Digamos que la fealdad
es un personaje todavía sin rostro.
Oh!... rostro muerto del amor.
Mosca incorrupta
burlando a los círculos de un lado a otro.
Otrora amontonado extravíos.
Capullos por donde nace lo primitivo
que nos tapo la boca... y todo lo que hicimos
se nos convirtió en enrollada trompa de mosca.
Digamos que la fealdad
es puñal de la emoción clavado sobre muchas letras
Y su sangre...
olvidó que es el tamaño que no tiene la indiferencia
allá en el más allá.
En una de las galerías de la materia... llena
de los borradores de la memoria inerte.
Digamos que la fealdad es simplemente
el templo desecho de los sueños... sin reacción
poetas que en sí todos tienen
desnudos de sus letras
para remplazar con historias sin existencia... también
para comenzar sin ser
una terminal de direcciones obsoletas.
Digamos que la fealdad es una plaza desocupada
donde los lunáticos son los más felices...
que empedernidos rechazan
a las murallas de los lamentos
terminal de direcciones obsoletas.
De lo cotidiano que se define en progreso
la artificial cantaleta que se repite
como algo de oficina de un lado al otro.
Por esto... toda jornada tambaleante
rueda acaba... un insulto porque confundió de rejas
y fue a parar como un constructo más
en las manos de los hombres.
Digamos que la fealdad no tiene valor alguno
para los hermosos lunáticos.
El viento que tumba a los espantapájaros.
Un silencio labrando tamaños en las telarañas.
O una sonrisa lanzada por un desmuelado
que no conoció otra cosa en toda su vida
que su propia inocencia.
La civilización rechaza muchas veces
que la naturaleza del cosmos
es un improvisto de consecuencias
mientras un equipo de limpieza
esteriliza para mañana pasillos...
y cambia de sábanas una desocupada cama.
Un loco menos...un héroe más
cubierto hasta la cara con la túnica de los espacios.
Las pelusas por los aires son una quietud difícil
que aprovechan de un fondo muerto.