Neil MacGregor.La historia del mundo en 100 objetos.Traducción de Francisco J. Ramos Mena. Debate. Barcelona, 2012.
Una estatuilla tallada en un canto rodado en Judea hace once mil años es la representación más antigua que se conoce de una pareja practicando sexo. Representa el abrazo de dos amantes de Ain Sakhri y fue hallada en Uadi Jareitun, cerca de Belén, y fechada hacia el año 9000 a.C.
Está expuesta en una caja en la Sala de Manuscritos del British Museum y forma parte de la selección que resume La historia del mundo en 100 objetos, un espectacular libro escrito por Neil MacGregor, que lleva una década como director del museo, como guión de A history of the world in 100 objects, una serie de programas radiofónicos que emitió la BBC en 2010, y que acaba de aparecer en español editado por Debate y traducido por Francisco J. Ramos Mena.
Bajo las luminosas claraboyas del atrio del British Museum este es uno de los libros que más se venden, entre otras cosas porque los cien objetos se presentan con textos como este:
Cuando la última era glacial tocó a su fin, alguien cogió un guijarro de un riachuelo no lejos de Belén –escribe MacGregor- y talló este canto rodado, ya maravillosamente traqueteado por la naturaleza, convirtiéndolo en uno de los objetos más conmovedores que hoy alberga el Museo Británico.
O como este otro, a propósito de la Momia de Hornedjitef, una caja de momia de madera, procedente de Tebas, cerca de Luxor, Egipto y datada hacia el 240 a. C.:
La primera vez que crucé las puertas del Museo Británico, en 1954, a los ocho años de edad, empecé por las momias, y creo que todavía es por ahí por donde empieza la mayoría de la gente en su primera visita. Lo que me fascinó entonces fueron las propias momias, la emocionante y terrible idea de los cuerpos muertos. Hoy, cuando atravieso el Gran Atrio o subo la escalinata frontal, sigo viendo a grupos de niños emocionados dirigiéndose a las galerías egipcias para desafiar el terror y el misterio de las momias.
El objetivo de la serie era hacer un viaje por la evolución de la humanidad a través del tiempo, de distintos lugares del mundo y de diversas civilizaciones. Se trataba, y a eso respondieron los programas y los capítulos de este volumen, de seleccionar cien objetos que debían abarcar el mundo entero y reflejar la enorme variedad de la experiencia humana, de las civilizaciones y de las diferentes capas sociales.
Cada uno de esos cien capítulos incluye no solo el texto de MacGregor, sino una ilustración imprescindible que permite que el lector se acerque a cada uno de esos objetos significativos y a veces humildes que resumen una civilización, la vida diaria o la intimidad de los hombres que vivieron hace miles de años.
Desde hachas de sílex hasta una Visa oro de los Emiratos árabes, desde una herramienta cortante – un canto tallado bifacial- encontrada en Tanzania y datada hace dos millones de años hasta una lámpara solar china de 2010, pasando por el papiro matemático Rhind, hallado en Tebas, que contiene ochenta y siete problemas aritméticos y geométricos, las piezas de un ajedrez noruego del siglo XII talladas en marfil de morsa y dientes de ballena, un galeón mecánico de finales del XVI o el Rinoceronte de Durero, los cien objetos, organizados en veinte bloques de cinco elementos, trazan la biografía de las cosas, como señala MacGregor en la introducción y resumen una historia de los objetos a través de muchos mundos distintos.
Una momia egipcia, la etiqueta de una sandalia del rey Den hecha con marfil de hipopótamo, mosaicos aztecas y tablillas de escritura cuneiforme en arcilla, una taza de jade o un Buda sedente, un pimentero inglés o el cronómetro marítimo del Beagle, un astrolabio judío o la Piedra Rosetta, uno de los referentes imprescindibles del British...
Son algunos de los objetos en torno a los que se organiza este libro, que muestra, en palabras de us autor, que la de la “familia humana” no es una metáfora vacua, (...) que toda la humanidad tiene las mismas necesidades y preocupaciones, temores y esperanzas. Los objetos nos obligan a reconocer con humildad que, desde que nuestros antepasados dejaran África para poblar el mundo, hemos cambiado muy poco. Ya sea en piedra o en papel, en oro, plumas o silicio, es seguro que seguiremos fabricando objetos que configurarán o reflejarán nuestro mundo, y que nos definiràn ante las generaciones futuras.
Santos Domínguez