La Historia Compartida…Por César del Campo de Acuña
Sean bienvenidos una vez más a La Historia Compartida, la sección de www.cincodays.com dedicada a las breves biografías de las más variopintas personalidades de la historia. Hoy les voy a hablar de uno de los mayores criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial.
¿De quién hablamos?: de Shirō Ishii un microbiólogo japonés nacido el 25 de junio de 1982 en la en la antigua aldea de Shibayama del Distrito de Sanbu, Prefectura de Chiba. Murió a los 67 años de edad el 9 de octubre de 1959 en Tokio.
¿Por qué paso a la historia?: Shirō Ishii ha pasado a la historia por estar al frente del infame Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés, un programa encubierto de investigación y desarrollo de armas biológicas que llevó a cabo letales experimentos médicos sobre humanos durante la Segunda guerra sino-japonesa (1937-1945) y la Segunda Guerra Mundial.
¿Sabías que…?: Como ya he mencionado Ishii nació en el antiguo pueblo de Shibayama del Distrito de Sanbu, en la Prefectura de Chiba y estudió medicina en la Universidad Imperial de Kyoto. Allí sobresalió en sus estudios y se graduó en 1920. Acto seguido se enrolo en el ejército Imperial Japonés donde fue asignado al Hospital del Primer Ejército y Escuela Médica Militar de Tokio. Gracias a su trabajo en 1924 fue enviado de nuevo a la Universidad Imperial de Kyoto para cursar estudios especializados y doctorarse en microbiología. Durante su segunda estancia en la Universidad se casó con la hija de Torasaburo Akira, el rector de la institución. Un año después de doctorarse en 1927, fue enviado a occidente donde viajo por Europa y Estados Unidos interesándose por las investigaciones biológicas realizadas en los diferentes países que visito. Cuando regreso a Japón se consagro a promover entre sus superiores la necesidad de la investigación y creación de armas bacteriológicas.
¿Cómo logro ser escuchado? Un hecho fortuito fue el que hizo que sus teorías fueran tomadas en serio. A su regreso de occidente, se desato una epidemia de meningitis en Shikoku. Ishii diseño un filtro de agua especial que ayudo a frenar definitivamente a frenar la expansión de la enfermedad. Este éxito fue el que hizo que su habilidad como bacteriólogo fuera tomada en serio por sus superiores en el ejército los cuales empezaron a ver en la guerra bacteriológica, gracias a Ishii, la solución a un país con recursos naturales tan limitados como es Japón en la carrera armamentística que se había iniciado cuando termino la Primera Guerra Mundial. Patrocinado por los coroneles Tetsuzan Nagata, Yoriniichi Suzuki, Ryuiji Kajitsuka, Chikahiko Koizumi (este último cirujano jefe del ejército Imperial japonés) y Sadao Araki, Ministro del Ejercito y líder de la facción fundamentalista conocida como Proceder Imperial, Ishii logro que sus ideas no solo fueran escuchadas por el emperador sino respaldadas económicamente.
Japón, en pleno expansionismo imperial, invade Manchuria el 18 de septiembre de 1931. Ishii es entonces destinado a la remota zona de Pingfan donde fue puesto al mando de la Unidad Antiepidemica de Suministro de Agua. En 1932 deciden establecer allí un centro de investigaciones, inaugurándose dicho centro a finales de ese año. La base era un complejo enorme con más de 150 edificios dentro de un perímetro de 6 kilómetros cuadrados. Allí empezó a operar la a Unidad Manchu, creada tras un edicto imperial en 1935. Aparte de Shirō Ishii, otras destacadas figuras de la citada unidad fueron el Teniente coronel Ryoichi Naito, el Doctor Masaji Kitano y Yoshio Shinozuka. Finalmente, en 1936 se formó la unidad, oficialmente conocida como Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica que partir de 1941 sería conocido con el nombre de Escuadrón 731 o Unidad 731.
En 1937 comienza la segunda guerra chino-japonesa (que termino dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial). Las tropas japonesas, menores en número pero mucho mejor equipadas, comienzan a utilizar armas químicas contra los chinos. Concretamente utilizan diferentes tipos de gases (no hace falta decir que Japón abandona los tratados firmados tras la Primera Guerra Mundial con respecto al uso de estas armas). Fue en los laboratorios de Ishii donde se comprobaron los resultados de las mismas. El complejo del Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica ocupaba una extensión de 32 kilómetros cuadrados y estaba formada por unas 3000 personas entre científicos y técnicos, los soldados que vigilaban el perímetro de la base eran del Kempeitai o policía política japonesa. Conformada fundamentalmente por laboratorios, salas de pruebas y una gran prisión. Los laboratorios dirigidos por Ishii tenían la misión de crear cepas más resistentes y contagiosas de tifus, el cólera o la peste bubónica.
Antes de continuar con el devenir de la unidad dirigida por Ishii desde 1932 a 1945, hay que destacar la personalidad del protagonista de esta entrada. Según las diferentes publicaciones consultadas para la elaboración de este artículo, Shirō Ishii desde sus años de formación mostro un carácter diferente. Para empezar, en una sociedad tan acostumbrada al vasallaje hacia el superior Ishii desde joven mostro una ambición y una predisposición a medrar inusitada en un japonés. Por otro lado era altivo, orgulloso y brillante. A pesar de haber nacido en una aldea lo hizo en el seno de una de las familias más ricas de la misma lo que explica alguno de los rasgos de su personalidad. Más que ser problemático para sí mismo, lo era para los demás al mostrarse, egoísta, agresivo y desconsiderado. El hecho de que se alistara en el ejército no sorprendió a nadie ya que desde sus primeros años en la universidad había mostrado interés por ostentar un cargo de poder como podía ser el de general.
Volviendo a los laboratorios en ellos, el procedimiento seguido por los hombres de Ishii siguiendo sus órdenes era manipular genéticamente diferentes insectos (garrapatas, pulgas, moscas, mosquitos…) y controlar animales con diferentes enfermedades como la peste bubónica o la disentería. Tras controlar a los sujetos se exponía a los prisioneros (habitualmente chinos y coreanos, pero una vez entraron en guerra con los Estados Unidos también fueron pasto de los sádicos experimentos soldados americanos, europeos y australianos) al contagio para estudiar el desarrollo de la enfermedad. Los que morían al cabo de 4 o 5 días eran diseccionados, los que sobrevivían eran viviseccionados para comprobar como la enfermedad había afectado a sus órganos internos. El fin de todos estos estudios era desarrollar armas bacteriológicas con el fin de convertirlas en el as en la manga del Ejercito Imperial Japonés. No crean que Ishii, tras obtener resultados, no hizo pruebas. El ejército Japonés en octubre de 1940 soltó una bomba de bacterias sobre Chuhsien, provincia de Chechiang matando a 21 personas y en noviembre del mismo año lanzaron otra, provocando una epidemia que mató a 99 personas en Ningpo. Quizás uno de los experimentos más crueles que firmo Ishii fue el de distribuir entre la población civil infantil de la zona caramelos con ántrax.
Aquellos fueron los primeros pasos del entramado dirigido por el conocido, popularmente, como “El Mengele Japones”. No fue hasta 1941 que se empezó a conocer a los miembros de aquel programa encubierto de investigación vírica como Escuadrón 731 o Unidad 731. Conformado por 8 divisiones, cada una tenía una labor concreta (División 1: Llevaban a cabo investigaciones sobre cólera, tuberculosis o peste bubónica con humanos. División 2: prueba de nuevas armas biológicas, sobre todo diseño y manufactura de instrumentos para esparcir agentes patógenos y parásitos. División 3: Lugar donde se producían proyectiles con agentes patógenos. División 4: Producción de materiales para los experimentos. División 5: Lugar de entrenamiento de nuevos integrantes del grupo. División 6, 7, 8: Espacio donde se concentraban las unidades médicas y a la parte administrativa.) y uno de los objetivos principales era el desarrollo de un arma con el que asolar la costa oeste estadounidense. De hecho, aunque suene a broma, uno de los principales proyectos en los que trabajo el Escuadrón 731 fue en la creación de una bomba de pulgas que llego a ser funcional gracias a meterlas en proyectiles de cerámica que detonaban con una pequeña carga que no terminaba con la vida de los insectos encerrados en su interior.
Las historias de horror procedentes del Escuadrón 731 son inagotables. Ishii no solo aprobó toda ellas, sino que participo en algunas. Entre los experimentos más crueles se encontraba evidentemente la vivisección (Ishii creía firmemente que si el sujeto de estudio había fallecido no podrían estudiar bien como la enfermedad afectaba a los órganos internos) que iban desde el estudio de amputaciones (fuera de órganos o miembros) pasando por el análisis interno de los sujetos expuestos a infecciones. Otro estudio perpetrado por el Escuadrón fue el de balística, haciendo pruebas de dispersión y resistencia a la metralla en prisioneros. Añadan a la innumerable lista de atrocidades cometidas por aquella unidad las pruebas de congelación de miembros o el estudio de la extenuación y la enfermedad en los que se hacía correr hasta la muerte a sujetos de estudios terriblemente enfermos.
¿Cómo fue el fin de aquellas terribles instalaciones de las que solo quedan algunas fachadas para que nadie olvide su recuerdo? Bien, cuando Japón recibió el segundo impacto de una bomba atómica, Ishii sabía que era cuestión de tiempo que el alto mando japonés anunciara la rendición absoluta de sus tropas. Previendo que sería acusado por terribles crímenes de guerra dado a su especial interés en experimentar con humanos (se estima que en las instalaciones del Escuadrón 731 murieron entre 40.000 y 200.000 personas incluyendo niños, mujeres y ancianos), decidió borrar todo el rastro de sus siniestros experimentos dinamitando el lugar (con todos los prisioneros supervivientes dentro) y eso hizo. Cuando Japón se rindió, para evitar ser juzgado como un criminal de guerra (algo que probablemente le hubiera llevado ante un pelotón de fusilamiento) hizo un trato con McArthur. Ishii le dijo al Gobierno Estadounidense que entregaría toda la documentación relativa a sus experimentos en el campo de las armas bioquímicas si no era llevado a juicio. Los Estados Unidos, sorprendentemente aceptaron, y Shirō Ishii salió indemne.
Tras el conflicto y durante la ocupación estadounidense, Shirō Ishii se convirtió al cristianismo. Quién sabe si movido por los fantasmas que le perseguían o por remordimiento de conciencia paso sus últimos años de vida atendiendo gratuitamente a cualquiera que necesitara de sus servicios médicos. Murió a los 67 años de edad a causa de un cáncer de garganta.
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