
"En la época en que aún me subía a los árboles -hace mucho, mucho tiempo, muchos años y décadas-: yo medía entonces poco más de un metro, calzaba zapatos del veintiocho y era tan ligero que podía volar -no, no es mentira, yo entonces podía volar- o, por lo menos, casi, mejor dicho: hubiera podido volar, de haberlo deseado de verdad e intentado hacerlo como es debido, porque... porque me acuerdo bien, una vez por un velo no levanté el vuelo, y fue precisamente en otoño, en mi primer año de colegio, un día en que, al volver a casa, soplaba un viento tan fuerte que, sin abrir los brazos, podía inclinar el cuerpo hacia delante como un saltador de esquí y todavía más, sin caerme..."
Parece que os estoy viendo asentir mientras decís... "ah... el de El perfume", y es que hay escritores que son literalmente engullidos por una de sus obras y difícilmente se les conoce algún título más. Yo hace tiempo que me rebelo contra eso y rebusco, y es por eso que hoy traigo a mi estantería virtual, La historia del señor Sommer.
Un adulto rememora su infancia en su pueblo natal, Obernsee, dejándose llevar por los sentimientos nostálgicos y pivotando sus recuerdos en tres encuentros con un tal señor Sommer, del que nadie sabía nada. Salvo que caminaba.
Dicen que esta es una novela infantil, pero en mi relectura ya adulta tengo que decir que me ha parecido mucho más profunda de lo que recordaba. El señor Sommer, cuyo nombre no al azar significa verano, representa en el libro aquellos veranos que recordamos con una sonrisa. Cuando éramos niños, cuando éramos invencibles o, como nuestro protagonista recuerda al comienzo de su narración, cuando podíamos volar. Y es que aquellos recuerdos de la infancia inocente en la que éramos capaces de todo, afloran en el lector a la vez que en el narrador y tal vez nosotros no nos hayamos caído de un árbol pero yo recordaba perfectamente el día en que solté mis manos de las cadenas de un columpio pensando que era una gran idea hacer un aterrizaje de héroe, y... bueno, al igual que el protagonista, aprendí lo que era la Ley de la gravedad. Esa es la magia de esta novelita, el efecto contagio que uno tiene al seguir los pasos de este narrador que se entretiene en naderías y que se fija en el señor Sommer ahora a tiempo pasado para contarnos su historia. Y su historia no es otra que la del propio narrador que cuenta como el camino de este vecino es imparable, avanzando sin descanso al igual que lo hace el reloj de nuestras vidas. Y mientras Sommer camina, sin que le veamos, nos reímos con una profesora de piano, llega o no la televisión, aparece el primer amor, montamos en bicicleta y quitamos miedos. Porque nos vamos haciendo mayores. Y un día, sin darnos cuenta, la niñez ha desaparecido y tal vez de esa niñez solo nos queden un puñado de imágenes y un montón de recuerdos fugaces de buenos y malos momentos que nos marcaron en nuestro crecimiento. Y, por supuesto, el señor Sommer, aunque nadie supiera nada de él.
La historia del señor Sommer es una novela nostálgica y entrañable cuya lectura recomiendo sin dudarlo. Viene además acompañada de las ilustraciones originales en el momento de su publicación, allá por 1991, otorgando al conjunto una sensación de estar ante un cuento que se abre a nosotros provocando un torrente de recuerdos.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
