La Historia Compartida…Por César del Campo de Acuña
Sean bienvenidos una vez más a La Historia Compartida, la sección de www.cincodays.com dedicada a las breves biografías de las más variopintas personalidades de la historia. En esta nueva entrega les invito a conocer un poco mejor a todo un pionero en el mundo de la aviación.
¿De quién hablamos?: de Charles Augustus Lindbergh, un aviado e ingeniero estadounidense nacido el 4 de febrero de 1902 en Detroit, Michigan y fallecido a los 72 años de edad (26 de agosto de 1974) en la isla de Maui.
¿Por qué paso a la historia?: Lindberg ha pasado a la historia como el primer piloto en cruzar el atlántico en avión sin realizar escalas y en solitario. Consiguió tal proeza a bordo del famosísimo Spirit of St. Louis el 20 de mayo de 1927, cuando tras 33 horas y 32 minutos consiguió enlazar la ciudad de Nueva York con la de Paris.
¿Sabías que…?: Después de aprender a volar en el Nebraska Aircraft Corporation en Lincoln, Nebraska, Lindbergh pasó dos años como especialista de cine y temerario aéreo (un Evel Knievel de su época). Durante sus giras a través del corazón de Estados Unidos, el joven aviador cautivó al público con audaces maniobras, saltos en paracaídas y cambios de dirección a toda velocidad en el aire. Cuando pudo comprar su propio avión, se convirtió en uno de los mejores pilotos de acrobacias de la nación. Lindbergh nunca tuvo miedo de realizar frente al público bucles imposibles, tirabuzones o parar el motor a 3.000 pies de altura precipitándose hacia el suelo. Curiosamente, a pesar de la naturaleza peligrosa de su oficio “Lucky Lindy” (apodo con el que fue conocido) las veces que estuvo más cerca de la muerte fue cuando trabajo como piloto para las Fuerzas Aéreas Estadounidenses, piloto de pruebas y correo aéreo. En total sobrevivió a un record de cuatro accidentes aéreos gracias a saltar a tiempo en paracaídas.
No fue la primera persona para hacer una travesía transatlántica en avión. Años antes de su famoso vuelo entre Nueva York y París, docenas de otros aviadores consiguieron cruzar el Atlántico. La mayor parte de ellos lo lograron dividiendo el viaje en múltiples etapas o usado dirigibles más ligeros. Pero, en 1919, los pilotos británicos John Alcock y Arthur Brown consiguieron hacerse famosos al volar sin escalas desde Terranova a Irlanda en un biplano Vickers Vimy.
Lindbergh consiguió 25.000 dólares de la época tras completar su hazaña. Tal cantidad de dinero fue ofrecida por el filántropo de origen francés Raymond B. Orteig.
Junto con los peligros de la navegación por el Atlántico (fundamentalmente por la niebla), el mayor desafío de Lindbergh durante su vuelo transatlántico fue lo que tuvo que luchar para mantenerse despierto. Entre sus preparativos previos al vuelo pasó 55 horas sin dormir. Lindbergh llegó a volar a muy baja altura sobre la superficie del océano con la esperanza de que la espuma del mar frío le ayudará a mantenerse despierto. Tras 24 horas de viaje, comenzó a sufrir delirios por la falta de descanso. Más tarde escribió que comenzó a ver espejismos como figuras alrededor del avión e islas que aparecían y desparecían. Lindbergh incluso afirmó que las apariciones hablaron con él y le ofrecieron consejo para llevar a buen puerto su aventura. Las alucinaciones finalmente se desvanecieron, y sólo unas pocas horas más tarde, el aviador agotado aterrizó en París ante una multitud de más de 150.000 personas.
La Travesía transcontinental de Lindbergh lo convirtió en uno de los hombres más famosos del mundo. Recibió millones de cartas de admiradores, participo en incontables desfiles e incluso fue galardonado con la Medalla de Honor. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que “The Lone Eagle” volviera a los cielos en pos de otro ambicioso viaje. En diciembre de 1927, se puso a prueba a “El Espíritu de San Luis” en un vuelo en solitario, sin escalas, desde Washington DC a Ciudad de México como parte de una gira de buena voluntad por América Latina. En México, conoció a Anne Morrow, la hija del embajador de Estados Unidos, Dwight Morrow, y tan solo unos meses más tarde de conocerse se casaron. Anne se convirtió en operador de copiloto y en el enlace por radio de confianza de Lindbergh, y la pareja hizo varios vuelos revolucionarios, incluyendo un viaje den 1931 desde los Estados Unidos a Japón y China.
El 1 de marzo de 1932, el hijo de Lindbergh, Charles Lindbergh, Jr., fue misteriosamente secuestrado en su casa en Nueva Jersey. La familia recibió miles de ofertas de ayuda, incluyendo la del mismísimo Al Capone. A la espera de ser trasladado a la cárcel por cargos de evasión de impuestos, Capone emitió un comunicado ofreciendo los Lindberghs sus condolencias, diciendo: “Sé cómo la señora Capone y yo nos sentiríamos si nuestro hijo fuera secuestrado.” El gángster puso una recompensa de 10.000 dólares por información que condujera a la detención de los autores, y propuso utilizar sus conexiones criminales para ayudar a encontrar a los secuestradores a cambio de no pasar por la cárcel. Lindbergh no aceptó la oferta, pero si acepto la ayuda de otras figuras del hampa que afirmaban que tenían información sobre el crimen. La búsqueda terminaría en tragedia en mayo 1932, cuando el cuerpo del bebé Lindbergh fue encontrado a pocas millas de la casa de la familia.
Lindbergh fue un famoso defensor de los viajes en avión, pero también ayudó a sembrar las semillas del programa espacial a través de su trabajo con Robert Goddard. Lindbergh se enteró de los experimentos de Goddard con cohetes de combustible líquido a finales de 1929, y los dos pronto entablaron una amistad de por vida. Convencido de que el trabajo de Goddard algún día podría facilitar un viaje a la luna, Lindbergh se convirtió en el paladín del físico llegando incluso a persuadir al filántropo Daniel Guggenheim para que le diera 100.000 dólares en financiación. Los avances de Goddard serían más tarde de gran valor en el desarrollo de los misiles y los viajes espaciales. Cuando el Apolo 8 se convirtió en la primera misión espacial tripulada en órbita alrededor de la luna en 1968, Lindbergh envió a los astronautas un mensaje diciendo: “Ustedes ha hecho realidad el sueño de Robert Goddard.”
Lindbergh era conocido por su buena mano y conocimientos a la hora de preparar y reparar sus aviones. Años más tarde volcó sus habilidades para la mecánica hacia la biología. Inspirado por la batalla de su cuñada de Elisabeth con enfermedades del corazón, se asoció con el cirujano francés, y ganador del Premio Nobel, Alexis Carrel y pasó gran parte de la década de los 30 trabajando en un método para mantener los órganos vivos fuera del cuerpo. Para 1935, Lindbergh había desarrollado una bomba de perfusión de vidrio Pyrex que era capaz de mantener activos y libres de infecciones órganos extirpados. La bomba fue aclamada como un gran avance médico, y ayudó a allanar el camino para el desarrollo de los primeros órganos artificiales. Lindbergh y Carrel colaboraron en un libro en 1938 sobre el tema llamado The Culture of Organs.
A finales de la década de los 30 y principios de los 40, la reputación de Lindbergh recibió un serio varapalo por su oposición a la Segunda Guerra Mundial y su aparente fascinación con la Alemania nazi. El aviador había hecho varios viajes a Alemania en la década de 1930 para inspeccionar su fuerza aérea, y volvió a casa convencido de que la Luftwaffe sería capaz de dominar Europa. Se convirtió en uno de los opositores más vocales de la participación estadounidense en el conflicto, y se entregó a decenas de discursos públicos y radiofónicos criticando al presidente Roosevelt, a los periódicos de orientación a la par que se postulaba a favor del aislacionismo. A medida que Estados Unidos se acercó más a la guerra, muchos comenzaron a señalar al antiguo héroe como un antisemita y un traidor. Lindbergh se rindió en su cruzada y trató de hacerse con un sitio en el ejército después del bombardeo de Pearl Harbor. El presidente Roosevelt (quien llamó en privado al aviador nazi) le prohibió servir. Lindbergh pasó un tiempo como piloto de pruebas y asesor de la aviación antes de viajar a Teatro del Pacífico en calidad de observador. Aunque oficialmente era un civil, con el tiempo voló en 50 misiones de combate e incluso llego a derribar un avión de combate japonés.
Lindbergh viajó mucho después de la Segunda Guerra Mundial, y más tarde afirmó que sus andanzas le habían hecho muy consciente de que la civilización moderna estaba acabando con la vida animal y vegetal. Argumentando que prefería tener “aves que aviones”, en la década de 1960, Lindbergh dio su apoyo al Fondo Mundial para la Naturaleza y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales. Usó sus viajes para luchar por causas ambientales, y contra la desaparición de decenas de especies en peligro de extinción, incluyendo ballenas azules y jorobadas, tortugas, Tamaraws y águilas. Antes de su muerte en 1974, vivió entre tribus indígenas en África y Filipinas, y ayudó a adquirir tierras para la formación de Parque Nacional Haleakala en Hawai.
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