de Esferas de Peter Sloterdijk que menciona que «al estallar la primera burbuja cesan de vivir completamente a la sombra del otro identificado y comienzan a ser habitantes de una esfera psicosocial ampliada. En este momento nace para ellos el exterior»[6] y es precisamente eso que hacen Don Quijote y Las Casas, salir de su propio espacio habitado para, a través del viaje, conocer al Otro y envolverse en el ambiente que los rodea.
«Capítulo II.- Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote»[7] El deseo que en primera instancia moviliza al Quijote es la conquista de un nombre que le permita obtener honra y fama entre sus vecinos. Lo que vemos de los viajes que emprende El Quijote se encuentra en el desplazamiento físico. Se trata de una actitud, de un deseo que se transforma – mientras avanza el relato – en un imaginario lleno de experiencia que solo el viajero puede objetivar.
El viaje asombra, por lo tanto, no descarto la idea de que usar hipérbole para describir algo que vemos, es resultado de la sensación de extrañamiento frente a lo diferente y muchas veces nos puede parecer magnífico o mísero.
«Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos»[8]
En El Quijote el viaje es una ruptura con la monotonía. La cotidianidad la encuentra en su casa y sus alrededores lo que se ha constituido como su esfera personal creando un espacio en él mismo, es por ello por lo que Alfonso Quijano decide abrirse a la exterioridad, es decir, la primera ruptura que realiza este personaje está en su constante lectura de novelas de caballerías ya que para él son un refugio en medio de su rutina, con esto quiero decir que él sale de sí desde que tiene en su mente el viaje imaginario y lo hace en un esfuerzo por no volverse loco.
————————————————————————————————–