La hipoacusia o pérdida de capacidad auditiva es un problema muy común que afecta en grado diferente a todo el mundo a partir de los 20 años de edad. Aparece de forma gradual y solamente en casos muy concretos acaba convirtiéndose en una sordera total.
Si se tiene en cuenta la causa que la origina se puede decir que la hipoacusia se engloba en dos grandes grupos: conductiva y neurosensorial. La hipoacusia conductiva se produce por algún problema de tipo mecánico en el oído externo o medio. La de tipo neurosensorial se da cuando hay una lesión en el oído interno como por ejemplo que los terminales nerviosos que transmiten el sonido están dañados o secos. Por sus características, y a diferencia de la conductiva, es irreversible.

Muchos niños sufren hipoacusia temporal por infecciones de oído pero también hay otras pérdidas de audición que se dan ya de nacimiento y que provocan cambios definitivos en la estructura auditiva. Vienen dadas por problemas genéticos e infecciones que la madre transmite durante su embarazo (sarampión, meningitis, paperas…). Con la edad también se pierde audición, y también por causas traumáticas como una perforación del tímpano y trabajar diariamente rodeados de ruidos fuertes.
El uso de ciertos medicamentos o la enfermedad de Meniére son otros motivos que llevan a una persona a sufrir hipoacusia. Hay que prestar también especial atención a la acumulación de cera en el conducto auditivo y a los cuerpos extraños que se puedan alojar en él. Es importante limpiar la cera con jeringas de oído y agua tibia y recurrir a ablandadores si está muy dura. Si se le introduce un objeto extraño se recomienda que procure que se lo extraiga un médico para evitar posibles lesiones.