Revista Cultura y Ocio

La hojarasca

Publicado el 15 junio 2019 por Rubencastillo
La hojarasca
Nunca la espera de un entierro fue tan angustiosa, tan tensa, tan cargada de electricidad, como la que Gabriel García Márquez nos plantea en las páginas de su novela La hojarasca. El cuerpo que reposa en espera de recibir sepultura es el del doctor que, durante años, ha vivido aislado en su casa de Macondo, alejado del trato con sus semejantes y envilecido por el desprecio de los lugareños. Llegó mucho tiempo atrás, recomendado por el coronel Aureliano Buendía, y encontró hospitalidad en la casa de otro coronel, donde sembró el desconcierto al insistir en sus hábitos de soledad y en su peculiar sistema de alimentación: sólo come hierba, como las vacas. A esa excentricidad se le unen sus ideas religiosas (“Me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como pensar que no existe. Entonces prefiero no pensar en eso”) y el insulto incomprensible para los habitantes de Macondo de no haber querido prestar auxilio a las personas que lo necesitaban durante una emergencia, acaecida unos años atrás. Desde aquel instante, todos tragaron saliva y esperaron con ansia el momento en que pudieran ver su cuerpo pudrirse, atravesando las calles del pueblo.Ahora, ese instante ha llegado, y las tres únicas personas que permanecen junto al cadáver (el coronel, su hija y el nieto) van narrando alternativamente lo que sucede: el sonido tétrico de los alcaravanes, la renuencia del alcalde a conseguir una autorización para el entierro, la impaciencia rencorosa con la que todos los lugareños esperan la apertura de la puerta y la salida del ataúd…Escrita con elegancia magistral, Gabriel García Márquez ya mostraba en esta obra de 1955 que su prosa y su mirada poseían el don de la excelencia, y anticipaba en sus páginas varios nombres y guiños biográficos que irían desarrollándose en sus narraciones de los años siguientes. La magia comenzaba.

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