Revista Solidaridad

La historia de un discapacitado en Toledo: Crónica de un quiero y no puedo

Por Aparcamientodiscapacitados
Gustavo Romero no puede salir solo a la calle. Siempre que lo hace, va acompañado. Tiene 38 años y es discapacitado físico, razón por la cual moverse por Toledo sin la ayuda de otra persona es imposible. En apenas dos minutos de convivencia, cualquiera se da cuenta. Pese a ello, no se resigna. Se niega a pasar el resto de su vida así, dependiendo de personas como su amiga Angélica Pérez.Hace unos meses, «entre abril y mayo», pasó de la queja a los hechos. A denunciar, mediante un informe, todas las trabas que se encuentra si quiere, simplemente, tomar un café en el bar de la esquina. Aquella crónica de un quiero y no puedo fue recogida por el Grupo Municipal Popular, pero se quedó solo en eso: en la denuncia. Hace poco ha vuelto a plasmar su testimonio en otro escrito porque dice que el Polígono, su barrio, sigue igual.Él vive en la avenida Río Boladiez y el bar Océano, en la calle Río Cascajoso, queda a apenas 500 metros de su casa. Sin embargo, para llegar hasta el local tiene que hacer un rodeo. No puede ir en línea recta porque en la acera faltan rebajes. Y esto, que para cualquier persona es insignificante, cuando se va en silla de ruedas es un obstáculo imposible de superar. Solo o acompañado. Angélica lo reconoce: «No me había dado cuenta hasta que vas con un discapacitado o tú mismo pruebas a montarte en la silla». Así que para tomar un café el rodeo consiste en cruzar la rotonda de Boladiez y bajar por la otra acera de Cascajoso o irse hasta el Paseo Peatonal, donde no hay ninguna barrera.Hemiplejia de nacimientoGustavo sufre hemiplejia de nacimiento –tiene el lado derecho del cuerpo paralizado–. Hasta hace un año se movía con la ayuda de unas muletas, con la lógica dificultad. Pero decidió cambiarse a la silla de ruedas «por comodidad». Su enfermedad no es obstáculo para que trabaje como auxiliar administrativo en la consejería de Educación de la Junta –precisa que en la consejería hay ocho discapacitados–. Sin embargo, depende de su familia u amigos, que le llevan hasta allí a diario.Al hilo de la vuelta que tiene que dar para tomarse un café en el bar de la esquina, cuenta este discapacitado que los aledaños de su casa no son una excepción en la ciudad, sino más bien la tónica general. En su opinión, tan solo el barrio de Buenavista aprobaría en accesibilidad. Pone varios ejemplos del resto. Al Hospital Virgen de la Salud es «imposible que vaya solo». A la piscina tampoco. Hace tres años se apuntó al Centro de Agua, pero «acabé por borrarme» harto de las dificultades. Lo mismo para ir a Luz del Tajo, donde la parada de autobús «te deja en una rotonda en mitad de la carretera». Reconoce, eso sí, que el centro comercial cuenta con buena accesibilidad.Hablando de autobuses, Gustavo y su amiga Angélica califican el transporte público como «un show». Esta última cuenta una anécdota de hace unas semanas, cuando se trasladaron hasta la Puerta Bisagra y para volver se las vieron y desearon. Dice que «durante un buen rato» ninguno de los autobuses que pasaron estaba adaptado. Al final, siguieron el consejo de un conductor: se tenían que fijar en el número del auto, no en la línea. Angélica hace la comparación con un semáforo, por el color de las barras de los autobuses: los que las tienen verdes son accesibles, en los que su color es el amarillo ya es más difícil subir, y en los que son rojas es imposible.Como conclusión, dice Gustavo, «la ciudad que tenía ser la más accesible, por ser sede del Hospital Nacional de Parapléjicos, resulta que es la que menos». ¿Qué le diría al alcalde si lo tuviera enfrente? «Que se suba en una silla durante 15 días y sin apoyo», responde.«Queda mucho por hacer»A esta visión de la ciudad se contrapone la doble perspectiva que mantiene el alcalde, Emiliano García-Page. Por una parte, se escuda en la «complicada» orografía de Toledo. Sin embargo, también defiende su labor: «No hay semana que no se haga una acción de mejora de accesibilidad».Estas palabras fueron pronunciadas por Page hace unas semanas, en un acto con la Fundación ONCE en el que se anunció un plan de accesibilidad «muy ambicioso» que producirá «cambios importantes». Dijo el alcalde: «si buscan en Europa una ciudad con una mentalidad más defensiva, no solo para los discapacitados sino para todo el mundo, no la encuentran». A la vez, también reseñó lo «revolucionario» de los remontes mecánicos de Safont y Recaredo.
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