Revista Libros
Samuel Noah Kramer.
La historia empieza en Sumer.
39 primeros testimonios de la historia escrita.
Traducción de Jaime Elías Cornet y Jorge Braga Riera.
Prólogo de Federico Lara Peinado.
Libros Singulares. Alianza Editorial. Madrid, 2010.
En su colección Libros Singulares, Alianza acaba de publicar la edición definitiva de La historia empieza en Sumer, un clásico de la historiografía moderna.
Su autor, el profesor estadounidense Samuel N. Kramer (1897-1990), la publicó en 1956 y posteriormente la revisó hasta esta versión que apareció en 1981 con doce capítulos añadidos al original.
El subtítulo, 39 primeros testimonios de la historia escrita, alude a la relación directa entre la historia y la escritura, que surgió hace casi cinco milenios en Mesopotamia. Con aquella escritura cuneiforme los sumerios inauguraban la historia y reflejaban su sistema educativo, las instituciones políticas, su legislación y su vida diaria, sus manifestaciones literarias.
Kramer dedicó gran parte de su vida a descifrar las tablillas cuneiformes, a reconstruir la vida cotidiana de los sumerios, su visión del mundo a través de la mitología, y sus valores a través de las leyes y las instituciones que regulaban la convivencia y reflejan la importancia de la civilización sumeria. Así explica el objeto de este libro en la Introducción:
¿Cuáles fueron, por ejemplo, las primeras ideas morales y los primeros conceptos religiosos que el hombre haya fijado por medio de la escritura? ¿Cuáles fueron sus primeros razonamientos políticos, sociales, incluso filosóficos? ¿Cómo se presentaron las primeras crónicas, los primeros mitos, las primeras epopeyas y los primeros himnos? ¿Cómo fueron formulados los primeros contratos jurídicos? ¿Quién fue el primer reformador social? ¿Cuándo tuvo lugar la primera reducción de impuestos? ¿Quién fue el primer legislador? ¿Cuándo tuvieron lugar las sesiones del primer parlamento bicameral y con qué objeto? ¿Cómo eran las primeras escuelas y sus maestros? ¿Qué se enseñaba, y a quién?
Hace cinco mil años a los sumerios se les ocurrió empezar a escribir en arcilla. Desde entonces fueron perfeccionando el método de manera que a mediados del segundo milenio, más de mil años antes que la Biblia o la Iliada, tenían ya fijada por escrito en tablillas cuneiformes una mitología y una épica, una lírica amorosa y elegiaca, una literatura didáctica, fabulística y proverbial, una cosmogonía y una cosmología.
Y descripciones de la vida diaria que nos dan una imagen intrahistórica de aquella primera civilización urbana: las primeras escuelas, los primeros libros de texto y el primer pelota; el primer gamberro y el primer conflicto generacional; el primer almanaque para uso de agricultores; el primer plagio y el primer juicio por asesinato; el primer campeón de carreras de fondo y la primera ética; la primera imagen del paraíso y del diluvio universal; las primeras fábulas de leones, zorros, lobos y asnos, la primera canción de cuna o la primera resurrección de una divinidad.
Lo han leído miles de lectores que lo han convertido en un clásico de la historiografía moderna junto con El otoño de la Edad Media de Huizinga o Dioses, tumbas y sabios de Ceram, con los que comparte esa sabia combinación de rigor y calidad narrativa, de amenidad temática y capacidad para la evocación plástica del pasado con la viveza del relato.
Un relato que se apoya siempre en testimonios escritos de asombrosa modernidad, como este texto proverbial del segundo milenio:
Quien edifica como un señor, vive como un esclavo.
Quien edifica como un esclavo, vive como un señor.
Santos Domínguez