Revista Política
En estas últimas elecciones el laborismo cedió el poder tras trece años en Downing St. Así que, a pesar de que la era Blair hace tres años que terminó, los analistas han tenido la deferencia de esperar a que Brown salga del número diez para hacer sus valoraciones.Se han publicado diversos editoriales en los distintos medios que abarcan todo el espectro ideológico: desde el Financial Times al The Guardian pasando por el semanario Time. Lo curioso es que todos coinciden a su manera en que Gordon Brown es el chivo expiatorio del new labour, éste ha recogido los platos rotos de la era Blair y ha realizado un papel más que digno en las elecciones -bigotedgate incluido-, arrebando la mayoría absoluta a Cameron al obligarle a pactar para formar gobierno.Pero a pesar de haber causado problemas a su competidor, la ambición del león escocés era revalidar su gestión en las urnas, ya que tiene el dudoso honor de ser uno de los dos PM que llegaron a Downing St. sin pasar pasar por las urnas, un destino que a él le parecía reservado para otros dada su trayectoria personal.De momento, la trayectoria personal de Brown se semeja a la de su compañero de partido y PM James Callaghan. Como él, Gordon Brown tampoco consiguió un mandato personal tras unas elecciones. Ambos llegaron a Downing Street tras una larga espera sucediendo a hombres más jóvenes y carismáticos. Ambos Premieres estaban sometidos a la presión de severas crisis financieras. Ambos estaban más en sintonía con las bases del laborismo que sus predecesores y ambos habían disfrutado del cargo de canciller del exchequer antes de acceder a Downing street, aunque Callaghan tuvo la fortuna de haber desempeñado también los cargos de ministro de interior y director del Foreign Office. Cargos que estuvieron a disposición de Brown y que éste torpermente desechó. También los dos se enfrentaron a la perspectiva de anticipar unas elecciones que podrían haber ganado. Pero no lo hicieron.Tony Blair y Gordon Brown sellaron su alianza para crear el new labour en un despacho compartido sin ventanas de la Casa de los Comunes. Su rivalidad fue creciendo desde que ganaron las elecciones en 1997 y los diarios y analistas, ahora que se ha cerrado el ciclo del new labour, no paran de hacer comparaciones. Pero, personalmente, considero que la historia será más benévola con Brown que con Blair. Aunque habrá que esperar algún tiempo.Nadie niega que el carisma y la capacidad comunicadora de Blair es arrolladoramente superior que la de su sucesor. Mientras que Blair era positivo y resolutivo, Brown se mostró dubitativo y pesimista. Blair fue mejor constructor de equipos y siempre tuvo el carisma necesario para encabezar al partido laborista y a su país, mientras que Brown no supo construir un liderazgo a su sombra. Pero a los hombres de Estado se le juzga en su contexto. Blair ganó de manera contundente las elecciones, al igual que Clement Atlee en 1945 y que Harold Wilson en 1966. Pero, a diferencia de éstos, Blair gobernó con una oposición que nunca tuvo perspectivas de victoria, heredó una economía fuerte y tuvo a su favor un gabinete unificado, un movimiento obrero unido, una prensa aduladora -hasta los diarios del conservador Rupert Murdoch pedían el voto para él- y un país deseoso de apoyarlo. Mientras que, por el contrario, Brown se enfrentó en 2007 a un país cansado de los laboristas, a una oposición conservadora reactivada en torno a un líder carismático, a una prensa desilusionada y a la peor crisis económica desde 1929.Los logros nacionales de Blair eran limitados teniendo en cuenta sus diez años al frente del gabinete. La expansión de la economía y la prosperidad en su primera legislatura fueron logros económicos de Brown y los cambios constitucionales fueron obra de John Smith. El legado de Blair fue más fructífero en su segunda legislatura cuando dio un paso decisivo para poner fin a la violencia en el Ulster, poniendo los primeros pasos para la cohabitación de ambos bandos en un gobierno regional. Éste es, en mi opinión, el gran legado de Blair en política interna. Después su imagen cayó en picado por haber contraído un matrimonio asimétrico con Geroge Bush y haber ligado el destino de UK a la aventura personal del presidente americano.Pero Gordon Brown parece que desperdició la oportunidad que el laborismo le ofrecía en 2007. Había estado más de trece años ansiando el poder, preparándose para Downing St. y cuando llegó no materializó sus planes. Tal vez éstos se truncaron debido a la crisis financiera, o tal vez sea que el grandísimo número dos no fue capaz de convertirse en un solvente número uno. Pero aunque la crisis económica truncara sus planes, fue ésta la que resucitó a un hombre gris. La gestión decidida que hizo Brown de la crisis en el ámbito interno y en el internacional ha supuesto más elogios que críticas. Ahí Brown le gana la partida a Blair cuyo gran reto, la guerra de Iraq, ha terminado por ser un completo fracaso, ya sea por la falta de un plan coherente para la posguerra, ya sea porque Blair unió su destino al del presidente de Estados Unidos, Blair siempre tendrá a Iraq gravado en su lápida. También en política exterior cosechó éxitos. Según información de diarios británicos, la mediación de Gordon Brown fue fundamental para que la India no se lanzase a una guerra contra Pakistán tras los atentados de Bombay en el 2008. Y logró recuperarse en las encuestas hasta conseguir un 29% de los votos y 258 comunes para el partido laborista, cuando meses antes, los tories les superaban en 20 puntos, dando al partido una oposición cómoda en la Cámara de los Comunes y arrebatando a Cameron la ansiada mayoría absoluta. Salió de Downing street con la cabeza bien alta, no intentó aferrarse al poder costase lo que costase y eso le valió las simpatías de sus contrincantes políticos. Deja el número diez dejando un legado que está por escribir. No fue un gran Primer Ministro, pero si es un hombre de gran intelecto que sirvió a su país con honor y buen juicio en un momento de grave crisis nacional. (Fotografías de The Guardian)