Hoy es jueves, así que ya sabes lo que toca hoy, otra historia de las lectoras. Esta semana me gustaría presentarte a Paulette, una bellísima mujer que se reconcilió con su cabello afro y volvió a lucirlo en su estado natural.
Paulette se animó a enviarme su historia por correo electrónico, junto con un montón de fotos -¡gracias, Paulette!- y por eso hoy estoy compartiendo su historia contigo. Me gustaría que la leyeras con atención, porque es una historia emotiva, de reencuentro con las propias raíces y, como en todos los casos, de autoaceptación y superación. Espero que la disfrutes.
Érase una vez una niña tica (así nos llaman a las de Costa Rica) que nació en una famila de blancos latinos… madre blanca, tía blanca, abuela blanca, primos blancos… y se sentía un poco desubicada. Pero no tanto por su color de piel (porque eso, en realidad, la hacía sentir especial), sino por su afro… Ni su madre, ni sus tías, ni sus amigas pudieron lidiar con tan extraña forma de cabello.
Lucharon por peinarla, por acomodarle elpelo, por que se sintiera cómoda… hasta que ella misma, llegando a la pubertad y haaaarta de todo, cogió las tijeras, una máquina… ¡y se rapó! Vivió una adolescencia un poco extraña, ya que era incómodo ver a todas sus amiguitas con melenas largas y frondosas, y ella con su corte rapado a lo Will Smith en El Príncipe del Bel Air. Era algo así como el patito feo.
Total… pasaron los años, y esa niña fue creciendo, desarrollando. Cuando cumplió los 16 años descubrió el relaxer (crema aliñadora). Fueron desastrosas las primeras aplicaciones, pero sintió esa libertad de movimiento que la fue enganchando.
Conoció una peluquera con su mismo cabello que la adentró más en ese mundo de lisas raíces; y después de ahí, adiestró a su tía, recién graduada en peluquería, para volver su pelo más liso que una baba. Y así por los siguientes quince años.
Se hizo adicta a la dichosa melena lisa. Horas de blower (secador), plancha, repasos de crema en la raíz… miedo cada vez que salían esas raíces kinky. ¡Terror, horror! (a pesar de que allá en Costa Rica, muchos de sus amigos le rogaban que se dejara el afro nuevamente e intentaban convencerla de que se vería súper cool… pero nada).
Hasta que un día, cuando cumplió los treinta años, cruzó el carco y se vio en Europa; y dijo “hmmm… mi cabello liso aquí no mola…”. Se encontró con chicas con su mismo cabello, que andaban naturalmente mostrando esos rizos al viento con orgullo… y en realidad se dio cuenta de que sus amigos tenían razón: ¡eran cool!
Se dio cuenta de que tener un cabello natural como éste era una gran ventaja: se podía hacer los peinados que le diera la gana, rompía estándares, se arriesgaba con looks frondosos y gigantes sin que la gente la tachara de loca… ¡era libre! ¡Se sintió libre!
Y, si vamos más allá, como siempre fue patosa para cuidar su cabello, conoció blogueras, chicas que pudieron guiarla y enseñarle cómo tener un cabello más cuidado, y que le demostraron que el tener un afro no significa tenerlo descuidado. Hay muchísimas maneras de mostrarlo hermoso y en todo su esplendor.
Y ahora mismo esa tica luce sus rizos sueltos, hidratados… y se siente orgullosa de esa herencia que le dejó su lado paterno afrocaribeño.
Espero que te haya gustado la historia de Pau -que es como la llamamos en el grupo de whatsapp-, y que te animes a comentar qué te ha parecido. Te recuerdo que ya puedes leer las historias de otras chicas en la sección del blog Historias de las lectoras; y que, si quieres compartir la tuya, sólo tienes que escribirme a [email protected], y enviarme el texto con las fotos que quieras para que yo haga una composición y después la publique en el álbum de fotos de Facebook.
¿Te ha gustado la historia de Paulette? ¿Compartes tus impresiones con nosotros?