Si, para los hombres, perder el cabello es un drama solo comparable a las grandes tragedias griegas ( ver La inesperada ventaja evolutiva de los hombres calvos), para las mujeres el hecho de tener la menopausia es similar al hundimiento del Titanic. La pérdida de la juventud que se vuelve evidente con la retirada de la regla es, para algunas mujeres (repito...¡algunas!) un varapalo psicológico difícil de digerir. Y es que, a parte de los efectos secundarios que la falta de hormonas les produce, pensar que, a pesar de quedarles media vida por delante, ya están fuera del " mercado" ( ver El misterioso caso de las chicas con reglas simultáneas ) y que solo les queda que estar cuidando los nietecitos, les supone un auténtico disloque mental. No obstante...¿sabía que tanto la menopausia como cuidar de los nietos, podrían estar genéticamente programados para aumentar la supervivencia de la especie humana? Pues aunque le cueste el creerlo, así sería. Es lo que se ha dado a llamar como la Hipótesis de la Abuela.
No es extraño escuchar a los abuelos -sobre todo a las abuelas, que son las que se acostumbran a encargar de todo- quejarse de que, muchas de las veces, les toca hacerse cargo de sus nietos más tiempo que los propios padres. Recoger a los críos del colegio, darles de comer y vigilarlos mientras que sus padres están en el trabajo -o en proceso de divorcio, que es lo más normal hoy en día- se ha vuelto, para muchos de ellos, en un auténtico trabajo a tiempo completo. En una época de la vida en que, liberadas de las cargas de los hijos, aún son relativamente jóvenes y ello les permitiría disfrutar de su tiempo, las abuelas se encuentran más atadas que nunca con una suerte de sarna con gusto que no pica (son los nietos, claro), pero que mortifica de mala forma. La gracia es que los científicos han llegado a la conclusión de que ésta tarea " extraescolar" de las abuelas es un rasgo cultural que explicaría el porqué las mujeres dejan de ser fértiles cuando aún les queda un tercio de su vida por delante.
La menopausia, pese a ser una fase por la que pasan todas las hembras humanas, la verdad es que es un rasgo muy poco común en la naturaleza, en la que la inmensa mayoría de hembras se mantienen fértiles hasta el fin de su vida. De hecho, tan solo se conoce que pasa en humanos y en algunas ballenas, como son las belugas ( ver El particular tratamiento de belleza de las belugas ), calderones, narvales y orcas, mientras que el resto de especies de mamíferos no la conocen. Una situación que aparentemente sería una aberración, debido a que el hecho de que las hembras pierdan su fertilidad significaría, en primera instancia, que éstas no se puedan reproducir, cosa que implicaría una pérdida de potencial de multiplicar la especie. Sin embargo, la naturaleza no da puntada sin hilo y los científicos creen haber hallado la razón, estando más relacionada con el cuidado de los nietos de lo que nos podríamos imaginar.
Si bien es cierto que las mujeres pierden su capacidad reproductora entre los 45 y los 55 años, ello pasa a una edad suficientemente temprana que, a nivel estético y emocional, aún les podría permitir encontrar pareja y reproducirse sin problemas. No obstante, la menopausia -conocida también como climaterio- conlleva una serie de efectos secundarios físicos (osteoporosis, sofocos, aumento de peso, riesgos cardíacos, etc...) así como problemas de índole social que, vistos en su conjunto, más que un beneficio para el global de la especie humana, serían un verdadero dolor de cabeza.
De primeras, el hecho de tener hijos a una edad avanzada implica que las posibilidades de morir sin haber acabado de subir las criaturas se multiplican conforme que la gestación se retrase; no en vano el ser humano es uno de los animales que más cuidados (y durante más tiempo) necesitan antes de alcanzar la edad adulta. Ello significaría que las hembras más viejas estarían haciendo la competencia a las hembras más jóvenes y más fértiles (sus propias hijas) por los mismos machos pero con el handicap de que sus hijos tendrían menos probabilidades de desarrollarse. O dicho de otra forma que, cuando una mujer joven ve que su madre liga más que ella en la discoteca, tenerle "pelusilla" -cuando no directamente inquina- sería lo más normal desde un punto de vista genético: ¿Se imagina que se queda preñada y le da un hermano inesperado el cual aspire a repartirse la herencia con ella? Tranquila, la menopausia está ahí para poner las cosas en su sitio.
Efectivamente, para evitar este tipo de competencias "ilícitas", las mujeres acaban su vida fértil a unas edades relativamente tempranas. Ello, junto a su mayor experiencia vital, les permite poder dedicarse a ayudar a criar los hijos de sus hijas, las cuales pueden dedicarse a tener más hijos con mayores posibilidades de éxito, mientras que las abuelas aseguran el futuro de sus nietos ya nacidos. Una estrategia que, en los estudios efectuados en orcas, se ha visto que funciona, ya que los cachorros que disponían de abuelas experimentadas que los cuidaran tenían una esperanza de vida superior a los que no las tenían, sobre todo en momentos de crisis alimentarias. Y es que, en un mundo con recursos escasos o irregulares, no tiene más éxito evolutivo quien tiene más hijos, sino quien es capaz de mantenerlos vivos más tiempo. Cruel, pero sencillo.
Así que ya lo sabe, cuando se queje de que sus hijos les tienen explotados criando a los nietos, cuando podían estar pasándoselo en grande con el Imserso en Benidorm, tenga la certeza de que la naturaleza ha conspirado contra usted. El conjunto de la especie humana ha necesitado (y necesita) de las abuelas para tirar adelante y, aunque los abuelos pueden engendrar hijos hasta el último día, a las yayas, en compensación a su laboriosa dedicación a los nietos, les ha dado una esperanza de vida más larga que a los yayos.
Definitivamente, somos unos peleles a manos de nuestros propios genes.