Hace quince días os presenté la historia de Lina. Hoy es el turno de compartir la historia Brigitte, otra mujer que nos comparte su testimonio en la sección Historias de las lectoras que tanto me gusta, y creo que a ti también.
De hecho, es como si ésta fuese la Semana de Brigitte Emaga en el blog, porque el lunes te hablaba de ella y del concierto que dio junto a la Black Cotton Blues Band en el restaurante Rosé.
Antes de seguir adelante quiero agradecerle a Brigitte su buena disposición y que, en cuanto le propuse compartir su historia en el blog, aceptase sin dudar, y se prestase a colaborar rápidamente. Me siento honrada por ello. ¡Gracias, Brigitte!
Realmente me hace muchísima ilusión poder mantener esta sección, y lo que más ilusión me hace es que me da la sensación de que se está convirtiendo en la sección más entrañable del blog por la humanidad que desprende.
A mí realmente me encantan y me conmueven todas las historias que ya hemos compartido, desde que Ruth abrió la veda siendo la primera lectora que publicó su historia en este blog hasta el día de hoy. ¿Te puedes creer que ya hace un año que funciona la sección? Te lo debo todo a ti, que lees, que comentas y, sobre todo, que compartes y participas.
Bueno, no quiero enrollarme más, porque hoy el espacio del blog es de nuevo para Brigitte, para que la conozcas un poquito más.
La historia de Brigitte
Me llamo Brigitte.
Siempre tuve claro que nuestro pelo nos ofrecía un amplio abanico de posibilidades a la hora de poder crear diferentes estilos.
Sí, reconozco que no siempre fué fácil trabajarlo, pero siempre he disfrutado, y más viendo el resultado final.
Desde muy pequeña empezó mi inspiración. Tenía claro que tenía que saber dominar mi pelo y seguir los procesos adecuados para manejarlo con más facilidad, lavarlo, saber desenredarlo bien acompañándolo de la crema Pink y luego ya proceder a hacerme lo que me apeteciera en ese momento.
Tengo que reconocer que mi primer conejillo de indias fue mi hermana pequeña, a la cual le hacía de todo: timiní (cornrows), trenzas con o sin extensiones, etc… Era algo que me encantaba.En casa somos bastante coquetas, y desde muy pequeñas acompañábamos a mi madre a las peluquerías, y mientras yo observaba y aprendía me daba cuenta de los precios tan desorbitados que tenían, así que decidí aprender a hacerme yo misma mis peinados…
Con mucha práctica aprendí rápido, y así ya llevo 16 años.
Lo he llevado de todas las maneras y todos los colores, trenzas, extensiones, rapado, estirado… siempre me ha gustado cambiar e innovar.
Con los años llegó Kenan, mi hijo, no era una niña, pero eso no me impedía el poderle hacer cosas con su pelo, así que ahora solo tenía que dejárselo largo.
Ha llevado casi siempre el pelo afro, pero también moñitos, trenzas… ¡estaba tan divino! Tengo que reconocer que eso ocasionaba que le confundieran con una niña, y más con esa cara tan dulce.
Él, desde pequeño, adoraba su pelo, y más después de llevar trenzas durante varias semanas seguidas, me pedía con los brazos levantados por encima de la cabeza y haciendo movimientos circulares que quería llevar su pelo afro… Jajaja me hacia tanta gracia esa pasión que ponía por su afro, más bien lo exigía.
Y ahí estamos…. Pasan los años y seguimos igual, disfrutando de nuestro pelo y renovandonos constantemente.
Ésta es la historia de Brigitte. Una de esas historias que habla de la versatilidad del pelo afro, y demuestra que solo es necesario mostrar interés y amar nuestro cabello afro para aprender a tratarlo.
¿Qué te parece la historia de Brigitte?