Revista Cultura y Ocio
El 19 de junio de 1953, Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica, en la cárcel de Sing Sing, tras un vergonzoso proceso judicial en el que se les condenó por supuesto espionaje a favor de la Unión Soviética, algo que jamás pudo probarse. El mundo entero se echó a la calle para protestar por el atropello en que estaba cayendo el estado americano en su desaforada lucha contra la expansión mundial del comunismo; enemigo de su sistema libre y democrático (modo risas irónicas). Pues bien, inspirándose en el juicio de los Rosenberg, y con la paranoia del macartismo como telón de fondo, Robert Coover construye una brillante sátira del proceso elevando a los protagonistas a la categoría de caricaturas de sus perfiles públicos. En ella recrea el caso Rosenberg como si de un cómic de superhéroes se tratase e imagina la ejecución como un auto de fe en una plaza mayor española del siglo XVI. Ciertamente, la inquisición y el macartismo comparten muchos puntos en común. Uno de ellos sería la tendencia al escarnio público como castigo ejemplarizante; el juicio social como infierno terrenal. De este modo, Coover imagina la ejecución del matrimonio judío, los espías atómicos, como los llama el autor, en pleno Times Square, para regocijo de los hombres libres del sistema más democrático del mundo (modo risas contagiosas).
Sin embargo, como el mismísimo General George Washington –que como Encarnación Primordial había dirigido a la nación en su salida de lo que él denominó “una época sombría de ignorancia y superstición”- escribió en una ocasión: “a ningún pueblo se le puede obligar a reconocer y adorar la mano invisible que dirige los asuntos de los hombres más que a los Estados Unidos. ¡Cada paso por el que se han ido caracterizando como nación independiente parece haberse distinguido por algún símbolo de origen providencial!” (p. 18)
La brillantez del texto reside sobre todo en el tono, que viene dado por un estilo sarcástico plagado de diálogos aparentemente absurdos que nos dan sin embargo un perfil acertado de los personajes principales, especialmente de Richard Nixon, por entonces vicepresidente, que actúa como uno de los narradores en La hoguera pública y se retrata a sí mismo como el arribista inútil y cínico que posteriormente llegará a presidente. Nixon aglutina en su perfil todos los males de una sociedad hipócrita y lunática, intoxicada y adulterada por la religión y por el convencimiento de la equidad de su sistema. Conviene recordar en este punto el trabajo del traductor, José Luis Amores, que ha conseguido trasladar al castellano el estilo chispeante y fluido con que Coover fuerza al lector a deslizarse por las más de seiscientas páginas del libro.
La parodia desternillante y mordaz le sirve a Robert Coover para reflexionar sobre el macartismo y, por ende, sobre el sistema americano en sí mismo, al que retrata como una gran mentira cuyos voceros propagandísticos son el TIME y el NYT y que viene representada alegóricamente por el Tío Sam como suerte de diablillo (que por momentos me recordaba al diablo de El maestro y Margarita de Bulgákov) o voz de la conciencia demoníaca que ordena y manda a los gestores del sistema; les indica cómo y cuándo han de tomar decisiones tan controvertidas como seguir adelante con la Caza de Brujas; cualquier cosa en pos de frenar al Fantasma (también como representación alegórica), que extiende su peligrosa influencia por todo el mundo civilizado. Coover resulta ser, a la postre, uno de los pocos autores americanos que se atreve, tan sólo dos décadas después de su desaparición, a criticar los excesos e injusticias del macartismo y hasta a poner en tela de juicio la dictadura del capitalismo/catolicismo que ha dominado el mundo amparándose en dos grandes mentiras, o al menos dos palabras con varias interpretaciones: libertad y democracia. Para ello desarrolla en este excelente libro, traducido por primera vez al español en edición de coleccionista por Pálido Fuego, una excesiva e hiperbólica novela en clave de humor que lleva al lector a comprender aún mejor en qué se basa el sistema estadounidense para perpetuar su éxito.
Una masa, ya se ve, no actúa de manera inteligente. Aquellos que componen una masa no piensan de manera autónoma. No piensan racionalmente. Es muy posible que hagan cosas irracionales, incluido el volverse contra sus líderes. De manera individual, quienes integran una masa son cobardes; sólo colectivamente, incitada por un líder, dará la masa la impresión de actuar con valentía. (p. 252)
La hoguera pública, de Robert Coover. Pálido Fuego, 2014. [Traducido por José Luis Amores]