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La Historia Compartida – Sir Henry Morgan

Publicado el 02 marzo 2016 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

La Historia Compartida…Por César del Campo de Acuña

Sean bienvenidos una vez más a La Historia Compartida, la sección de www.cincodays.com dedicada a las breves biografías de las más variopintas personalidades de la historia. Hoy les voy a hablar de otro de los grandes piratas (o corsarios, si lo prefieren) ingleses.

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¿De quién hablamos?: de Henry John Morgan, Henry Morgan, un pirata, bucanero y corsario ingles nacido en el año 1635 en Llanrhymney, Gales, actual Reino Unido y fallecido el 25 de agosto de 1688 en Jamaica (según fuentes consultadas pudo encontrarse con la muerte en Port-Royal o en Lawrencefield).

¿Por qué paso a la historia?: Paso a la historia como uno de los corsarios de mayor renombre en el caribe. Sus saqueos de Portobelo, Maracaibo y Panamá unidos al hecho de que muriera “tranquilamente” en Jamaica tras llegar a ser gobernador de la isla, le convierten en uno de los piratas más exitosos de su tiempo.

¿Sabías que…?: Todas las aventuras que vivió, supuestamente, fueron el resultado de una temprana fatalidad. Aunque no hay datos que lo corroboren, Alexandre Olivier Exquemelin cuenta en su libro Los Bucaneros de América que Henry Morgan fue secuestrado siendo niño en Bristol y vendido como esclavo en la isla de Barbados. Otras fuentes aseguran que simplemente llego al caribe siendo muy joven enrolado como sirviente movido por la aventura y probablemente la codicia. Sea como fuere, si Morgan no hubiera atravesado el atlántico de una forma u otra, la vida que le esperaba en su tierra era seguir los pasos de su padre  (terrateniente ganadero).

Henry Morgan, a lo largo de su vida siempre negó los hechos que se contaban en Los Bucaneros de América. Tal fue su enfado cuando llego a sus manos una edición en ingles del libro que Morgan llego a los tribunales con el editor de la obra (William Crooke) ganándole un juicio por libelo. Como resultado obtuvo disculpas públicas y 200 libras esterlinas como indemnización. Morgan, tras el juicio aseguro que él, a lo largo de toda su vida solo había servido al rey. El caso es que, por muy enfadado que Morgan se sintiera por la historia contada en el libro de Exquemelin, en el siglo XVII, las leyes inglesas permitían una suerte de contratos laborales (especialmente los de sirviente) que se asemejaban más a la esclavitud que a otra cosa.

Su gran oportunidad le llego a los 19 años de edad en 1654. Por aquel entonces Cromwell estaba preparando la invasión de Haití y la flota que comandaba echo el amarre en Barbados. Fue justo en ese momento que Morgan escapa de su propietario/señor y se enrola en una de las tripulaciones de los barcos que componían la armada de Cromwell. En lugar de tomar Haití, la flota trata de tomar Santo Domingo el 31 de marzo de 1655, pero fracasan y entonces se dirigen al enclave menor que era la Jamaica Española y si la conquistan. La corona inglesa para defender el enclave entrego patentes de corso entre los piratas de la zona para defender el que sería la punta de lanza de Inglaterra en el caribe. Morgan, dejo la armada real y se enrolo en una de las tripulaciones corsarias para aprender el oficio y foguearse en el oficio.

No tardó mucho en capitanear su propio buque. En 1666 ya capitaneaba un barco corsario. Eso sí, navegaba bajo la patente de corso entregada a Sir Christopher Mings (pirata que participo en el asalto a Jamaica y que robo 1 millón de piezas de oro a los españoles). Sus ataques eran coordinados con el gobernador de Jamaica, el cual, al igual que el Rey, se llevaba un porcentaje de los saqueos. Morgan se convirtió en un temido pirata gracias a sus brutales asaltos a Puerto Príncipe y Portobelo. El de Portobelo de 1668 fue especialmente cruel, ya que una vez pudo desembarcar, para rendir la fortaleza de San Jerónimo, vació los conventos de sacerdotes y monjas para utilizarlos como escudos.  Una vez rindió el fortín se enseñoreo de la plaza durante unos días en los que las violaciones, incendios y disturbios de todo tipo eran tan comunes como que el tiempo pasaba. Finalmente pidió un rescate, se le pago y abandono Portobelo.

En 1669 saqueo Maracaibo. Tomo la ciudad sí (la cual vivió el mismo terror que Portobelo durante los días que la chusma capitaneada por Morgan se paseó por sus calles), pero no pudo cobrar demasiado por su rescate debido a que el sanguinario pirata francés, El Olones, ya la había tomado tres años antes. Cuando abandono la ciudad, le esperaban tres barcos españoles (el Magdalena, Luis y La Marquesa), en la salida al caribe. Morgan, por medio de una suerte de embarcación camicace cargada de pólvora hundió el Magdalena para ver como entre los españoles y su comandante (Alonso del Campo, que espero no tenga nada que ver conmigo) cundía el pánico. Tras una torpe maniobra por parte de los españoles que dejo encallado uno de sus barcos, Morgan se pudo aproximar a la Marquesa y tomarla tras una sangrienta lucha. Tras aquello intento asaltar el fortín que custodiaba la salida y en el primer asalto  perdió 30 hombres. Viendo su cabeza en peligro Morgan engaña a los españoles simulando un desembarco y consigue huir.

En 1670 España reconoce que ha perdido Jamaica para siempre. Eso motivo a los corsarios ingleses a adentrarse en las aguas del Golfo de Mexico. Morgan no iba a ser menos y así en 1671 se lanza sobre Panamá. Comandando 35 barcos, tripulados por 2000 hombres, Morgan se dirige a Panamá para resarcirse (supuestamente) de una afrenta. En 1670, el gobernador de Panamá (Agustín de Bracamonte) le pidió las armas con las que había tomado Portobelo a Morgan. Este le envío una pistola y sus balas junto a una carta en la que el corsario le decía: guárdela, dentro de un año iré a buscarla. El gobernador, airado le respondió enviándole una sortija y un mensaje en el que le aconsejaba no acercarse a su ciudad, ya que no tendría la misma suerte que en Portobelo. Conquistar el primer fuerte le costó 200 hombres y muchos heridos. Abrirse pasó por la selva no fue mucho mejor y la expectativa de encontrarse con 2500 hombres (500 a caballo y 2000 a pie) y toros bravos hicieron que los ánimos del asalto pirata decayeran entre la tripulación. El único que no parecía abatido por las circunstancias era Henry Morgan el cual insto a seguir avanzando a sus hombres. El dramático final de la contienda vio como los españoles a caballos fueron destrozados en dos cargas de mosquetes y las tropas a pie fácilmente superadas por su falta de experiencia (en su mayoría eran esclavos y campesinos). Panamá cayó y aunque durante el asalto las sedas y especias se habían perdido en un incendio, Morgan pasó allí unos días cometiendo todo tipo de vilezas sobre la población para encontrar cualquier tesoro que hubieran ocultado. Cuando el corsario se marchó, Panamá quedo reducida a cenizas y tuvo que ser reconstruida dos años después.

Tras aquel brutal asalto, el monarca inglés, ante las airadas amenazas españolas, decidió “ocultar” cómodamente a Morgan en una prisión. Cuando las aguas se calmaron, Morgan salió de su pequeño retiro convertido en Sir (señor) y con el título de gobernador de Jamaica bajo el brazo.

Curiosamente, a pesar de su pasado como corsario y del buen trato que la Corona Inglesa le solía dar a los piratas (especialmente a aquellos que se plegaban a los intereses de Inglaterra), Morgan como gobernador se dedicó en cuerpo y alma a perseguir y desinfectar las aguas entorno a su isla de sus antiguos compañeros de pillaje. No es que Morgan, como gobernador, se echara a la mar a perseguirlos, ya que no volvió a navegar, pero si encargo a los capitanes a su servicio que acabaran con cualquier rastro de piratería en sus aguas.

No duro mucho como gobernador, ya que fue destituido del cargo por un caso de corrupción y abuso de poder. Eso no le hizo perder el título de Sir, ni sus bienes, ni su buena posición ya que paso el resto de su vida como un notable y rico hacendado de la isla gracias a sus enormes plantaciones.

Paso los últimos años de su vida recordando en las tabernas de Port-Royal, gotoso, abotargado y agitado por la hidropesía. La muerte le llego lejos de cañones, abordajes, sables, hachas, pistolas y mosquetes. Se fue a la tumba como un hombre de éxito y rico (aún hay quien busca su fortuna, pero probablemente la gasto en vida).

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