El 26 de mayo de 1828 apareció como por arte de magia en las calles de Núremberg, Alemania, un joven adolescente que se comportaba de forma extrañamente infantil y no paraba de repetir “Quiero ser soldado de caballería como mi padre”. El adolescente llevaba encima una carta dirigida al capitán del regimiento de Schmolishe que explicaba una rara procedencia. El muchacho se convirtió en un misterio y en un ídolo de masas que llenó páginas de periódicos dentro y fuera de Alemania..
La carta que llevaba el adolescente iba remitida al capitán Von Wessenig: “Le envío este chico que desea servir a su rey en el Ejército. Me fue entregado a mí, el 7 de octubre de 1812. Su madre me pidió que lo educara como a mi propio hijo. Desde ese día jamás le he dejado salir fuera de la casa. Él mismo no conoce el nombre del lugar. Puede preguntarle, pero no será capaz de decirle donde vivo. Lo saqué de la casa de noche. No podrá encontrar el camino de vuelta”.
Después de leer la misiva y ante la imposibilidad de tener más información, ya que el muchacho no hablaba, el capitán Von Wessenig decidió llevarlo a la comisaría de policía. Allí sorprendió a todos los presentes, ya que aunque tenía un comportamiento infantil, fue capaz de escribir su nombre Kaspar Hauser en un papel. El joven no pudo responder a las preguntas de la policía ni indicar el lugar del que venía. Las autoridades decidieron ingresar a Kaspar Hauser en un albergue para pobres y vagabundos bajo la tutela de Andreas Hiltel. Kaspar Hauser estaba en buen estado físico y podía caminar sin problemas. Su aspecto era sano, algunos estimaron que su edad debía de ser de unos 16 años, y sin embargo parecía que estaba mentalmente retardado.
El hijo de Europa
Hauser detestaba la ingesta de carne y alcohol, pues aparentemente solo lo habían alimentado con agua y pan. Aprendió a hablar, a leer y a comportarse, y su fama se extendió como la pólvora por toda Europa, haciéndose conocido en aquella época con el mote de “el hijo de Europa”.
Kaspar Hauser mantenía conversación con uno de sus tutores al que explicaba que había estado mucho tiempo solo en la oscuridad de una celda o especie de ‘zulo’ con una cama de paja y con la compañía de un caballo de madera de juguete. Cada mañana encontraba pan y agua al lado de su cama. Algunos días el agua sabía más amarga y al beberla dormía más profundamente que de costumbre. Cuando despertaba alguien había cambiado la paja de la cama y cortado su pelo y uñas. Kaspar Hauser recordaba que un hombre le había visitado poco antes de su liberación y que en ningún momento mostró su cara. Este hombre le enseñó a escribir su nombre y a mantenerse en pie y caminar.
Esta historia provocó ríos de hipótesis, estudios y análisis convirtiendo a Kaspar Hauser en objeto de atención internacional. Se dijo de todo, hasta que podría tener parentesco con la realeza, con la Casa de Baden, aunque también aparecieron las voces que afirmaban que sólo era un impostor.
Lo que sí queda claro hoy en día, es que existe un consenso entre los investigadores que la explicación que Kaspar Hauser dio su tutor no podía ser cierta, o al menos no tomada al pie de la letra. Los psiquiatras afirman que si Kaspar Hauser hubiera vivido en las condiciones que él mismo explicó cuando era pequeño y hasta que cumplió los 16 años, hubiera sufrido un retraso mental grave, es más no hubiera podido vivir tanto. Aún más que un niño necesita un proceso para poder escribir su nombre y alguien tiene que enseñarle.
Al cabo de un tiempo era evidente que Kaspar Hauser no era ni un loco ni un enfermo mental, pero había acciones que desconcertaban a los que le rodeaban: ante un espejo miraba detrás para encontrar la persona que había dentro, tampoco era capaz de entender por qué los objetos más lejanos se veían más pequeños, el cielo estrellado estaba lleno de velas, y como dato curioso, el joven tenía muy desarrollado el sentido del olfato.
Von Feuerbach, presidente de la corte de apelación bávara, empezó también a investigar el caso. Kaspar Hauser había sido entregado a Friedrich Daumer, un filósofo y profesor de secundaria, que le enseñó a leer y escribir, y descubrió su talento para el dibujo. En este ambiente Kaspar Hauser parecía florecer. Su profesor también sometió al joven a tratamientos homeopáticos y experimentos magnéticos.
Entre el desconcierto y la mentira
17 de octubre de 1829: Kaspar Hauser no baja a comer y es encontrado con un corte en la frente. Explica que mientras se encontraba en el baño había sido atacado y herido por un hombre encapuchado que le había amenazado con matarlo. Kaspar Hauser afirma haber reconocido la voz del encapuchado como la del hombre que lo había traído a Núremberg. El suceso alarmó a las autoridades locales que pusieron escolta policial a Kaspar Hauser y pasó a estar bajo el cuidado de Johann Biberbach, una de las autoridades municipales. El presunto ataque también alimentó los rumores sobre que Kaspar Hauser fuera descendiente de la Casa de Baden. Los críticos de Kaspar Hauser consideran que todo fue una estrategia de Kaspar Hauser para provocar un sentimiento de pena en su profesor, con el que se había discutido hacía poco. De hecho, su profesor había empezado a creer que el chico tenía una marcada tendencia a decir mentiras. Las heridas en este caso se las habría infligido él mismo con una navaja.
3 de abril de 1830: Su escolta entra en la habitación de Kaspar Hauser en casa de Biberbach tras oír un disparo encontrándose al chico sangrando a través de una herida en el lado derecho de su cabeza. Afortunadamente Kaspar Hauser revive rápidamente y explica que al subirse a una silla para coger unos libros, se cae y en su caída al intentar sujetarse a algo había disparado sin querer la pistola que estaba colgada en la pared. Esta vez los críticos ponen en duda que la herida fuera provocada por la pistola y creen que podría ser debida a una pelea, esta vez también causada por sus numerosas mentiras.
Como resultado de este incidente y de que su relación con la familia Biberbach se había enfriado, las autoridades decidieron transferirlo a la casa del Barón von Tucher, que más tarde también se quejaría de las mentiras de Kaspar Hauser, testimonio que coincidiría con el de la señora Biberbach, que además añadía que estaba lleno de rencor.
La custodia de Kaspar Hauser pasaría en 1831 a Lord Stanhope, un noble inglés que estaba decidido a clarificar el origen de Kaspar Hauser. Stanhope ofreció 500 florines a quien pudiera aportar algo de luz sobre el parentesco del joven y visitó hasta dos veces Hungría, ya que Kaspar Hauser parecía recordar algunas palabras en húngaro. Sin embargo, al fracasar en sus investigaciones, Stanhope empezó a dudar de la credibilidad de Kaspar Hauser y, un tanto decepcionado, lo abandonó dejándolo al cuidado de un profesor, Johann Georg Meyer. La última vez que Kaspar Hauser y Stanhope se vieron fue en 1832, aunque el noble se seguiría haciendo cargo de su sustento.
La vida con el profesor Meyer tampoco fue fácil para Kaspar Hauser, estricto y un tanto pedante, no aprobaba las muchas excusas y mentiras aparentes del chico. El chico consiguió un empleo como copista en el juzgado local, pero aún esperaba que Stanhope cumpliera su promesa de llevarlo a Inglaterra.
El desenlace
9 de diciembre del 1833: Kaspar Hauser y Meyer tienen una discusión fuerte. Kaspar Hauser esperaba que Lord Stanhope le visitara esas navidades pero no fue así. Cinco días más tarde, Kaspar Hauser apareció en casa con una herida profunda en su costado izquierdo provocada, según el joven, por un extraño en un jardín de la ciudad donde alguien le había apuñalado y había dejado una bolsa. Cuando la policía acudió al jardín encontraron un pequeño bolso violeta que contenía una nota escrita a mano con lápiz de forma especular (que se lee reflejada en un espejo). La nota sólo contenía frases vagas sobre una supuesta procedencia de la frontera bávara, pero no aclaraba nada.
17 de diciembre de 1833: La herida resulta ser fatal y Kaspar Hauser muere. Las incoherencias de la versión de Kaspar Hauser hicieron sospechar que él mismo se había producido las heridas y se inventó la historia de su ataque. La nota que se encontró contenía un error gramatical y otro ortográfico que eran muy habituales en Kaspar Hauser. Resultó extraño que insistiera a la policía para encontrar el bolso, pero no preguntara después por lo que este contenía. La nota estaba doblada formando un triángulo, justamente la manera en que Kaspar Hauser doblaba su cartas.
Aunque la ciudad de Núremberg ofreció una generosa recompensa por la captura del asesino y se llevó a cabo una intensa búsqueda, el asesino jamás se encontró. Los forenses concluyeron que era posible que él mismo se hubiera producido las heridas. Kaspar Hauser fue enterrado en un cementerio en el campo. Su lápida reza: “Aquí yace Casparus Hauser, enigma de su tiempo. Su nacimiento es desconocido, su muerte un misterio.”
Investigaciones de linaje
Respecto a su procedencia real, en 1996 la revista alemana Der Spiegel financió un examen de ADN para comprobar la historia. Una mancha de sangre en la vestimenta de Kaspar Hauser, conservada por un museo alemán, se comparó con el ADN de la realiza de Baden, y el resultado fue que no tenía relación genética alguna con el linaje de los Baden. Un estudio posterior en el año 2002, llevado a cabo por el Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Munster, analizó mechones de pelo y muestras de células obtenidas de ropas que Kaspar Hauser había usado en vida. Esta vez las seis muestras resultaron ser idénticas y diferían de manera substancial de la muestra de sangre usada en el 1996.
Esta vez las muestras se compararon con ADN de Astrid von Medinger, una descendiente de Stéphanie de Beauharnais, la madre del príncipe fallecido. Ambas secuencias diferían pero la desviación observada no era lo suficiente grande para excluir una relación, aunque tampoco probaba dicha conexión, puesto que las muestras de Kaspar Hauser contenían un patrón que es común entre la población alemana. La Casa de Baden no permitió el examen de los restos de Stéphanie ni del hijo que había sido enterrado como su hijo.
Otra teoría más reciente especula con la posibilidad de que Kaspar Hauser fuera hijo ilegítimo de Napoleón y Stéphanie. Su matrimonio con Karl von Baden no era muy feliz, por lo que no sería descabellado un encuentro de Stéphanie con Napoleón, su ídolo antes de la guerra contra Rusia. Los parecidos físicos de Kaspar Hauser con Napoleón reforzarían esta teoría. Un hijo ilegítimo hubiera sido igual de poco deseado por Napoleón como por la Casa de Baden, lo que habría justificado su cautiverio.
Según algunos historiadores modernos, resulta probable que Kaspar haya sido el hijo legítimo de alguna familia respetable, criado en alguna granja aislada y abandonado en la ciudad cuando sus familiares ya no quisieron hacerse cargo de él.
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