Revista Cultura y Ocio
"En el severo frío de una resplandeciente mañana de octubre, James Becker se detiene en el puente peatonal y, apoyando la cadera en la barandilla, se lía un cigarrillo. Bajo él, la corriente avanza negra y lenta, con el agua ya próxima a la congelación deslizándose cual melaza sobre piedras de un herrumbroso color anaranjado. El puente se encuentra a medio camino de su trayecto diario de casa al trabajo, que le lleva doce minutos desde la antigua caseta del guarda en la que vive hasta la Casa Fairburn, donde trabaja. Quince minutos si se detiene a fumarse un cigarrillo". Dicen que hay escritores que son comidos por el éxito de una novela, y puede ser en el caso de Drácula, ya que a muchos les costaría decir otro título del mismo autor. Pero también sucede otro caso y es que cuando un escritor tiene mucho éxito con su primera novela, o la primera que nos llega en el caso de las traducciones, con las siguientes se tiene que enfrentar a una de las palabras más temidas: expectativas. Hoy traigo a mi estantería virtual, La hora azul.
Conocemos a James, que es conservador de la colección Fairburn. Ahora agarrémonos porque la esposa de James, Helen, fue prometida de Sebastian, son grandes amigos y aquí no ha pasado nada. Bueno, sí, que la madre de Sebastian es un dolor de muelas, pero nada más. El caso es que hay una mujer, Vanessa Capman, bellísima, hermosísima y artista, que cuando estaba en la cumbre se retiró a la isla de Eris, con la que James está un poco obsesionado, cuya obra es muy valorada. Y ahora se descubre que en una de sus esculturas hay un hueso aparentemente humano. James quiere evitar el escándalo, pero investiga mucho, tanto que sabremos que esta mujer fue amante del padre de Sebastian al que puso en su testamento en lugar de a Grace, que la cuidó hasta el final. Y ahora esta mujer se niega a dar documentos sobre la artista y eso lleva a que todos viajemos a la isla de Eris a ver qué pasó allí. Y es que en el camino hay quien desapareció, cosas que no se dijeron y algunos secretos que, como hemos visto en esta sinopsis mínima, pueden involucrar a cualquiera de los participantes.
Una cosa que no le voy a perdonar a Hawkins es que escribiera La chica del tren. No por la novela en sí, esta te podía gustar o no gustar y no pasaba nada. Pero dio el pistoletazo de salida a un montón de gente que optó por seguir su estela barriendo como una ola salvaje mi interés. Dicho esto, vamos con la novela de hoy. Cuando uno se enfrenta a una lectura de Hawkins ni busca alta literatura ni la espera. Es más bien la búsqueda de entretenimiento por entretenimiento. El bestseller que parece fácil pero detrás del cual están todos los escritores del mundo, lo reconozcan o no. Y es que aquí todos quieren escribir como Shakespeare pero aspiran a vender como Rowling. Y nadie me apea de ese burro.En esta novela Hawkins repite formulismo de narrador poco fiable, aunque tal vez quede más camuflado al utilizar el recurso de los recuerdos, no hace falta que sea el alcohol ya que la propia memoria es traicionera, y se enfrenta con bastante éxito a un lector ya acostumbrado que recela hasta del nombre de la protagonista. Sin embargo tiene bastantes diferencias con ella, las suficientes como para no parecerse en absoluto, algo que agradezo. Hawkins escribe una novela con una cadencia pausada en la que va dejando pistas que son recogidas por el lector poco a poco, o incluso una vez resuelto el enigma las recordará identificándolas como tales. Muestra la naturaleza de Eris, la inspiración que provocó en la artista y deja que se sienta como parte de la novela mientras se van desarrollando una serie de acontecimientos que mantienen la atención entre lo personal (lo que vienen a ser triángulos amorosos) y lo formal de la trama de misterio. Es evidente que no estamos ante una novela policíaca, ni siquiera se aproxima, y hablo del misterio porque es realmente de lo que trata: un misterio. Pero estaría más cerca de Evelyn Hugo que de Perdida, si tengo que ser sincera. Es verdad que no perdona las sorpresas y revelaciones finales, pero estamos ante una historia concebida para ser leída en más de un rato y creo que, sobre todo, para despegarse de estar ligada siempre al mismo tipo de novelas.
En lo personal me ha gustado más La hora azul que La chica del tren. Me lo he pasado mejor. Pero es una novela a la que hay que llegar sabiendo qué no es, porque, como decía al comienzo, las expectativas son un arma peligrosa. Y no solo para el autor.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.