Revista Expatriados

La historia de la albóndiga invertida

Por Spanierin

Érase una vez un animal cuya especie no recuerdo que se me presentó un día en forma de carne picada. Y me dije: hoy hago albóndigas.

El reto era sencillo. Mami las había hecho ya millones de veces. Yo había estado allí delante muchas de ellas. Se mezclan un par de cosas por aquí, se echa la carne dentro, harina alrededor y a freír. Con salsa al gusto, oye.

Para celebrar la ocasión, me permití el lujo de crear una salsa llena de cebolla, hierbas variadas y vino blanco. Sí, suena muy bien. Lástima que dejara cocer tanto la mezcla que al final tan sólo me quedara la cebolla. Habría estado rica.

Sin embargo, a pesar de haber presenciado tantas veces la preparación más básica del plato e incluso tras haber hablado con mami por teléfono unos minutos antes de la hora H para asegurarme de que iba a hacer todo bien sin destrozarle la muerte a ningún animal... No lo conseguí. Es así, queridos amigos, como he creado la "albóndiga invertida", que no es más que una albóndiga normal, con la salvedad de que yo le añadí la harina exactamente al principio, al tiempo que se me olvidaban algunos ingredientes básicos y añadía otros de mi propia cosecha, pensando que así "quedaría más redondita". Mentira. Mis albóndigas se aplastan, porque les falta consistencia. Pero la cebolla superviviente de la salsa les da un sabor muy rico, no lo puedo negar.

Moraleja de esta historia: o empiezo a dibujar los pasos a seguir para desarrollar mi creatividad culinaria, o me acabaré teniendo que nutrir de vegetales.


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