Los derechos se arrebatan al poder y la moneda que ilustra estas líneas es uno de los objetos que mejor relatan esta lucha milenaria. Es un penique acuñado durante el reinado de Eduardo VII (1901-1910), el heredero de la reina Victoria, una moneda de bronce demasiado común en su época y convertida en única gracias a una laboriosa y desconocida persona que grabó sobre la efigie del rey, letra a letra, la consigna sufragista: “Votos para las mujeres”. Como escribe la artista Felicity Powell, el lema parece sonar directamente en la oreja del monarca.
“Es literalmente una desfiguración, directamente encima del rey. Y lo interesante para mí es el modo en que la oreja se convierte en un elemento central. Al remachar estas letras la oreja se ha dejado más o menos intacta, lo cual es un poco como decir: “¿Lo oye usted?” De ahí saca su verdadera fuerza (…) Los peniques probablemente eran la moneda más utilizada, de modo que lograr propagar el mensaje, subversivamente, en el ámbito público, tanto a quienes debían sentirse consolados por él como a quienes debían de sentirse escandalizados por él, constituye una idea brillante”.
Este penique subversivo es una de las piezas más singulares de ‘La historia del mundo en 100 objetos’, un libro en el que Neil MacGregor, director del Museo Británico, resume el relato del hombre. “Una historia a través de las cosas es imposible sin poetas”, escribe MacGregor en el prólogo de este atractivo relato que nació para BBC 4 – una radio cultural que en España nadie se ha molestado en crear -, pero lo cierto es que si cada breve capítulo de este libro despierta nuestra imaginación lo hace a partir de la interpretación científica. Gracias al trabajo de una pareja de arqueólogos, los Pétrequin, hemos descubierto cómo un hacha de jade de hace casi seis milenios encontrada en Gran Bretaña procede de una montaña de los Apeninos italianos: ¡los arqueólogos han encontrado incluso el bloque de jade original!
El descubrimiento de los Pétrequin fue hace tan solo nueve años, aunque el hacha de jade fue encontrada cerca de Canterbury mucho antes. Después pasó a formar parte de la inmensa colección del Museo Británico que es también un relato del poder británico, desde los mármoles del Partenón a la piedra Rosetta. Por eso MacGregor, un gran divulgador, da voz a “las comunidades o países donde se hicieron los objetos (…) Solo ellas pueden explicar los significados que hoy tienen tales objetos en aquel contexto”. Así, una escritora egipcia cuenta la importancia de la piedra Rosetta y una arqueóloga griega explica por qué las figuras del Partenón son intemporales. Aunque los dos objetos sigan, claro, ¡en el British!
‘La historia del mundo en 100 objetos’ es un libro apasionante que se puede leer de manera convencional o a saltos, zigzagueando entre civilizaciones y continentes, viajando en el tiempo a través de elaborados productos mecánicos, como el astrolabio judío fabricado en la España medieval, o productos tan aparentemente sencillos – y, sin embargo, revolucionarios – como una tablilla de arcilla con las raciones de cerveza repartidas en una ciudad sumeria hace cinco mil años. Basta abrir el libro al azar para viajar en una máquina del tiempo que nos descubre la esencia de una civilización a través de un objeto. Como un plato de porcelana comunista elaborado en los primeros años de la dictadura soviética. Una obra que simboliza la dualidad imposible del paraíso proletario: un artículo de lujo nacido para ser vendido a un mundo capitalista que se quería destruir y que al mismo tiempo se necesitaba. Una historia fascinante.